Mayores en la universidad: la curiosidad nunca se jubila
Más de 2.300 alumnos se matricularon en la UOM en el curso 2024-2025. Además del placer de aprender, estudiar tiene beneficios neurológicos y sociales para las personas mayores
Palma"Cuando me jubilé, tenía clarísimo que no me encontrarían en un sillón", así responde Francesc, de 81 años, en el aula 3 del edificio Gaspar Melchor de Jovellanos de la UIB, donde espera con sus compañeros que llegue el profesor para empezar la última clase de Interculturalidad y migraciones: ciencia. Los 120 alumnos del Diploma de Especialización de la Universidad Abierta para Mayores (UOM) –hacia un nuevo humanismo– tienen hasta el 30 de noviembre para entregar el trabajo con el que serán evaluados de esta materia –también pueden titular sin realizar ninguna evaluación si asisten al 80% de las horas de clase. "Son los mejores alumnos que he tenido nunca. Son reflexivos y abiertos, gente acostumbrada a escuchar, algo raro hoy en día", explica el profesor de la asignatura y de Sociología David Abril. "Participan sin que se lo pida, plantean cosas, las cuestionan... Esto es lo ideal a cualquier edad y es más difícil de conseguir con gente joven", añade, además de reconocer que la realidad que ha encontrado en la UOM "ha superado" sus expectativas –es la primera vez que da clase.
Francesc, que toma apuntes con pluma estilográfica, trabajó en el Banc de Crèdit Balear "más de 41 años", y el trabajo no fue ningún obstáculo para sus ganas de aprender. "Nunca he dejado de estudiar", dice con satisfacción. Pero la UOM tiene para él un aliciente primordial: "Me gusta mucho el grupo de amigos que hemos hecho", un grupo al que le da un gran valor porque "es difícil hacer amistades en esta etapa de la vida". Además de estudiar, Francisco dice que ha reafirmado algunas ideas que tenía antes de volver a las aulas: "Creo en la democracia, pero no en la nuestra", dice poniéndose serio.
Todos los alumnos con los que ha hablado el ARA Baleares –además de alumnos de Especialización, hemos hablado con estudiantes del Diploma Senior– destacan la importancia de haber socializado en la Universidad para Mayores. "He conocido a gente simpatiquísima", dice Sandra. "Las relaciones traspasan la universidad", añade Alejandro. "Hay una afinidad de costumbres y formas de ser", asegura Núria. "Hemos tenido experiencias que nos han dado muchísimas cosas", dice Carme. Y así se podría continuar con otros muchos testigos. Excursiones, teatro, visitas a museos, cenas... Estos estudiantes no limitan el aprendizaje ni la convivencia sólo en el aula. Y lo hacen cada uno con su mochila de vida: algunos pudieron cursar una carrera y desarrollar una vida profesional en torno a sus estudios, otros no tuvieron la ocasión de continuar formándose porque se pusieron a trabajar y muchas mujeres se dedicaron a la familia –un 60% del alumnado son mujeres. Lo interesante es que las diferencias no suponen un obstáculo sino un enriquecimiento de las relaciones entre ellos. "Por aquí hemos tenido abogados, médicos, jueces... ¡Incluso políticos! ¡Y bien conocidos!", dice Maria del Carme.
El placer de aprender
Sea como fuere, un nexo que une a los alumnos de la UOM es que aprenden por placer, porque ya no se encuentran con la necesidad de encontrar un espacio en el mercado laboral. "Tener un grupo tan agradecido te motiva como profesor. Yo intento no defraudarles. Ellos vienen a aprender y lo que acaba saliendo motivado eres tú", dice David Abril.
"La tarea de los docentes no es sencilla, porque deben ser capaces de animar a los estudiantes, que tienen diferentes niveles", dice el doctor en Biología y director de la UOM, Antoni Gamundí. Además, las edades abarcan un abanico amplio –los estudiantes pueden matricularse desde los 50 años y en el curso 2024-2025 había 2.365 alumnos– que se traduce en diversidad de intereses. "Los más jóvenes buscan un espacio cultural y de formación. Hay gente que ya ha realizado estudios universitarios y que ahora puede cubrir otras necesidades y curiosidades", continúa. En cuanto a los alumnos mayores, algunos no tuvieron la oportunidad de estudiar y la universidad es para ellos "un orgullo, un reto". Y no por ser mayores hacen menos que el resto de estudiantes: deben afrontar la evaluación, realizar investigación bibliográfica, redactar y estudiar. También los hay que se encuentran por los pasillos de la universidad con los limpios y, lo hagan o no, pueden presumir de su rendimiento académico. "Es un empoderamiento brutal", dice Gamundí, quien remarca la función social de la UOM.
Los beneficios de aprender con otras personas no sólo son académicos y sociales, sino que también afectan (por bien) a la salud. "Estos tipos de actividades ralentizan los procesos de deterioro cognitivo. También hay una disminución de trastornos de depresión y ansiedad, lo que tiene un impacto en las listas de espera de la sanidad pública y en el gasto farmacéutico", explica el director.
La UIB financia una parte del presupuesto de la UOM, que también obtiene recursos económicos del pago de las matrículas y gracias a la ayuda de entidades públicas (consejos insulares y ayuntamientos) y privadas. Ahora bien, el precio de la matrícula se ajusta al máximo para acercar estos estudios al máximo número posible de personas: un curso del Diploma Senior cuesta 190 euros (se imparten 160 horas de clase) y el precio de un curso del Diploma de Especialización es de 195 euros (los alumnos reciben 100 horas de clase).
La actividad de la Universidad Abierta para Mayores no se limita al campus de la UIB en Mallorca y también llega con ciclos de conferencias a pueblos de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera. En la medida de lo posible, se llevan a cabo otras iniciativas, como tertulias con expertos –una propuesta de los alumnos– y la liga de debate –el año pasado no se hizo y ahora quiere recuperarse.
Además, las dificultades de algunos alumnos han fomentado la innovación. Por ejemplo, se ha puesto en marcha un bucle magnético para que las personas con audífonos escuchen directamente lo que dice el profesor y también se han habilitado plazas para vehículos adaptados. Ahora bien, a veces los jóvenes no las respetan y los alumnos que las necesitan de verdad se encuentran con sorpresas desagradables, como le ocurrió a una señora con andador que se quejaba el día que el ARA Baleares visitó algunas clases.
Uno de los retos que tiene ante la UOM es llegar a estratos sociales lejanos de la realidad de las aulas, barriadas de población vulnerable que quizás no conoce esta puerta de acceso al conocimiento. "Estas clases no son representativas del conjunto de la sociedad, al igual que los jóvenes universitarios no son representativos de toda la juventud", señala el catedrático de Fisioterapia Antoni Aguiló, que da clases de la asignatura Salud y calidad de vida. Aguiló subraya que uno de los factores más importantes a la hora de gozar de calidad de vida es "compartir con más gente". "La conexión social es salud", afirma, con un pie casi dentro de clase, porque los alumnos se piden enseguida dónde está el profesor si se retrasa unos minutos. "No sé quién aprende más, ellos o yo", añade. Un punto de vista que comparte David Abril. "Te hacen reflexionar sobre cosas que no habías pensado antes", dice y pone un ejemplo. "El otro día hablábamos del luto migratorio y un hombre me dijo que él también le sintió cuando la familia se fue de Capdepera a Palma. Se sentía migrante sin haber salido de Mallorca. Hace pensar", dice.
Es habitual asociar el derecho a la educación a niños y jóvenes, como si no fuera una cuestión que afecta toda la vida. "La UOM ha recuperado ese sentido", dice Abril. "Siempre me ha gustado ir a la escuela. Me gusta escuchar, que me cuenten cosas", dice Carme, de 72 años, mientras que Maria delCarme (82) destaca que las clases sirven para "ponerse al día de muchas cosas". "Había probado muchas cosas antes, pero necesitaba enriquecer mi bagaje cultural y personal", finaliza Núria (79). Pero no pueden seguir hablando: la lección está a punto de empezar y deben estar atentas.