Un pacto por la igualdad: cómo Manacor ha evitado la segregación escolar
Desde el curso 2015-2016, las escuelas públicas y concertadas tienen un acuerdo que permite redistribuir al alumnado vulnerable de forma equitativa
Palma"Me llamaron del Ayuntamiento muy alarmados, y me dijeron: 'Esperanza, si no lo solucionamos, deberemos cerrar la escuela'". Es el testimonio de Esperança Nicolau, directora del CEIP Sa Torre de Manacor. Su escuela llegó a estar en el límite durante el curso 2015-2016, el primero con vigencia del acuerdo de escolarización equilibrada para redistribuir al alumnado vulnerable entre las públicas y concertadas. En ese momento, 21 familias se habían quedado sin plaza en su primera opción y eran asignadas a Sa Torre, un centro muy estigmatizado por haber tenido durante años cerca de un 90% de alumnado de origen magrebí. Ninguna de estas familias quería ir.
La llamada municipal no manifestaba la voluntad del Ayuntamiento (que era la contraria), sino que fue un grito de alerta: era necesario conseguir que las familias aceptaran su plaza en el centro. Lo hicieron once. Fue clave la iniciativa del nuevo equipo directivo del centro, que trabajó para convencer a las familias disidentes de que en Sa Torre estarían bien atendidas.
Aquella situación crítica marcaría el inicio de una transformación profunda. Si hasta entonces la escuela era considerada el gueto del municipio, hoy es un ejemplo de integración y diversidad. Nicolau lo sintetiza: "El éxito del proyecto es el equilibrio, porque ahora todas las escuelas tenemos el mismo sociograma y trabajamos en igualdad". Según la directora, la realidad anterior no llevaba nada bueno, ni a escala social ni curricular: "La escuela es un agente social muy potente y transformador, pero tal y como estábamos no se podía hacer el trabajo como era necesario y devolvíamos a la sociedad lo que la sociedad nos había entregado", dice. Hace referencia a las barreras lingüísticas "brutales" ya la dificultad de llevar adelante el proyecto educativo: "Teníamos muchas familias que, por ejemplo, no veían bien que hiciéramos excursiones o actividades complementarias". Otro de los beneficios de la nueva realidad es el aprendizaje entre iguales: "Si tienes un niño que tal vez va algo más avanzado, puede servir de referente y estirar lo que no va tanto", asegura la directora.
Responsabilidad compartida
Este cambio no fue fruto de la casualidad. Es resultado directo de un pacto firme entre centros y la Administración para redistribuir al alumnado con necesidades de forma más equitativa y justa. En el acuerdo participan el CEIP Sa Torre, Simón Ballester, Ses Comes, Mitjà de Mar, Molí d'en Xema, Jaume Vidal Alcover y Sa Graduada, y los centros concertados La Salle, San Vicente de Paúl, La Pureza y San Francisco.
Josep Gomila, inspector educativo e impulsor del acuerdo en Manacor, detalla su funcionamiento: “Se centra en los alumnos que entran en 4º de Infantil. centro. Era imposible realizar un reparto equitativo", expone. Con el acuerdo, cada año el Ayuntamiento filtra a todos los niños que se incorporan por primera vez al sistema educativo. A partir de ahí, un trabajador de Educación y uno de los Servicios Sociales citan a las familias para realizar una evaluación de cada niño: se detectan necesidades especiales, situaciones de vulnerabilidad y el desconocimiento de las lenguas oficiales.
Todo se hace antes de empezar la escolarización. Esto hace posible que después haya tres procesos distintos. Uno para los alumnos ordinarios, uno para los que se consideran NESE (Necesidades Educativas de Apoyo Educativo) y otro para los NEE (Necesidades Educativas Especiales). Los niños sólo compiten con quienes tienen su misma calificación. En función del censo de cada año, se fija un número máximo de alumnos por perfil. Por ejemplo, cada aula puede acoger a 15 alumnos ordinarios, seis NESE y uno con necesidades educativas especiales. "Todas las escuelas, tanto públicas como concertadas, reman juntas", asegura Gomila.
Una de las características del sistema educativo balear es el goteo constante de nuevas matriculaciones con el curso ya comenzado. En Manacor, se procura redistribuirlas entre todos los centros con plazas, aunque el CEIP Molí d'en Xema –el tercer centro con más alumnos de las Islas Baleares– recibe un mayor número porque tiene tres líneas y siempre suele tener plaza. Bel Rigo, que es su directora, hace una valoración positiva del acuerdo, pero pide cambios: "Nace de un compromiso muy fuerte de todos los centros y funciona, pero después de 10 años necesita actualizarse a las nuevas casuísticas", dice. También reclama más encuentros entre directores y Administración, más allá de la comisión de escolarización que se realiza cada final de curso para preparar lo siguiente: "Es necesario analizar cómo evoluciona todo y mirar si la vulnerabilidad se vuelve a concentrar en una misma escuela, para poder corregirlo".
Una pieza clave del sistema son los centros concertados. Hasta hace pocos años, algunos de ellos acogían mayoritariamente a alumnado autóctono, pero hoy se han implicado de lleno en el reparto de la vulnerabilidad. El director del CC La Salle de Manacor, Xisco Manresa, se siente cómodo: "Tenemos muy claro que debemos cumplir nuestro deber de remar en favor de la educación y de la igualdad. Hacemos una función social básica", sentencia. Hoy, La Salle es un centro más dentro de la realidad multicultural del municipio.
Manacor es un ejemplo de cómo la colaboración entre centros educativos, Administración y Servicios Sociales puede transformar realidades educativas marcadas por la segregación, y convertirlas en espacios de igualdad, integración y aprendizaje compartido.