"Somos una fracasada", me digo a mí misma al menos un pico por semana
Después de todos aquellos años, la persona en la que me había convertido se planteaba si no había sido un gran error, si no había matado el tiempo. Arrepentirme de todo era una tentación muy grande que me aterraba
PalmaRecuerdo el día en que, por primera vez, fui capaz de verbalizar que estaba perdida, que no sabía qué hacer de mi vida, que quizás había fracasado. Estaba en Hong Kong, junto a mi chico, a punto de finalizar un viaje de casi cuatro meses por Asia. Hacíamos una excursión que se preveía larga y me acompañaba la sensación de tener todo el tiempo del mundo delante, aquella que te hace sentir cómoda para empezar los temas pendientes. Así que empecé a reflexionar en voz alta, sin parar de andar, poniendo un pie detrás de otro: derecho, izquierdo, derecho, izquierdo. "Tal vez debería haber estudiado otra cosa". Derecho, izquierdo, derecho, izquierdo. "Es que no fui lo suficientemente valiente". Derecho, izquierdo, derecho, izquierdo. "Lo he hecho todo fatal". Derecho, izquierdo, derecho, izquierdo. De cada vez más arriba, de cada vez el pecho más estrecho. Recuerdo la cadencia de mi aliento, el ritmo constante, el estado de tráfico que hacía circular muy rápido todos los pensamientos intrusivos. Hiperventilaba y no podía detener el torrente de palabras.
Cuando fuimos arriba ya bramaba. Me senté, abatida, y me permití la vulnerabilidad por un momento: "Nunca he oído eso. Pero no tengo ni idea de qué hacer a partir de ahora" Acababa de dejar mi trabajo estable después de casi cinco años, pero no sabía a qué. entonces la había escogido el adolescente que era, en 4º de ESO, cuando en un último momento decidí que hacía el Bachillerato Social y que me iba a Barcelona a estudiar Periodismo. me aterraba.
"Bueno y, ahora, ¿qué harás?", me pedían, constantemente. Tuve que entrenarme para contestar esta pregunta, con la dosis justa de sinceridad y complacencia. con mi respuesta... Era como si no hubiese dicho nada, o como si lo hubiera dicho todo. yo, viera que estaba a punto de estrellarme.
De esto ya ha pasado un tiempo, la gente me sigue pidiendo por mi futuro –que todavía es confuso– y yo luché por no decirme a mí misma, más de un pico por semana, que somos una fracasada por Tanta suerte que Lena. existencial de la treintena. "Creía que sería una gran directora. Quería decir cosas relevantes sobre la experiencia femenina. Renuncié a mi sueño. Ahora ya hace 15 años que trabajo para gente a la que le importe una mierda. Si me dispararas un disparo en el cuello con una pistola y me dice de protagonistas, al mediodía ya me Too Much –la última serie de la creadora de Girls–, como si pusiera palabras a todo este drama que me da vergüenza oír.
Es así. Hemos sido la generación de internet, de las oportunidades, de las vidas frustradas de nuestros padres. "¿Qué querrás ser de mayor?". Parecía que pudieras soñar tan alto como tu imaginación te permitiera. El abanico nunca se acababa, y venga a probar actividades extraescolares, no sea cosa que la muñeca tenga algún talento oculto. Me apuntaron a montar a caballo y en dos días quise dejarlo porque el animal me daba miedo. Di clases de natación, pero hoy en día sólo sé nadar como un perrito o una octogenaria. Mi primer y único año de ballet coincidió con el momento en que los muslos empezaron a crecerme, de modo que los complejos se hicieron mayores que las ganas de continuar. Sin embargo, en breve las expectativas llegaron a los estudios. "¿Qué carrera te gustaría hacer?". Y esa prenda que es la frase "tú podrás hacer lo que quieras". Llegar al éxito parecía algo factible, si realmente te lo proponías.
Confiaban tanto en nosotros que ahora resulta imposible no sentirse una decepción constante. Y, de alguna forma, buscamos culpables. "He descubierto que no soy ni una miserable gota de lo importante que me hizo creer que era", confesaba Mariona Ramis en un texto sobre sus padres que escribió para el taller de narrativa que hemos hecho juntas en los últimos seis meses. Durante media vida hemos creído lo contrario, pero ninguno de nosotros es tan importante. Todas estamos allí mismo, intentando encontrar la medida exacta entre éxito y fracaso.