El demonio en la barriada de Nou Llevant
Nou Llevant responde al modelo de sociedad que sus impulsores, y sus promotores, imaginan
PalmaTal y como era de prever, la barriada de Nou Llevant se ha convertido en el buque insignia de la nueva Palma, que es la que puede surgir de las normativas urbanísticas desprotectoras de suelo rústico e impulsoras de la urbanización sin demasiados miramientos, o sin miramiento alguno. Nueva, de todos modos, tendrá poco: si acaso será una ciudad más grande, más cara, más masificada, más invivible, y con diferencias entre clases sociales cada vez más descaradas y más difíciles de superar. Como suele decirse ya actualmente de Palma: una ciudad con todos los inconvenientes de las grandes urbes, y con ninguna, o muy pocos, de sus ventajas. Una ciudad que durante el último medio siglo ha crecido de forma desordenada, sin hacer caso de las planificaciones (cuando las ha habido), a merced de empujes especuladores, siempre bajo la tutela y exigencias del sector turístico.
Nuevo Levante responde al modelo de sociedad que sus impulsores, y sus promotores, imaginan. Grandes bloques blancos de pisos caros, de unos 400.000 euros de media, que dentro de la imaginación de algunos llegan a pasar por asequibles en una isla en la que el mercado del lujo inmobiliario acude al alza, y donde se acumulan los supermillonarios que pagan dos y tres y cinco millones por una villa. Pero no son asequibles los pisos de 400.000 euros. Al menos, no lo son para la mayoría de una población que gana unos 16.000 euros brutos al año, y que, además, trabaja medio año sí y medio año no. Para esta gente, que debemos insistir en que es mayoría, un piso de 400.000 euros no es que no esté al alcance de sus posibilidades: no está ni siquiera al alcance de sus deseos. No pueden permitirse ni soñarlo.
Los blogs de Nou Llevant (feos, déjame decirlo) son archivadores verticales, con piscina comunitaria y miniáreas comerciales dentro o alrededor de la finca, para profesionales liberales, jubilados, expados, y, llegado el caso, turistas de poder adquisitivo alto. No están pensados ni construidos, aunque nuestras autoridades digan lo contrario, para dar solución a la emergencia habitacional que sufren Baleares en general, y Palma en concreto. Al contrario, lo previsible es que contribuyan a agravarla. De la misma forma, el segundo cinturón de Palma no descongestionará el tráfico ni los accesos a la ciudad; por el contrario, es obvio que los saturará aún más. Sin embargo, será la excusa que necesitan para construir más y más bloques de pisos en torno a las nuevas vías.
En medio de todo esto están los gatos, claro. El gato es un animal universal: su domesticación empezó hace un caramull de años, entre siete mil y diez mil (la del perro es aún más antigua, y retrocede en un tenedor de entre veinte y cuarenta mil años). En este tiempo, el gato se ha acostumbrado a vivir con los humanos, aunque también existe todavía en estado salvaje. Sea como fuere, allá donde vayamos a que haya humanos, podemos estar casi seguros de que habrá también gatos (salvo los climas demasiado extremos: no sé si los gatos aguantan el frío polar, como sí que lo sostienen los perros). Por tanto, no es de extrañar que en la barriada del Nou Llevant haya gatos que campan a relucir, como nos muestra esta foto de Isaac Buj. Se pasean y, sobre todo, buscan lugares donde yacerse, que es lo que más les gusta hacer en los gatos. Pero no tumbarse de cualquier forma, sino en las mejores condiciones posibles: buena temperatura, pero a la sombra y sin excesos de calor. Podríamos decir que los gatos son sibaritas del yacío, aunque este que vemos en la foto se ha conformado con una superficie asada y oxidada, como tantas cosas en la Mallorca que vamos haciendo.
Materia oscura
El gato también es un animal que algunos asocian con materia oscura. Con brujas, con el demonio. Lo sabemos bien los lectores deEl maestro y Margarita, la mítica novela del escritor ruso Mijaíl Bulgákov (de la que, por cierto, esta semana se ha estrenado, en el Teatre Lliure de Barcelona, una excelente adaptación teatral dirigida por Àlex Rigola). En esta historia prodigiosa, el diablo se presenta en Moscú en los años treinta para sembrar el pánico, y lo hace en persona, pero también en gato. Quiero decir que una de las apariencias que coge el demonio para hacerse presente es la de un pájaro negro que no hace buena. Nada, que, sin ánimo de dar miedo a nadie, si el demonio se paseaba en forma de gato por el Moscú de los años treinta del siglo XX, alerta de que no pueda hacerlo también por Palma en los años veinte del siglo XXI. ¿Acaso hace de observador para un fondo buitre...