Videoclub Torres: resistencia ibicenca contra la tiranía de los algoritmos
El establecimiento de Sant Antoni de Portmany abrió en 1982 y sobrevive gracias a la voluntad y la estima por el cine de sus propietarios
PalmaHubo un tiempo que el cine se cogía con las manos y se confiaba en las recomendaciones de otras personas, porque el algoritmo no existía, ni se le esperaba. Salir de casa, ir al videoclub y alquilar una película es un hábito que parece extinguirse con el siglo XX, pero también hay quien resiste, en este caso por amor al séptimo arte. En Sant Antoni de Portmany tienen este privilegio gracias al videoclub Torres, que regentan cinco hermanos desde 1982, junto a una tienda de electrónica y el cine Regio, que su padrino inauguró en 1931.
"Hemos mamado el cine, pero no sé cuánto tiempo vamos a aguantar", dice Sergio Torres, y asegura que no recomendaría a nadie abrir un videoclub sin que fuera "el complemento de otra cosa". Aun así, Sergio tiene la esperanza de que "el formato físico vuelva a estar de moda" en el cine, como ha ocurrido con el vinilo en la música. Precisamente el coleccionismo es uno de los elementos que da sentido a la existencia de los videoclubes junto con el contacto humano. "Tenemos directores que vienen desde Madrid para comprar películas nuestras en Blu-ray. La gente a la que le gusta el cine quiere tener las películas en su casa, como ocurre con los libros", apunta Sergio, aunque no revela los nombres de estos clientes.
Comprar "aire"
El profesor de Comunicación Audiovisual, crítico de cine y coleccionista, Ivan Bort, destaca el "cambio generacional" que ha dejado de lado el formato físico. "Los videojuegos son un ejemplo: compras un estuche y dentro no hay nada, sólo un código", comenta. "En las plataformas, la sensación es que haces transacciones con aire, con humo. Pagas por aprovechar un tiempo un contenido que no puedes controlar, que va y vuelve", explica. De hecho, Bort remarca el esfuerzo que las plataformas hacen para promocionar lo que tienen en su catálogo mientras que, a su vez, "no trasciende lo que van perdiendo". "Si quieres ver algo, estás acondicionado a lo que tiene la plataforma que, además, tiene los originales secuestrados. De esta forma, tienes que pagar la mensualidad inaeternum", insiste. Este crítico considera que la existencia del formato físico debe plantearse como "una cuestión de valor añadido". "Cuando compras una película, puedes tener, por ejemplo, un audiocomentario y eso no te lo dan las plataformas", añade.
Por lo que respecta a la parte humana, la interacción en las plataformas no se hace en tiempo real, por mucho que los usuarios puedan dejar constancia de las valoraciones de una película. "La gente nos pregunta qué puede ver y por películas que no sabe si va a encontrar. Nosotros ofrecemos información sobre el producto, mientras que en las plataformas te limitas a mirar las clasificaciones de los usuarios. Hay mucha oferta y nosotros ofrecemos algo mucho más personalizado", apunta Sergio Torres.
Así lo corrobora Neus Prats, una de las socias del videoclub Torres. "Un videoclub es cultura, y más hoy que las redes sociales y las plataformas no te dejan salir de casa", comenta, y explica que, además de la oferta de DVD y Blu-Ray, los hermanos Torres también conservan miles de películas en VHS –un formato para el que cuesta encontrar reproductores. "Son títulos rarísimos, que en la vida encontrarás en ninguna plataforma. Ir allí es una sensación preciosa, volver a los tiempos en los que conocías al tendero. Haces comentarios y hablas de la impresión que te han hecho las películas. Además, ellos lo hacen por amor al cine, porque no ganan dinero con esto", añade.
Una de las cosas que Sergio recuerda durante la conversación con el ARA Baleares, justo antes de colgar, son los sorteos para los socios que hacían en el videoclub en Navidad. "Hacíamos regalos como viajes, reproductores de VHS, Game Boys, lotes de películas... Era una fiesta", comenta. "Estas cosas han desaparecido progresivamente", lamenta también.
El cine Regio
Aparte del videoclub, los hermanos Torres también gestionan el cine Regio. El balance de ello es que una localidad que no llega a los 30.000 habitantes como Sant Antoni de Portmany tiene, además de un videoclub, un cine en su casco urbano que nada tiene que ver con los de grandes superficies comerciales que se encuentran en las afueras de muchos municipios de Baleares. "Empezó mi padrino en 1931, cuando venía con un carro y una mula. Le daba la vuelta al proyector y tenía cine de verano y de invierno: en verano estaba al aire libre y en invierno, en una parte tapada. La gente llevaba sus sillitas para ver la película", recuerda Sergio Torres. "Funcionamos como cualquier otro cine, con películas de estreno. Pero, como sólo tenemos una sala, ¡a veces nos equivocamos de elección y nos estrellamos!", explica, y ríe con ganas.
Una de las iniciativas más importantes que llevan a cabo es el ciclo Zinètic, una apuesta por el cine alternativo en versión original –el 9 de enero proyectarán Bugonia, de Yorgos Lánthimos– que lleva ocho años funcionando. "Tiene mucho éxito, y eso que son películas que, teóricamente, deberían ser para una minoría. Piensas que no irá nadie y luego ves que está todo lleno. Tiene mucho mérito", dice Neus Prats.