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Ibiza comprueba que las zonas inundables no son sólo un plano

Según los expertos, si la lluvia hubiera caído unos kilómetros más arriba, en las cabeceras de los torrentes, podría haberse complicado mucho más la situación. Reclaman detener el asfaltado de los entornos urbanos en zonas de riesgo

Palma"Las zonas inundables tienen la mala costumbre de inundarse". Lo ha dicho durante años Alfredo Barón, que fue jefe del Servicio de Estudios y Planificación de Recursos Hídricos del Govern y una autoridad en la materia. Su sentencia se dirigía a los poderes públicos, que durante décadas permitieron la construcción en áreas que se consideraban inundables, incluso mucho después de que los estudios y las primeras normativas empezaran a entrar en vigor. La semana pasada, la fuerza de la naturaleza volvió a embestir a Ibiza, y la suerte hizo que sólo tuvieran que lamentarse daños materiales. La lección más significativa de este episodio se puede aprender si se superpone la zona inundada con la cartografía de zonas inundables (ver fotografías principales): son un calco.

"Ha quedado claro que las inundaciones pueden tardar años, décadas o siglos, pero llegan. Si una zona está cartografiada como inundable, es por algún motivo", explica la geóloga ibicenca Inès Roig. Lo asegura también Joan Estrany, geógrafo y director del Observatorio Balear de Riesgos (RiscBal), quien quiere destacar "la importancia de disponer de trabajos que nos indiquen dónde está el peligro en caso de lluvia severa". "Los mapas de zonas inundables son fundamentales. Hay lugares donde las infraestructuras ya están hechas, pero pueden adaptarse, haciéndolas menos duras y más permeables, porque, cuando una zona se considera inundable, es por un motivo técnico", afirma.

Las inundaciones de Eivissa se produjeron por una precipitación muy intensa, de unos 254 l/m2 (cifra de la Aemet), que algunas fuentes no oficiales sitúan en 261 l/m2. Unas cantidades que pulverizaron el récord de las inundaciones de 1977. Esta enorme cantidad de agua cayó principalmente sobre la ciudad, provocando graves inundaciones de bajos, locales comerciales, y el rescate de más de 150 personas. Los teléfonos y servicios de emergencia se desbordaron durante horas, y cada uno salió como pudo de las zonas con más agua. Por fortuna, todo quedó en susto.

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Según la cartografía y las simulaciones que genera el visor del Ministerio para la Transición Ecológica en su plataforma de zonas inundables, unas 2.500 personas viven en una zona de riesgo en Eivissa. Pero la realidad es que no puede asegurarse una cifra. "Aún trabajamos para ofrecer un cálculo preciso", apunta Joan Estrany. Ahora bien, el 30 de septiembre quedó claro que buena parte de la ciudad puede quedar negada si hay lluvias torrenciales.

Unos kilómetros más arriba

La pregunta que se hacen los expertos es qué pudo ocurrir si, en vez de llover sobre la ciudad de Ibiza, la precipitación torrencial hubiera estado un poco más al norte, en las cabeceras de los torrentes. "Sólo que se hubiera registrado la misma cantidad de agua dos o tres kilómetros más arriba, pudo pasar una desgracia. Por suerte, no fue así, pero debemos tomar nota porque todas las prevenciones serán pocas", subraya Estrany. Los especialistas coinciden en que, todo ello, el impacto fue menor gracias a que el agua descargó muy cerca del mar. "No hubo torrentada, porque podría haber sido mucho peor", dice el profesor de Geografía de la UIBC los García.

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El momento más tenso llegó el mediodía del martes 30, cuando parecía que la tormenta ya remitía. Se intensificó de nuevo y superó los 180 l/m2. Esto provocó que se decretara la alerta roja. "Todos cruzamos los dedos para que no fuera a más y, sobre todo, para que no lloviera más arriba. Éramos conscientes del peligro que supondría eso. Yo no me despegué el teléfono", recuerda Miguel Fernández, un comerciante jubilado que asegura que pasó "bastante miedo".

El profesor Cels Garcia asegura que "la coordinación de emergencias y el sistema de avisos funcionó". "En este aspecto no hay nada que decir. Eso sí, todavía hubo gente que cogió el coche para ir a buscar a sus hijos, aunque se había pedido que no se hiciera", lamenta.

Estas conductas, en opinión de Joan Estrany, confirman que "nos falta cultura de la emergencia". Tampoco el Gobierno decretó el día anterior, con una previsión meteorológica clara, que se suspendían las clases. "Cuesta mucho tomar medidas preventivas. En otros lugares como Estados Unidos, la meteorología adversa ha hecho que se desarrolle un respeto y una prevención muy importante", explica el director de Riscbal.

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La falta de conciencia respecto a la importancia y los riesgos de las lluvias torrenciales hoy en día no sólo queda patente con las personas que ignoran los avisos y cogen el coche. "También ocurre con las infraestructuras, y con los equipamientos. Ya hay ciudades, incluso en África, que invierten dinero para hacerlo más permeable, para que absorban el agua. Así se reduce el efecto que provoca una gran precipitación en poco tiempo, una situación a la que debemos ir acostumbrándonos", advierte Estrany. En la misma línea, la geóloga Inès Roig apunta que "se han hecho construcciones bastante recientes muy cerca del torrente de Llavanera, donde incluso existe un polígono, por ejemplo". "El asfalto y el cemento aceleran el agua cuando llueve mucho. Por si fuera poco, existe la conciencia de cimentar las camas de los torrentes y de quitar la vegetación, que precisamente frena el agua. Es increíble, pero aún ponemos por delante la necesidad de hacer una nave industrial en vez de pensar cómo proteger a la población".

El cambio climático está aquí

Los investigadores del Laboratorio Interdisciplinario sobre Cambio Climático (Lincc) de la UIB han identificado que el cambio climático está provocando en Baleares –es previsible que vaya todavía más– la disminución de la precipitación media, junto con un aumento de la evaporación del agua del mar, lo que incrementa el estrés hídrico. La previsión es que los episodios de lluvias intensas sean más frecuentes y violentas. Ante este escenario, "no nos queda otra alternativa que aplicar dos máximas: no construir de ninguna manera sobre zonas inundables, y proteger las ciudades y los pueblos, en lugar de sólo pensar en seguir poniendo cemento", avisa Neus Prats, portavoz del GEN-GOB.

"Si damos una vuelta por la periferia de Ibiza, como ocurre en otros núcleos, podemos observar cómo se prioriza seguir creciendo. Hay más aparcamientos, carreteras y superficies comerciales, que en caso de lluvia torrencial provocan un efecto multiplicador de la fuerza del agua. Parece que las advertencias de los más expertos no son las advertencias de los expertos. negocio que por el territorio y la seguridad de las personas", espeta Prats.

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En sentido opuesto, las zonas húmedas como las Feixes "han actuado de esponja, ralentizan la velocidad del agua y la van absorbiendo". "En las ciudades no hemos hecho estructuras amables, sino que hemos asfaltado y hormigonado todo. Nunca es tarde para cambiar el rumbo. Tenemos que renaturalizar torrentes, crear alcantarillas con tierra, zonas verdes... y ser conscientes de que el agua volverá a reclamar sus espacios. Cuanto más preparados estamos, mejor nos irá", advierte.

Estas reflexiones no sirven sólo para Ibiza. Más de 150.000 personas residen en áreas clasificadas como zonas con riesgo de inundación en Baleares. Aunque no se trata de una cifra oficial, procede de los cálculos del Observatorio Balear de Riesgos (RiscBal) y de los cruces de datos con la cartografía del Ministerio para la Transición Ecológica. Los datos sorprenden: sólo entre Palma y Marratxí se acumulan cerca de 123.000 residentes en estas zonas de riesgo. En Alcúdia, por ejemplo, se calcula que casi un 80% de la población se encuentra en estos espacios. En Santa Ponça (Calvià), casi toda la población del núcleo reside en zona de riesgo.

En el caso de Palma, en 1956 sólo se habían urbanizado siete hectáreas en zonas inundables, mientras que en 2018 esta superficie pasó a más de 250 hectáreas. Las normativas son cada vez más estrictas, si bien vino por muy poco que PP-Vox no permitieran volver a construir en zonas inundables en rústico.

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Una autopista catastrófica

Según los cálculos de algunos organismos que han intervenido en las labores de recuperación de las inundaciones de Eivissa, uno de los tramos más complicados, la autopista que va al aeropuerto, ha llegado a acumular tres millones de litros días después de la llovida. El cierre del tráfico por la carretera del aeropuerto se produjo entre la ciudad y el túnel de Can Cifre.

No han tardado en salir voces críticas que se preguntan si esta obra, la infraestructura pública de movilidad más polémica y cara de la historia de Eivissa, se diseñó de forma adecuada.

Incluso el alcalde de San José, Vicent Roig, ha destacado la necesidad urgente de invertir en la mejora de los sistemas de drenaje y en la planificación urbana para evitar que situaciones como ésta se repitan en el futuro. También instó a las autoridades competentes a priorizar las obras de infraestructura que permitan una evacuación eficiente del agua pluvial, especialmente en zonas con alta densidad de tráfico, como la autovía hacia el aeropuerto.

En opinión de la portavoz del GEN GOB Neus Prats, "se trata de una muestra más del desastre que fue la construcción de esta autopista, que no sólo se impuso en contra de la voluntad de la mayor parte de la ciudadanía, sino que, además, se realizó sin tener en cuenta aspectos esenciales, como el drenaje". "Esto demuestra que sobró negocio y faltó profesionalidad", afirma. Ahora que se ha pedido la declaración de Eivissa como zona catastrófica, Prats dice que la catástrofe "es la autopista".