El Vinyet, el refugio olvidado de veraneo de Palma

A mediados del siglo XIX el extramuros del Ponente de Ciudad, integrado hoy por barrios como Son Rapinya, Son Quint, Son Vida y Vileta, acogió una gran cantidad de segundas residencias de familias burguesas que aún no habían sucumbido a la moda de veranear a orilla del mar

PalmaHubo un tiempo en el que veranear a orilla del mar era una excentricidad. A nadie se le ocurría arrebatarse a unas costas que desde tiempos antiguos habían sido la puerta de acceso de epidemias y ataques corsarios. En Palma, a mediados del siglo XIX, al llegar el calor, las clases acomodadas empezaron a buscar sombra bajo los pinares que había en el exterior de las murallas, en una zona conocida como el Vinyet.

Los próximos 17 y 18 de octubre tendrán lugar en el edificio del CESAG unas jornadas para dar a conocer la infinitud de historias olvidadas de esta parte de Ciutat. Hoy, ya delimitada por la vía de cintura, está integrada en el distrito de Ponent y, como principales baluartes, tiene el estadio de Son Moix y la exclusiva urbanización de Son Vida. El coordinador de las jornadas, que ya tiene un centenar de inscritos, es el investigador Josep Pomar. "El topónimo del Vinyet –asegura– responde a cuando se cultivaba sobre todo viña. En el siglo XVIII, pero, por causas desconocidas, se arrebató todo para sembrar almendros, algarrobos y algún olivo. Era un cultivo que se repartía entre pequeñas posesiones de época de la conquista de la conquista catalana. Cerca. el tramo que en 1229 siguió el rey Jaime I al desembarcar con sus tropas en las costas de Calvià".

En el siglo XIX el Vinyet inició su primera transformación. "Fue –apunta Pomar– cuando nacieron los 'establecimientos' con trabajadores llegados de los alrededores como Puigpunyent, Andratx y Estellencs. Algunos de estos nuevos núcleos fueron la Vileta, Son Serra y Son Rapinya. Este último inicialmente se llamaba Son Llull. Según la leyenda urbana, el cambio de nombre se debe a que era una finca ' fruta de los árboles". Entre los terrenos de esa clase obrera y las posesiones de toda la vida, la burguesía se construyó las primeras segundas residencias. "En aquellos tiempos, Palma era una ciudad insalubre y llena de gente amontonada entre las murallas medievales y renacentistas. Las casas tenían animales en la azotea, lo que fomentaba la proliferación de todo tipo de enfermedades. A esto, había que añadir la contaminación de las fábricas, que eran numerosas".

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Ante ese panorama tan asfixiante, Vinyet se presentaba como una buena alternativa. "A cinco kilómetros del centro –afirma el investigador–, era el mejor refugio para gozar de un aire más puro durante los tres meses de verano, siguiendo las tesis higienistas que imperaban en Europa". Por lo general, las casas que se hizo la burguesía eran de una arquitectura muy sencilla, anchas, con corral y jardín. No tenían, por tanto, nada que ver con la majestuosidad de las posesiones. "Los señores las solían visitar de vez en cuando. Raramente residían. Las dejaban en manos de dueños y mensajes, con los que se repartían las ganancias de las explotaciones agrícolas y ganaderas".

Especuladores amigos del rey

En 1902 Palma dejó de ser una ciudad enclaustrada gracias al derribo de las murallas. La iniciativa respondía a tres razones que ya se seguían en otras ciudades europeas: desarrollo industrial, urgencia higiénica y aumento desproporcionado de la población. Las clases acomodadas, sin embargo, siguieron frecuentando en verano el Vinyet, que a partir de 1921 mejoró la conectividad con la incorporación de una línea de tranvía –desaparecería en 1958. En aquellos tiempos, sin embargo, hubo que empezaron a cambiar el interior de la isla por el mar gracias a la influencia de la influencia (1903). Así, en Ciutat, los nuevos lugares elegidos de veraneo fueron los barrios del litoral como Molinar, Terreno y Portopí.

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Vinyet empezó a popularizarse durante el boom turístico. En 1956 una de sus conocidas posesiones, Son Vida, acogió la primera urbanización de lujo de Baleares, con seguridad privada. En 1961 el complejo ya tendría un hotel llamado a ser la nueva meca del glamour del Mediterráneo –en 1963 el príncipe Raniero de Mónaco inauguró uno de los primeros campos de golf del Archipiélago. Su promotor fue Fernando Truyols, que adquirió los terrenos en la familia Vida. En 1970, no muy lejos, la especulación también llegó a Son Quint, la finca más extensa de la zona, con 600 cuarteradas, aferrada a Son Rapinya. La mano derecha del rey emérito en la isla, el noble georgiano Zourab Tchokotua, y el empresario Juan Oliver Mateu, la compraron a la familia Quint Saforteza. Proyectaron allí la urbanización Los Almendros, con casas que debían ser asequibles para la legión de peninsulares que continuaban desembarcando en Palma para trabajar en la construcción y el sector hotelero. También se harían otras promociones similares en Son Roca, Son Ximelis, Son Pacs, Son Peretó, Son Flor y Son Cigala.

Los Almendros nació con polémica. Los 39 bloques con 686 viviendas de protección oficial que se construyeron presentaron enseguida muchas deficiencias. Se inició entonces un litigio a los tribunales que resolvió a los 30 años con importantes indemnizaciones para los afectados. En 1974 Tchokotua y Oliver añadieron más leña al fuego. En contra de lo acordado con el Ayuntamiento, hicieron tomar las históricas casas de Son Quint. A finales del franquismo, aquella acción provocó una sonada protesta ciudadana, que, liderada por el periodista Lluís Ripoll, tuvo la participación de artistas, intelectuales y vecinos a través de escritos en el diario y de exposiciones.

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Vecinos sobornados

En 1982 los ánimos se calentaron más cuando se descubrieron los planes reales de los nuevos propietarios de Son Quint, el grupo árabe Arabella. Lo explica el antiguo dirigente vecinal Xisco Mengod, uno de los artífices de la campaña 'Son Quint, espacio protegido': "Desde el Ayuntamiento de Palma del socialista Ramon Aguiló, un concejal nos filtró que se quería hacer una réplica de Son Vida, con un hospital privado incluido. Detrás del proyecto estaba el cancelero de veraneaba en Mallorca. Con aquella información el concejal confiaba en que nos movilizaríamos, tal y como ya lo estábamos haciendo con Los Almendros". La operación tuvo tintes mafiosos. "A mí me quisieron acallar con el soborno de 100.000 pesetas mensuales de por vida. Si las hubiera aceptado, ahora estaría muerto de vergüenza. Y en la Asociación de Vecinos de Son Rapinya nos ofrecieron lo que quisiéramos: locales, pistas deportivas... También nos dijeron que estaban dispuestos a ceder a la ciudad. el tamaño del bosque de Bellver".

Aquel fue un chantaje sin escrúpulos. "Nos recordaban –asegura el activista– que si la urbanización no salía adelante se perderían muchos puestos de trabajo. Nosotros, sin embargo, nos mantuvimos firmes hasta que un día ya no supiéramos nada más de ellos. En todo momento tuvimos el apoyo del GOB". Entonces tocó luchar por la protección de la finca con el Ajuntament de Palma. La hoja de ruta la marcaría la Asociación Son Quint-Parque Natural de Ponent, que finalmente en julio del 2024 vería dadas sus reivindicaciones: el Ayuntamiento del PP de Jaime Martínez compró al grupo Arabella tres millones de metros cuadrados de Son Quint, que incluyen una parte de las montañas de la sierra de na Burguesa. El importe abonado fue de 1,5 millones de euros. "En la vida –asegura Mengod– pocas cosas salen tan bien. Nuestra lucha ha merecido la pena".

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La que ya es la finca pública más grande de Palma no sólo tiene un gran valor medioambiental, sino también patrimonial, con minas, canteras, barracas, hornos de cal y cuevas que se intentaron explotar turísticamente a principios del siglo XX. El paraje tiene la condición de ANEI (Área Natural de Especial Interés) y de AANP (Área Natural de Especial Interés y de Alto Nivel de Protección). Ahora el objetivo es rehabilitarlo como bosque metropolitano, con pasillos verdes conectados con la Ciudad y el castillo de Bellver.

Sobreviviendo a la gentrificación

En 1973, en medio de aquella fiebre constructora, el Vinyet empezó a quedar delimitado por la vía de cintura –el trazado completo no estuvo terminado hasta 1990. Desde los años 60 y hasta hoy la zona no ha parado de sumar centros educativos: Monti-sion, Cide, Madre Albert. Y desde 1999 uno de sus edificios emblemáticos es el estadio del Mallorca de Son Moix, que hizo olvidar el del Lluís Sitjar. El nombre procede también de su antiguo propietario.

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Hoy, en plena gentrificación y turistificación de la isla, cuesta imaginar la Arcadia feliz que a partir del siglo XIX fue este distrito del Poniente de Palma para las clases acomodadas. "A pesar de la especulación urbanística de estos últimos años –concluye el investigador Pep Pomar–, todavía se conservan cerca de una cincuentena de casas de veraneo de la época. En cuanto a las posesiones, aparte de la de Son Quinto, fueron derribadas otras como Son de Son Mosque, Son Pacs, Son Pacs, Son. cambio, quedan en pie Son Puigdorfila, Son Muntaner, Son Flor, Son Peretó, Son Cigala, Son Rossinyol y Son Vida".

El cementerio de la Vileta

La extensa área de la antigua zona del Vinyet incluye el actual barrio de Vileta, uno de los más emblemáticos de Palma. El núcleo primitivo se constituyó en el siglo XVIII en torno a la posesión de Son Palmer. El topónimo es un diminutivo de villa en contraposición a la ciudad. En 1868 el barrio ya tuvo su característico cementerio, de poco menos de una cuarterada. Junto al de Génova, es el único parroquial de Ciudad. Su antiguo propietario, Josep Quint Safortesa Togores, un destacado carlista, cedió a la parroquia los terrenos. Lo hizo para cumplir las normativas que, por razones de salud pública, obligaban a sacar los cementerios de iglesias y pueblos.

El de la Vileta es un cementerio de contrastes, con vistas a un campo de golf eternamente verde, el de Son Quint. Los humildes nichos de vecinos anónimos conviven con mausoleos y panteones de estilo modernista de personalidades importantes de la zona. Uno de los conjuntos funerarios más ostentosos es el que el arquitecto Francesc Roca Simó erigió al emprendedor Ricard Roca Amorós (1849-1918), con escultura de Sebastià Alcover. Ricard Roca fue el propietario de la famosa fábrica de cerillas sa Mistera y de una empresa dedicada a la producción de papel de fumar que se comercializó mucho en la Península. También fue el primer presidente de la sociedad del Círculo de Bellas Artes, fundado en 1904.

En la Vileta también se descansa la familia Ribas. El patriarca, Gabriel, fue el alma de la emblemática fábrica textil Can Ribas –inicialmente abrió en el barrio de la Gerreria y en 1873 fue trasladada a la Soledad. Con 400 trabajadores, Can Ribas tuvo una actividad frenética hasta su cierre en 1960. Llegó a exportar a países como Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Beirut y Damasco. Otros aristócratas que disfrutan del sueño eterno en el mismo espacio son la familia Truyols y los Sureda Verí.

Más discretas son las tumbas de literatos insignes como la del fundador en 1880 de la Sociedad Arqueológica Lul·liana, Bartomeu Ferrà Perelló (1843-1924), y la de su hijo, Miquel Ferrà Juan (1885-1947), el gran poeta representante de la Escuela Mallorquina. Siguiendo el paseo encontramos la lápida de Josep Maria Tous i Maroto (1870-1949), archivero del Ayuntamiento de Palma y autor de diversas obras de teatro costumbrista. Haciéndole compañía destaca la del ingeniero Miquel Forteza Pinya (1888-1969), que en 1962 se convirtió en el primer presidente de la Obra Cultural Balear (OCB).

En el cementerio de la Vileta también hay enterrados vecinos que, a principios del siglo XX, integraron un sindicato obrero. Entonces el barrio tenía dos fábricas importantes, una textil y otra de zapatos de tacón. Sus trabajadores eran principalmente mujeres. Durante la Guerra Civil, algunos sindicalistas y sus familias se refugiaron en la plaza de toros de Son Fila, una barriada situada bajo Son Rapinya.