La herencia del franquismo en el fútbol balear: ¿por qué se mantiene los nombres de los clubs en castellano?

La mayoría de equipos del Archipiélago mantiene denominaciones impuestas hace más de medio siglo sin que se haya iniciado ningún proceso de revisión identitaria

PalmaMurense, Ferriolense, Poblense, Margaritense, Serverense... incluso RCD Mallorca y Atlético Baleares. Hay infinidad de equipos de fútbol de las Islas Baleares que tienen su nombre en castellano y que no se han normalizado. Esta herencia del franquismo sigue viva actualmente y la posibilidad de romper con los recuerdos de la dictadura (durante la cual el catalán estaba totalmente prohibido) para recuperar la esencia de los equipos de municipios de habla e historia catalana es prácticamente inexistente.

La creación de la gran mayoría de estos clubs se vivió en la época franquista o pocos años antes, momento de auge del españolismo. En aquellos años, utilizar el catalán estaba completamente prohibido y era ilegal poner el nombre del club en ninguna lengua que no fuera el castellano. De hecho, muchos clubes, cuando se crearon, se vieron con la obligación legal de añadir elsin al nombre de su pueblo para dar ese tono castellanizado y borrar cualquier presencia del catalán en su nombre. El histórico periodista del deporte balear, Ricard Pla, asegura que en aquellos años "prohibieron todo lo que fuera en catalán, los pocos que se atrevían a intentar informar en catalán o con los nombres en catalán eran censurados y no se les permitía. Actualmente, vivimos la herencia de estas imposiciones y prohibiciones".

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El problema real y la polémica de este caso aparece después de la muerte de Franco, durante la Transición. En un momento de normalización lingüística, los nombres de los equipos de fútbol no se normalizaron a raíz de la negativa de directivos, aficionados y el conjunto de la sociedad. De hecho, el Informativo Balear de Televisión Española lo intentó. Así lo recuerda Ricard Pla, quien explica que ellos empezaron a decir Poblera en lugar de Poblense en las crónicas y los carteles, pero "la gente no quería". Es más, Pla asegura que cuando empezaron a utilizar el nombre en catalán de estos equipos de fútbol "recibieron presiones de los propios clubes, aficionados y otras personas". "Su mensaje era claro: nos da igual que esté mal o en castellano, siempre ha sido así y no cambiará", remarca. Por su parte, el también periodista Joan Fortesa remarca que en aquellos momentos "la sociedad no lo aceptó, ni clubs, ni aficionados. Nadie aceptó nunca el cambio de nombre".

Ambos comunicadores coinciden en que es un problema que va más allá del fútbol, ​​que el mundo del deporte es un claro ejemplo de la negativa de la sociedad a la normalización lingüística completa. "Nunca han querido que exista la normalización, se excusan tras tradiciones, cultura popular o historia, pero realmente nunca ha habido ninguna intención de dar ningún paso hacia la normalización", lamenta Fortesa. Pla va más allá y asegura que no sólo son los nombres de los clubs, sino que en el vocabulario futbolístico tampoco ha llegado la normalización. "Las retransmisiones están llenas de barbarismos o de traducciones literales al catalán". Ambos coinciden en que el castellano está tan arraigado en el mundo del fútbol que cuando dice los nombres de los equipos o expresiones en catalán "se ríen de ti o te dicen que eres un extremista lingüístico".

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Esta herencia del franquismo, que sigue viva en el mundo del fútbol, ​​no es sólo balear, sino que se vive en todos los territorios de habla catalana. Ejemplos de ello son Eldense o Levante, entre otros muchos, que mantienen el nombre en castellano que el franquismo les obligó a tener.

Con todo, ambos periodistas remarcan que la clave para entender los porqués de la supervivencia de esta herencia franquista es que "en ese momento no quiso normalizarse y ahora, después de tantos años, ya es imposible".

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¿Por qué los nombres de los equipos de fútbol no se han normalizado?

Los clubes y sus aficionados, tanto actualmente como en la época de la Transición, se excusan en que cambiar el nombre sería perder su esencia e historia, a la vez que sería "traicionar" a su equipo. El doctor en Filología Románica y Catalana Gabriel Bibiloni explica que esto es una "excusa" y que, además, se funda en una mentira. "Los nombres de los equipos de fútbol o de cualquier cosa tienen un valor identitario, definen la cultura y la historia del lugar y con un nombre con castellano por imposición franquista o españolista no representan la historia de estos municipios, que, para empezar, eran lugares de habla catalana y de cultura e historia catalana", defiende.

El filólogo Eloi Bellés va más allá y asegura que la única manera de garantizar la normalización lingüística en los nombres de los equipos de fútbol es que fuera por obligación legal, al igual que se hizo con los nombres de los municipios de Baleares. "Los topónimos se cambiaron por ley y ya generó polémica, pero la gente no pudo hacer otra cosa que aceptarlos. En el caso de los clubs, al no haber una normativa que lo amparara, no se hizo y cuando se intentó hacer, la gente se puso en contra", recuerda.

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Bellés asegura que los aficionados y directivos actuales del mundo del fútbol ya no vinculan el nombre al castellano o al catalán, "sino que asocian el arraigo del nombre y el vínculo a un sentimiento de pertenencia", por eso, Bellés asegura que el problema principal es que "los nombres de los clubes se consolidaron antes de que llegara la normalización".

Por su parte, Bibiloni asegura que si no se hace ni tampoco se ha hecho esta normalización lingüística en el nombre de los equipos de fútbol es principalmente por dos factores: "la resistencia de la gente a cambiar las cosas y el poco interés que existe por proteger la lengua catalana". "El deporte es un ejemplo más de la sociedad. Esta herencia del franquismo no sólo se vive en los clubs de fútbol, ​​también se mantiene en las cofradías de Semana Santa, por ejemplo, que tienen el nombre en castellano, aunque aquí a los santos los conozcamos en catalán. El resumen de todo es que la gente tiene poco interés en la normalización lingüística", sentencia el doctor en Filologia Romà.

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