Tan curiosa como interesante
La tan peculiar composición alcanza una inmensa cantidad de ritmos que la convierten en una compleja e inusual singularidad musical
El cuarto concierto de la Orquesta Sinfónica Illes Balears en el Auditorium del paseo Marítim disponía de algunos alicientes que iban más allá de un programa soberbio y estimulante. La curiosidad era el síntoma de quien más quien menos. No resultaba nada extraño con el anuncio de Raise the Roof. Concierto para timbales, como pieza inicial.Una composición de Michael Daugherty, discípulo de Pierre Boulez y Luciano Berio, interpretada por el percusionista Javier Eguillor, junto a Nuno Coelho al frente de la formación. Una pieza insólita que gana muchos en directo, viendo la movida actividad de un protagonista que exhibe todo un abanico de posibilidades de los timbales y platillo, desde la afinación melódica hasta la colocación de un platillo sobre uno de los cinco timbales, con posición convexa, que es posición convexa, inmensa cantidad de ritmos que la convierten en una compleja e inusual singularidad musical. Está claro que la duración, de poco más de doce minutos, hace que transcurra como una exhalación. Hubo bis, claro, y justo después repitieron un fragmento de la pieza de Daugherty, como para masticarla con mayor fruición y con conocimiento de causa.
Tampoco era convencional la segunda pieza, el Concierto para orquesta, de Witold Lutoslawski, que, sea por casualidad o con toda la intención del mundo, se inicia a toque de tambor, con el apoyo de los contrabajos, anunciando una serie de alambicadas y casi irreconocibles variaciones de música folclórica de su Polonia natal. Éste es el punto de partida, del que surge una contrapuntística secuencia de diferentes melodías que se irán desarrollando y creciendo a lo largo de la composición. Una pieza en la que la gran mayoría de instrumentos, incluida la tuba, tienen su momento de gloria, así como el violín del concertino en el segundo movimiento, o las flautas, las trompas… A pesar de la Entrada inicial o el Capriccio notturno y arioso, con la exhibición sin tregua de los diferentes solistas, el momento primordial fue con el crescendodel tercer y último movimiento, que comienza con una enorme Passaccaglia, rubricada con una enérgica Toccata y una tierna y sutil Coral, que hizo que público y músicos disfrutáramos por igual de una composición que Nuno Coehlo tuvo embridada de principio a fin. Una velada tan curiosa como interesante.