Terriblemente preocupados por la seguridad de nuestra casa

Miedo a qué? Miedo a ser asaltados, violentados, agredidos, robados, despojados de lo –poco o mucho– que tenemos

PalmaHe aquí un vigilante idóneo de la propiedad privada. Dos, mejor dicho, pero uno sólo está en efigie, mientras que el otro está presente en defender la puerta (la ventana, más bien) de la casa. Un gato peludo con cara de circunstancias mira directamente a cámara, que es como decir que nos mira a los ojos, como confirmando lo que dice el cartel que ha aferrado al cristal de la ventana. En este cartel está la imagen de un perro, animal al que tenemos más asociada la tarea de vigilancia, junto con un aviso de tono disuasorio: "Yo hago la guardia, usted entra en un lugar de riesgo y peligro", un texto corto que, por la sintaxis y por cómo suena, da la impresión de ser una traducción directa o calcada del inglés.

Sea como fuere, la intención es evidentemente humorística, y si el cartel no fuera suficientemente gracioso, la presencia del gato justo abajo, mirándonos de hito en hito, es un hallazgo de la foto de David Arquimbau que casi seguro nos obligará a sonreír. No tenemos ninguna duda de que este vigilante de cuatro patas debe tener malas pulgas (perdón por el chiste malo). La madera de la ventana, vieja y con la pintura medio despegada, le acaba de dar al conjunto un aire de cosa vieja, destartalada y entrañable.

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¿Es una imagen que se contrapone con la cosecha por la seguridad que de hace años se ha hecho presente en nuestra sociedad, y que, por tanto, también se ha hecho un lugar entre nuestros objetos de consumo (o está a la inversa y la cosecha por la seguridad está presente entre nuestros objetos de consumo y, por tanto, en nuestra sociedad?). Objetos, artefactos, mecanismos, invenciones que nos protejan (o que creemos que puedan protegernos) de nuestros miedos. Porque lo cierto es que la gente tiene miedo.

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¿Miedo a qué? Miedo a ser asaltados, violentados, agredidos, robados, despojados de lo –poco o mucho– que tenemos, de las posesiones materiales que hemos conseguido reunir a base de trabajo, esfuerzo y todo esto y aquello. Esto nos lleva a la pregunta que va directamente ligada a ésta: ¿miedo a quién? Pues miedo a los inmigrantes, a los sinpapeles, a los sintecho, a los que van por aquí y por allá sin domicilio ni oficio ni beneficio... Miedo a los pobres, en resumen, porque, si alguien nos tiene que entrar a robar, deben ser los pobres, ¿no? Los necesitados, los desesperados. Y miedo a los ocupas, naturalmente Si algo han logrado determinados discursos públicos ha sido generar entre la ciudadanía una verdadera paranoia en torno a la ocupación de viviendas, como si fuera una amenaza inminente que estuviera a punto de echar de casa a aquellos que los tengan.

Una leyenda

En realidad, el porcentaje de viviendas que están ocupadas no pasa del 0,05%. Las cifras de la ocupación son prácticamente insignificantes, porque además hay que tener presente que una ocupación sólo puede producirse en un inmueble sin servicios dados de alta, es decir, sin luz ni agua. Si los servicios en una vivienda están dados de alta, entrar y quedarse sin permiso ya no se considera ocupación, sino violación de domicilio, y es un delito ante el que tanto la policía como la justicia actúan para desalojar y castigar a quien lo comete. La leyenda que alguien puede entrar en casa ajena mientras está fuera (en el trabajo, por ejemplo, o de viaje) y hacerse fuerte sin que los cuerpos de seguridad ni la justicia puedan hacer nada, es eso: una leyenda. Hay muchas más posibilidades de ser expulsado de tu casa por un fondo de inversión que por un grupo de ocupas.

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Sin embargo, a la gente le gustan las leyendas: sobre todo, ya lo hemos dicho, las que hacen quedar mal a los pobres. A fin de cuentas se produce un decalaje tan evidente entre la realidad del empleo y el temor social que genera. Y sobre todo, con el negocio que produce: los seguros y las alarmas antiempleo se venden que es un gusto, sobre todo para las compañías aseguradoras y las que instalan estas alarmas. El miedo a los ocupas no sólo proporciona dinero: también votos, que suelen ir a la derecha ya la extrema derecha y que al final también se canjean en dinero. Es dinero, y votos, del miedo, que la gente acaba dando a cambio de nada, porque cuya amenaza se protegen sencillamente no les afecta. Si tiene una propiedad privada y tiene miedo de que entren visitas indeseadas, el mejor consejo es que evite los seguros, las alarmas o los permisos de armas. Mejor busque un cartel y un vigilante como los de la foto e intenta relajarse un poco, que hace mucho calor.