El sueño de Escipión
El principio del movimiento es el alma del universo que está situada fuera del tiempo, porque es eterna, no nace ni muere
El filósofo y orador Marc Tul·li Ciceró, figura clave del republicanismo romano, expone su concepción del universo y la inmortalidad del alma en el Libro VI de La República a través de un sueño revelador, el sueño de Escipión, el protagonista del diálogo filosófico. El nombre entero de Escipión es Publi Cornelio Escipión Emiliano, el Africano Menor, y fue un destacado político y militar romano del siglo II a. virtuoso, justo y exitoso y modélico en su compromiso con el bien común. filosófico y cosmológico
Cicerón introduce el relato sobre el sueño como una especie de epílogo filosófico y cosmológico, un apéndice a su filosofía política, inspirado en el mito de Er de Platón, con el fin de transmitir la idea de que el buen gobierno y la conducta virtuosa orientada al bien común tienen la gran recompensa de disfrutar de la vida eterna.
Así, Escipión recuerda el sueño que tuvo en África, en el año 149 a. C., durante la campaña militar contra Cartago, la conocida como Tercera Guerra Púnica, después de una conversación nocturna con el rey Massinissa, aliado de los romanos en la guerra y viejo amigo de la familia. El sueño comienza con la aparición de su padre adoptivo, Escipión el Africano. Cicerón vincula esta aparición a que Escipión y el rey habían estado hablando de ello, y hace evidente que los sueños están vinculados de forma natural a los pensamientos y conversaciones.
Al principio del sueño, Escipión teme al espectro del padre, pero éste le tranquiliza y sobre todo le advierte que tendrá que hacer memoria de todo lo que le contará. El padre le revela que será nombrado cónsul tras derrotar a los cartagineses. También le anticipa que pondrá fin a la guerra de Hispania con la victoria sobre Numancia y que a 56 años se proclamará dictador y salvador de Roma. Pero el mensaje que debe comunicarle va más allá de la gloria y la fama que adquirirá a escala personal, tiene un carácter trascendente y perdurable, y está destinado sobre todo a todos aquellos ciudadanos y gobernantes que, como él, se han mostrado respetuosos con la ley y se han esforzado en la conservación y el agrandamiento de la patria. La noticia que quiere hacerles llegar es esperanzadora y consiste en la promesa de que su conducta virtuosa se verá recompensada en el futuro por el Dios principal que les habrá reservado un lugar en el cielo, "donde podrán disfrutar eternamente de su felicidad".
Escipión comprende que la muerte entendida como la separación del alma de su prisión corporal, no es el fin, sino el principio de la vida. En este punto, Cicerón adopta la visión antropológica de Platón del cuerpo como prisión del alma inmortal. Entonces, Escipión se pregunta cuál es el sentido de la vida, y sobre todo, ¿qué hace viviendo todavía si la muerte supone pasar a mejor vida? ¿Por qué no sale al paso de la muerte? La aparición paterna le responde que no puede abandonar la vida terrenal sin acabar de cumplir con la misión encomendada por Dios y, que en términos generales, consiste en cuidar la Tierra.
El fantasma del padre le hace saber a través del sueño que la vida es "un camino hacia el cielo", y que el cielo debe ganarse cultivando la piedad, y respetando a la familia y la patria, y que los humanos están estrechamente vinculados con el cosmos a través del alma constituida de la misma esencia que los a la esencia.
A partir de aquí comienza la descripción de la cosmología ciceroniana de inspiración claramente platónica (coincide con la expuesta en el Time) y que sitúa a la Tierra, siempre inmóvil, en la novena esfera, apenas en el centro del universo. A su alrededor hay otras ocho esferas, concéntricas y en movimiento, la más externa de las cuales es la esfera celeste del dios supremo, una gran esfera que abraza todo lo demás. Esta esfera exterior formada por las estrellas fijas, delimita el universo, y engloba en su interior al resto de esferas, que contienen los diversos planetas de la Vía Láctea, Saturno, Júpiter, Marte, el Sol, Venus, Mercurio y la Luna. En resumen, el universo está dividido en dos partes, el mundo supralunar, eterno y formado por las estrellas, el Sol y los planetas, y el mundo sublunar formado por la Tierra, en donde todo es mortal, salvo los espíritus humanos, que son un don divino. Todos los cuerpos celestes y esferas se mueven con un movimiento circular y uniforme. Según Cicerón, este movimiento produce una música celestial, la música de las esferas. Se trata de una concepción de origen pitagórico, aceptada también por Platón, según la cual el movimiento de las esferas produce música y llena de tonos graves y agudos el universo, pero esta sonoridad es tan intensa y fuerte que las orejas humanas no pueden percibirla, al igual que los humanos tampoco pueden mirar directamente el Sol.
Cicerón está interesado en demostrar la eternidad del alma universal a través del movimiento, siguiendo la misma argumentación introducida por Platón en el Fedro. Y que, en síntesis, parte de la premisa de que todo lo que se mueve siempre es eterno, mientras que lo que es movido y recibe el movimiento ajeno es temporal y caduco. Por tanto, sólo lo que se mueve a sí mismo y nunca puede dejar de moverse es el origen y el principio del movimiento. Y ese principio, por ser principio no puede tener su origen ni nacer de otra cosa, por eso todo nace de él. Y si no fuera así, no podría ser su principio. Por último, de que no tenga un inicio se sigue también que no tiene un final ni puede morir nunca, que es animado. En conclusión, el principio del movimiento es el alma del universo que está ubicada fuera del tiempo, porque es eterna, no nace ni muere y se mueve por sí misma con un movimiento interno.
Caducidad de la gloria y la fama
Una vez Escipión el Africano ha terminado el relato cosmológico, reflexiona sobre la caducidad de la gloria y la fama, transmitiendo la idea moral propia del estoicismo, según la cual la gloria humana en la Tierra es efímera y está condenada al olvido, debido a la muerte y la acción destructora de los fen. De modo que el prestigio y la popularidad son insignificantes en comparación con la grandeza, el orden y la perfección del universo.
En último término, anima a su hijo a hacer suficientes méritos para alcanzar la gloria eterna y ganarse el derecho a habitar el universo junto con los dioses, y le pide que se esfuerce en ser virtuoso, se olvide de su cuerpo, no se deje dominar por las pasiones y los placeres y renuncie vida contemplativa y comprometida con el beneficio colectivo y el deber cívico de servir a la comunidad de la que forma parte. Esta somniloquia acaba con la advertencia de que aquellos que se dejen llevar por las pasiones y se entreguen a los placeres del cuerpo incumplirán las leyes humanas y divinas y sus almas vagarán errantes en torno a la Tierra y serán castigadas con dureza y sometidas a tormentos durante siglos, hasta que de nuevo queden librarse de la prisión terrenal. Tras estas revelaciones y advertencias, el alma de Escipión el Africano se va y el joven Escipión se despierta del sueño. Y con su despertar termina el diálogo de La República.