Adopciones

"No es un embarazo, pero sientes una alegría inmensa"

Los padres adoptivos pasan por un proceso formativo y de entrevistas dirigido a encontrar la mejor opción para cada niño o niña. Los homosexuales ya superan a los heterosexuales que esperan una adopción en Mallorca.

PalmaÁlex tiene nueve años. Es "divertido, amable y amoroso". Se levanta diciendo "te quiero" y repartiendo besos. Lleva mal la frustración y "va por alcalde del pueblo" porque "saluda a todo el mundo por la calle". Aina cumplirá dos años. Es "risueña, independiente, siempre está de buen humor y duerme bien por las noches". En resumen, "ha venido a gozar de la vida". Rosa "tiene mucha vitalidad y carácter, un bombón de bebé". Los describen, orgullosos, sus padres adoptivos. Andrés y Alberto son los de Álex; Miguel, el de Aina. Y Marta, la madre de Rosa. Han sido considerados idóneos por el Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales (IMAS) del Consell de Mallorca después de superar una formación y entrevistas con todas las garantías para los menores. "Buscamos las mejores familias para los niños, no niños para las familias. Los que tienen derecho a ser adoptados son ellos, como medida de protección. Y no debe ser necesariamente un proceso tan largo como la gente piensa. Intentamos que sea lo más rápido posible, pero siempre atendiendo a los tiempos y las necesidades del niño", explica Apol·lònia Socias, directora insular de Servicios.

Mallorca cerró 2024 con 20 adopciones: 13 niños y siete muñecas. 11 de ellos tenían hasta tres años; seis, entre cuatro y seis años; y tres, más de siete años. La edad media se situó en 3,5 años. El 65% de los adoptantes eran parejas heterosexuales; un 25%, parejas gays; un 5%, parejas lesbianas; y un 5%, varones monoparentales. Actualmente, de las 35 solicitudes a adoptar, un 40% son parejas heterosexuales; un 37%, parejas gays; un 16%, mujeres monoparentales; un 3,5%, varones monoparentales; y un 3,5%, parejas de lesbianas. Según las estadísticas, la suma de los homosexuales que esperan para adoptar supera ya a los heterosexuales en Mallorca. "El aumento más significativo se ha producido entre hombres homosexuales y monoparentales, porque las mujeres tienen más opciones para ser madre. En cualquier caso, no es un criterio de selección. La idoneidad se da sólo pensando en atender las necesidades de nuestros niños. No todo el mundo lo consigue. Nosotros hablamos muy claro para que sepan unos buenos que sepan dónde se meten. Hay familias. La mirada siempre está puesta en el niño", certifica la jefa de servicio de adopciones del IMAS, Ángela Ramis.

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Los que inician un proceso de adopción se enfrentan a "una incertidumbre que deben asumir". No saben cuándo culminará ni si podrán completar el puzle de la vida previa de su hijo. "Les damos mucha información, pero no siempre tenemos todos los antecedentes. Los niños vienen con una carga, y quien adopta debe tener la capacidad y habilidad de acompañar en el trauma. Es un plus para las familias", prosigue Ramis.

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Cuando un niño entra en el programa de adopción, la Administración ya ha agotado todos los recursos para que vuelva con sus padres biológicos. Siempre es la prioridad, pero no está por encima, en ningún caso, del bienestar del menor. "Muchos niños vuelven con sus padres con garantías. Otros viven con familiares que hayan demostrado poder hacerse cargo de ellos. Además, no todos los niños son adoptables, muchos han sufrido un gran daño y no pueden convivir", añade.

Los futuros padres adoptivos responden a un cuestionario que define el perfil usado por el IMAS para encontrar al niño que puedan criar mejor. Deciden la franja de edad, si están dispuestos a cuidar a una criatura con necesidades especiales, algún tipo de discapacidad, de una etnia distinta a la suya o si quisieran mantener contacto con la familia biológica. Cuanto más restrictivo sea el perfil, menos posibilidades de encontrar coincidencias. Y viceversa. Esto explica que la familia más antigua del programa espere desde 2018 y otros que iniciaron el proceso en 2024 ya hayan adoptado.

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Andrés y Alberto se casaron en 2019 y al cabo de pocos meses empezaron los trámites para adoptar. "Lo teníamos clarísimo. Hay muchos niños que no tienen un hogar y no queríamos recurrir a un vientre de alquiler", asegura Andrés. Descartaron la franja de 0 a 3 años –la más solicitada–, tenían un perfil muy abierto y el IMAS les habló de Álex, un niño de seis años, incluido en el programa Esperanza para niños con necesidades especiales o con mayores dificultades para encontrar a una familia por su edad. "La espera no se nos hizo larga ni teníamos ansiedad, sino que nos sorprendió que nos llamaran tan pronto. En todo momento pudimos tomar nuestras decisiones", prosigue.

Durante el proceso, muchas familias van cambiando y abriendo sus perfiles. "Nosotros no teníamos en la cabeza la adopción abierta, que permite el contacto con los familiares del niño, y hace diez minutos estábamos hablando con el padre biológico. Hemos quedado por ir a la playa con él. Nos envía mensajes diciéndonos que nos ama mucho a los tres y agradece lo que hacemos por su hijo. nuestro hijo dice a sus amigos que tiene cuatro papás y flipan. En realidad, que nosotros seamos gays es lo menos exótico de su vida. Los amores no son sustitutivos, sino sumatorios.

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Antes de que Álex llegara a su casa y durmiera con ellos cada noche, como les recomendaron para crear el vínculo afectivo, intercambiaron un álbum con la familia canguro que había criado a su hijo. Álex hizo para Andrés y Alberto un dibujo de los tres en un coche, camino al nuevo hogar. La integración es paulatina: los contactos se van intensificando hasta que el niño pasa a vivir definitivamente con los padres adoptivos.

Un caso atípico

Miguel tiene 43 años, es gay y monoparental. Siempre había querido ser padre y, "por principios éticos", descartó también la gestación subrogada. "Los gays partimos de una situación muy diferente a la de los heterosexuales. Partimos del 'no' porque sabemos que no tendremos hijos. Ellos parten de un sí, pero a veces no pueden. Yo no tenía esa angustia porque no podía tenerlos por mí mismo. Para yo, este proyecto estaba por delante del de pareja, que puede acabarse. Pero, ser.

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El de Miquel es un caso atípico, prácticamente inexistente. Adoptó a una muñeca de cuatro meses a la que la madre, una joven europea, había renunciado al hospital. Dejó por escrito que quería preservar el anonimato frente a su hija. "En un embarazo tienes nueve meses para proyectar cómo será la vida con el bebé, pero yo tuve solo 15 días para hacerme a la idea", asegura este funcionario, que gozó de 26 semanas de baja de paternidad. No se reconoció a sí mismo cuando Aina le dijo 'papá' por primera vez, aunque le llenó de orgullo. "Es muy enriquecedor y una experiencia muy transformadora. No somos lo mismo. Te ayuda a vencer miedos y es un amor distinto, sanador y reconfortante. Es la persona que más quiero del mundo y hace que mi cerebro esté siempre en alerta. No le puede pasar nada", añade.

El día que llamaron a Marta del IMAS para presentarle el caso de su adopción con toda la información, le ofrecieron cuatro o cinco días para pensárselo. Vería la foto de su bebé sólo si aceptaba, como establece el protocolo. "No necesitaba ningún día para pensárselo. Dije que sí", revela esta profesora de 45 años que tenía un perfil de hasta seis años con necesidades especiales. "Por mi formación y mi forma de ser, siempre lo tuve claro. Cuando me dijeron los meses que tenía la muñeca, creía que eran años. Me cogió por sorpresa", confiesa Marta, quien nunca quiso ser madre biológica, sino adoptiva. La adaptación fue "muy fácil" gracias a la familia de acogida, con la que mantiene su trato. "No llegas a creerte que es tu hija. No es un embarazo, no la tienes dentro, pero la sensación se va fraguando, creciendo poco a poco. Es una emoción inmensa", revela. "Hay muchos mitos por desconocimiento sobre la adopción. Es gratuita y los monoparentales tenemos las mismas oportunidades. Sin duda, lo recomiendan", concluye.

Los nombres de los testimonios de este reportaje son ficticios para preservar la intimidad de los menores y familias implicadas.