Como era María de la Paz Janer según su amiga: "Es seductora y coqueta, le sale sin querer"
Maria Llompart, amiga de la escritora, explica anécdotas de su infancia y adolescencia


PalmaLa vida real puede parecerse mucho a una película. Incluso, en ocasiones, parece que el tiempo va en cámara lenta. Uno de estos momentos cinematográficos es cuando dos personas arrancan a correr desde dos puntos distintos para encontrarse y abrazarse. El pan de cada verano cuando llegaban las vacaciones en tiempos que no había móviles y los amigos veraniegos podían estar meses –todo el curso escolar– sin saber nada el uno del otro. Así fue la infancia y adolescencia de María de la Paz Janer (Palma, 1966), que cada agosto llegaba a Llubí deslumbrando a todos. Nos lo cuenta su amiga lubina Maria Llompart, mientras recuerda cómo corrían para abrazarse. "Seráis amiguitas", les dijo su tía, que vivía ante casa de la madrina de María de la Paz. No se equivocó.
"La familia Janer Mulet se instalaba en Llubí en agosto. Desde el principio me pareció que María era diferente de mis amigas del pueblo. Jugábamos mucho con sus hermanos (son 4): tenían un columpio, una pequeña piscina de plástico. Pasábamos horas jugando con las Nancys, inventando mundos, y cuando ya éramos algo más grandes escribíamos obras de teatro, especialmente por Sant Bartomeu, que su hermano hacía fiesta. Las representábamos en el corral", hace memoria Maria Llompart. De hecho, destaca que la escritora es una persona muy familiar: "La relación que ha tenido siempre con sus padres, mujer Alicia y don Gabriel, es admirable. También con todos los hermanos. Adora a la familia, la quiere con locura", apunta.
Con los años, la personalidad de las dos amigas se fue desarrollando. Y algo que se ha mantenido en el tiempo es el carácter abierto de María de la Paz: "Con ella podías hablar de cualquier cosa, incluso de las intimidades más personales", comenta. "Valora mucho lo que la gente hace por ella", dice, casi en forma de agradecimiento, la lubina. Y no sólo era por lo físico: cuando hablaba se hacía escuchar porque es inteligente, culta y muy viva. Siempre ha sido especial", dice la amiga remarcando el natural de María de la Paz Janer. "Es muy seductora y coqueta, despierta pasiones, buenas y malas, pero nunca deja indiferente. Y es algo que no siempre busca, lo de seducir; sencillamente, le sale. Va arreglada incluso por estar por casa. Creo que lo ha heredado de su madrina, que también era bien presumida", recuerda Maria Llompart.
Una imagen de María de la Paz que se repetía cada verano: "La recuerdo escribiendo, leyendo y compartiendo literatura. Íbamos al desván de casa su tía Carme, que nos daba libretas llenas de poemas de amor, y los recitábamos como si fueran tesoros".
Las dos Marías que, amorosamente, se llaman Pacitas y Mary Poppins, han compartido tiempo, charlas, miedos. El resultado de esto es que se conocen profundamente: "Ahora, cuando leo sus libros, veo sus recuerdos, sus fantasmas y sus preocupaciones. La leo y pienso en una frase que decía su padre, Gabriel Janer Manila: 'La literatura culta es una gran mentira que esconde una profunda verdad'". Para la lubina, es algo mágico encontrar la verdad de Pacitas entre las líneas de sus novelas.