Policías infiltrados

De las pintadas en la comisaría de Mahón contra los agentes infiltrados a ser investigados como grupo criminal: la Justicia contra Arran

El Supremo se ha pronunciado recientemente para que la causa se investigue desde Barcelona, ​​donde los militantes declararán el 17 de diciembre

PalmaA principios de 2020, al menos cuatro agentes del Cuerpo Nacional de Policía se infiltraron en varios movimientos sociales vinculados al independentismo. Bajo identidades falsas, Maria Perelló se infiltró en Girona; Ramon Martínez, en Valencia; y Daniel Hernández y Marc Hernández, en Barcelona.

Todos formaban parte de la 33ª promoción de la Escuela de Policía de Ávila y actúan bajo las órdenes de la Comisaría General de Información (CGI). Durante más de dos años, los cuatro agentes compartieron asambleas, debates, manifestaciones, amistades y también relaciones sexuales y afectivas con personas comprometidas con el independentismo, el derecho a la vivienda o el ecologismo.

El espionaje policial, bajo las órdenes de la que entonces era la cúpula de Interior, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y quien entonces era secretario de Estado de Interior, Rafael Pérez Ruiz (que dimitió en mayo de este año), y Eugenio Pereiro Blanco, que era jefe de la2 se estronca cuando La Directa yTV3 con el reportaje especial Infiltrados del 30 minutos sacan a la luz el modus operandi, los perfiles y, sobre todo, los errores que cometieron los topos y que fueron clave para que fueran descubiertos.

Sólo dos días después de hacerse públicas estas informaciones (día 12 de enero), un grupo de seis militantes de Arran se trasladó desde Barcelona a Menorca, donde los jóvenes hicieron dos acciones: la primera fue una pintada en una finca visible desde la carretera general de Menorca (de Maó a Ciutadella), iniciales del policía. La segunda fue el lanzamiento de pintura en una pared de la Comisaría de la Policía Nacional de Mahón, donde fueron identificados por agentes del cuerpo poco después.

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Aparte de las acciones de la entidad juvenil contra las infiltraciones policiales recientemente descubiertas, partidos políticos, asociaciones y sociedad civil salieron a las calles de Barcelona, ​​Girona, Valencia y Palma para protestar contra estas prácticas policiales llevadas a cabo fuera orden judicial. Igualmente, desde 2022, varios grupos parlamentarios han presentado más de 200 preguntas en el Congreso de los Diputados que no han sido contestadas.

La respuesta que ha dado el Ministerio de Interior hasta la fecha ante el alud de preguntas ha sido defender que la Policía Nacional actúa en el marco del ordenamiento jurídico español y la Constitución y defensa que no se trata de agentes encubiertos, para los que es necesaria una orden judicial, sino de agentes de inteligencia al servicio de la Comisaría. Recientemente, la Mesa del Parlamento catalán también ha trasladado a la Fiscalía las incomparecencias de los responsables de la Policía Nacional ante la comisión de investigación sobre los casos de infiltración.

El Supremo envía la causa a Barcelona

La Justicia ha cerrado la puerta en todas las ocasiones en las que tanto afectados como asociaciones han solicitado que se investigaran los agentes infiltrados. Se archivó la querella que presentó el activista gerundense y afectado Òscar Camps junto con cinco asociaciones. La juez la denegó a pesar de que Camps tuvo una relación sentimental durante meses con una de las policías infiltradas.

Del mismo modo ocurrió con la querella que cinco activistas presentaron ante un juzgado de Barcelona junto con quien uno de los agentes de la Policía Nacional había mantenido relaciones sexuales, porque entiende que "fueron consentidas en el momento que sucedieron". Quienes no tuvieron la misma suerte fueron los seis militantes de Arran que protestaron con pintadas contra las prácticas de los agentes, ya que un juzgado de Barcelona los investiga como "grupo criminal".

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Según el auto del Tribunal Supremo al que ha tenido acceso el ARA Baleares, los jóvenes que en un primer momento eran investigados por el juzgado de Mahón, lugar donde se produjeron las pintadas y donde el agente contra quien se hicieron las pintadas tomó declaración, serán citados en Barcelona después de que el Alto Tribunal haya resuelto que es el juzgado barcelonés el competente en que investigación, fue en Barcelona donde se organizaron los actos que llevaron a cabo los jóvenes.

"El juzgado de Maó consideró que en el escrito policial se concluye que los seis sujetos identificados como presuntos autores forman parte de un grupo criminal con suficiente estructura y reparto de roles y se concluye también que todos ellos organizaron los actos cometidos en Maó desde Barcelona, ​​lugar donde también aparecieron los redes sociales personales del agente de la Policía Nacional e incitaban al odio", apunta el auto del Supremo. Con esta resolución al conflicto de competencia interpuesto por el juzgado de Mahón sobre quien es el encargado de juzgar a los seis jóvenes, es como el Alto Tribunal pasa el balón (tal y como también había solicitado la Fiscalía) en el juzgado de Barcelona, ​​lugar donde se habría cometido el delito más grave de los tres que se les imputan, el de pertenencia a "grupo".

Citados el 17 de diciembre

Los seis militantes de Arran tienen ya fecha para declarar. Será el 17 de diciembre en el Juzgado de Instrucción número 28 de Barcelona. Deberán declarar por los delitos de daños, acoso y, sobre todo, de "pertenencia a grupo criminal". Una acusación que consideran completamente desproporcionada y políticamente dirigida.

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Los jóvenes explican que conocieron la existencia del procedimiento "de forma repentina y sin información previa", aunque aseguran que la vigilancia y el control policial sobre la organización "son conocidos y constantes". "Las fichas policiales que se han creado de nuestra militancia son una práctica sabida e ilegal", afirman. En estos momentos, el caso está en fase de instrucción y la militancia reconoce la inquietud de "no saber hacia dónde puede acabar derivando todo". Sin embargo, aseguran que se sienten protegidos por el apoyo legal de Alerta Solidaria y, sobre todo, por el apoyo político interno.

Por su parte, la defensa apunta a que trasladar la causa a Barcelona no ha sido "una simple cuestión de competencias judiciales o de geografía". Así lo interpreta la defensa de los jóvenes investigados encabezada por Alerta Solidaria, que ve en la decisión del Tribunal Supremo una nueva expresión de la respuesta "política y represiva" del Estado ante el independentismo. "El mensaje es el de siempre: en el independentismo, caña", resume la defensa del caso.

"La resolución del Supremo cierra una batalla silenciosa entre los juzgados de Maó y Barcelona, ​​ninguno de los cuales quería asumir la instrucción por motivos opuestos: el primero porque sostenía la tesis de la organización criminal, y el segundo porque no veía ningún indicio y quería devolver la causa a Menorca", expone. La decisión final, adoptada por el Tribunal Supremo, mantiene su causa en Barcelona y abre ahora una nueva fase judicial en la que los seis jóvenes declararán el próximo 17 de diciembre en la Ciudad de la Justicia. Sin embargo, la defensa reconoce que desconoce el alcance de las diligencias hechas hasta ahora y que toda la información disponible se deduce sólo del contenido de la resolución del Supremo.

Sin embargo, el abogado advierte que, a criterio de la defensa, el planteamiento judicial se asemeja a "una investigación prospectiva", basada en la presunción de un entramado criminal sin indicios de peso. "El exceso de celo en causas politizadas es la norma desde hace muchos años", sostiene. Sin embargo, la defensa no adelantará la estrategia hasta tener acceso completo a las conclusiones policiales y judiciales: "Primero habrá que ver qué tienen. No les daremos más información de la que ya obtienen por vías legales o ilegales".

Ninguna investigación sobre los agentes infiltrados

Sin embargo, denuncian que mientras los militantes afrontan cargas penales, la Justicia no ha abierto ninguna investigación sobre las infiltraciones policiales en movimientos sociales. "El Estado protege a los suyos, y más cuando estos infiltrados actuaban bajo el gobierno del PSOE y del ministro Marlaska". Los tribunales, recuerda, primero negaron la existencia de estas operaciones y ahora bloquean las querellas presentadas. Sin embargo, la defensa celebra que la investigación periodística y la difusión pública hayan expuesto las identidades de los agentes: "Les dará vergüenza ir por la calle. Ahora son conscientes de que la gente puede saber que son unos monstruos".

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Los límites constitucionales

El abogado y profesor de Derecho Constitucional de la UIB Sebastià Rubí considera que estas prácticas pueden chocar con derechos fundamentales como la libertad de asociación, opinión o expresión, y alertan de que, sin garantías, se acerca a lógicas de "estado policial".

Desde el punto de vista constitucional, explica que la limitación de un derecho fundamental sólo puede llevarse a cabo a través de una ley orgánica que determine sus condiciones o previa autorización judicial. Y la infiltración de un agente en una asociación sólo es admisible si existen indicios de que ésta funcione como una organización criminal, tal y como define el Código Penal. Sin control judicial, alertan, la práctica sería inconstitucional y podría derivar en dinámicas de "Policía patriótica".

Esto, dice, no significa negar la posibilidad de infiltraciones: significa exigir que se hagan con garantías y dentro de los límites constitucionales. De lo contrario, el Estado debería abrir expedientes disciplinarios o hacer asumir las responsabilidades a quienes han dado las órdenes, aunque admite que demostrarlo a menudo es complicado y la Fiscalía puede ser reacia a actuar contra la Policía.

Sin embargo, Rubí recuerda que la base del delito al odio es reconocer el derecho de protección de grupos minorizados y vulnerables, no el de instituciones ni autoridades, como se pretende hacer en este caso. Por eso, apunta que calificar de discurso de odio mensajes críticos con la Policía entra de lleno en conflicto con la libertad de expresión que reconoce la Constitución.