Una casa con alas para vivir con autonomía y sin estigma
Compartir vivienda permite a personas con trastorno de salud mental ganar independencia y autoestima. Esta iniciativa es posible gracias a entidades como la Fundació Es Garrover
Palma"El respeto empieza por uno mismo. Si no lo tienes, no sabes respetar. No puedes estar todo el día sobre los demás, cada uno debe poder ir a sus anchas. Nadie es más que el otro". Así habla Manuel (56 años) de lo que considera importante para la convivencia. Hace pocos meses comparte piso en Inca con Luis (40 años) – reside una tercera persona que no ha participado en el reportaje. El acceso a esta vivienda ha sido posible gracias al trabajo de Fundación Es Garrover, una de las entidades que forma parte de 3 Salut Mental –junto con Estel de Llevant y la Asociación Gira-Sol. Los trastornos de salud mental no son ningún impedimento para estos dos amigos, que aseguran que nunca se han enfadado, y eso que compartieron habitación durante un año en una vivienda supervisada antes de vivir en este piso.
Los pisos compartidos son una modalidad nueva de vivienda para las personas con trastornos de salud mental, y el objetivo es que alcancen el máximo posible de autonomía. "Hay dos ejes de trabajo, además de la vivienda: la economía y el ámbito comunitario", explica la técnica de apoyo del Garrover, Antonella Silva. Es decir, gestionar los propios recursos y conectar con el entorno de dónde se vive. Manuel y Luis pagan una cantidad diaria que oscila entre 3 y 13 euros y que se calcula en función de los ingresos de cada persona.
Las historias de ambos son muy diferentes. Antes de acceder a un piso, Manuel pasó 12 años en la calle, tres de ellos, con la pensión embargada. Cuando volvió a tener ingresos, su principal objetivo fue ahorrar, hasta que pudo vivir en una vivienda supervisada. "Allí conocí a Luis. Con él hay respeto y orden", dice, y reconoce que prefiere la opción de compartir piso con cierta autonomía. "Desde que vivo aquí no ronco las vísperas", dice, y se ríe cuando Luis corrobora que roncaba fuerte.
En cambio, Luis vivió unos años con su padrino –sus problemas empezaron cuando tenía unos 20 años. Pese al apoyo familiar, asegura sentirse "muy solo", porque se le hacía cuesta arriba hablar con su entorno de lo que pasaba. En la Unidad Comunitaria de Rehabilitación (UCR) de Salud Mental le derivaron a una vivienda. "Estaba muy bien, podía contar mis cosas, me escuchaban", dice. Pero ese piso cerró. "Fue duro, porque había hecho amigos con los que compartía experiencias". La suerte es que después se encontró con Manuel.
Ambos superaron una valoración de los técnicos y se les dio la oportunidad de compartir esta vivienda en Inca. "Te vuelves más responsable. Hacemos limpieza semanal y cocinamos nosotros. Distribuimos las tareas y rotamos", señala Manuel. "Aquí se está muy bien porque no hay tantas molestias como en una vivienda supervisada. Hay más silencio y tranquilidad, y menos gente. También eres más autónomo", subraya Luis.
Ambos van a un taller ocupacional. "El trabajo dignifica", asegura Manuel, y también pueden hacer cosas como apuntarse a un gimnasio. "Les animamos a que estén conectados con la comunidad", dice la técnica. Y Manuel cuenta que, cuando estaba bien de la pierna –la han operado recientemente–, iba a aquagym. Una de las cosas que los amigos comparten es el placer de escuchar música. A Manuel le gusta "el house melódico" y Luis elige "en función del sentimiento del momento". Menciona a cantantes como India Martínez y Pablo Alborán, y critica que artistas como Ricky Martin y Shakira hayan dejado de lado los temas que hablan de amor. Manuel mira más la televisión que Luis –prefiere los videojuegos. "Me gusta estar informado, aunque la política es una basura, últimamente. También veo películas", comenta. Él se adapta a todo. Cuando estaba en la calle y carecía de televisor, se dedicaba "a pensar". "También leía un libro de Borges y escribía".
A la hora de realizar la compra, a Manuel no le gusta gastar mucho. De hecho, asegura que no compra huevos porque son muy caros y que tuvieron que convencerle para llevar una tarta el día de su cumpleaños. Para él, es muy importante ahorrar.
Lo importante de esta historia es que este piso de Inca que comparten ha dejado de ser una casa, un inmueble, y se ha convertido en un hogar. "Aquí no tenemos miedo a nada", dice Luis. "Me ha costado mucho acercarme a la gente porque tenía miedo cuando estaba solo y no sabía cómo buscarme la vida. Tenía que tener coraje para no hundirme. Mi prioridad era la comida", comenta Manuel. Por su parte, Luis remarca la importancia de compartir la vida con otras personas que tienen un trastorno. "Cuando vivía en la calle, tenía depresiones, pero ahora estoy con gente maravillosa", añade su compañero.
Una característica importante de las viviendas compartidas es que la estancia no es indefinida. Su finalidad es que las personas puedan terminar haciendo su vida. "Depende de cómo se encamine cada persona", apunta Silva. Cuando termine esta etapa, Manuel quiere comprar una furgoneta y adaptarla para vivir y Luis espera ir "con algún familiar". "Las personas como ellos tienen capacidad de preocuparse por su futuro, lógicamente con apoyo", añade la técnica de soporte.
Ambos afirman ser felices en estos momentos. "Estar bien es ser feliz", afirma Manuel. "Después de tantos años en la calle, se agradece tener un hogar, tu ropa, comida y cama", añade. Por su parte, Luis asegura ser feliz porque tuvo "una buena infancia". "Lo que he pasado no es tan duro como el caso de Manuel. Pero he pasado de compartir piso con gente desconocida a estar con gente que también tiene un trastorno, y es mejor llevar", continúa, y Antonella aprovecha para recordar que "todos pasamos por problemas de salud mental, aunque se hable poco".
La vivienda y el estigma
La emergencia habitacional afecta doblemente a las personas que conviven con un trastorno de salud mental. Muchas de ellas sobreviven gracias a pensiones irrisorias, y no pueden afrontar un alquiler. Además, cargan con el estigma y prejuicios de los propietarios. "'La propiedad prefiere alquilar el piso a una familia'. Esta es la respuesta que nos han dado muchísimas veces, porque enviaba un escrito a los anuncios explicando qué tipo de entidad somos", lamenta el gerente de la Fundación Es Garrover, Gori Molina, además de destacar que las entidades son "solventes" y tienen "recursos para apoyar a las personas" inquilinos han demostrado en todo momento su responsabilidad. "Los propietarios que nos lo han alquilado se han sorprendido. Incluso tenemos uno recurrente que, después de alquilarnos un piso, nos ha alquilado otro", dice.
Una de las maneras de conseguir viviendas de alquiler ha sido enseñar a los arrendadores el trabajo de la entidad. "Les mostramos quiénes somos, qué hacemos, cómo estará su casa", apunta, y asegura que la experiencia con los pisos también ha servido para "romper algún estigma". "Esto es un alquiler normal y corriente con personas normales y corrientes. A veces, se presupone que el comportamiento será diferente al de cualquier alquiler y al final es el mismo", reivindica.
Molina recuerda que la finalidad del proyecto "no es la casa, sino que la persona tenga la vida más autónoma posible". "Es difícil alcanzar esa autonomía si no tienes un sitio donde ir a dormir y ducharte. Luego se trata de tomar tus decisiones", continúa. Sentirse capaz de hacerlo da la oportunidad de "vivir como quieres, sin estar acondicionado".
Por eso, Molina señala que este tipo de recursos "no deben ser permanentes". "Tienen que ser temporales, porque la intención es que se transite hacia una mayor autonomía. No creemos en recursos finalistas para este colectivo. El caso de una persona mayor, por ejemplo, es muy diferente, porque el recurso es suyo hasta que termina la vida", explica, y subraya que es importante que las personas con problemas de salud mental "no sean espectadoras de su vida" sino ".
Ahora bien, Molina es consciente del gran obstáculo para que, no sólo las personas con problemas de salud mental, sino otras muchas, puedan ser independientes. "La vivienda ya es inaccesible para un sueldo medio. Imagina a una persona con el salario mínimo o una pensión ridícula. Y nosotros queremos que la gente pueda vivir en lugar de sobrevivir", sentencia.