Sexualidad

"Con 83 años, tengo los mejores orgasmos de mi vida"

El deseo no caduca: la sexualidad de las mujeres mayores desafía los tabúes y reclama espacio en el relato social sobre el envejecimiento

Rosalba pone para el fotógrafo sentada en un banco de la plaza de Espanya de Llucmajor.
04/11/2025
6 min

PalmaRosalba aparta, coqueta, el bastón con el que mantiene a raya el vaivén de su cuerpo enjuto. No lo quiere en las fotos que ilustran el testimonio de una mujer de 83 años que habla, sin prejuicios, sobre su vida sexual. Se acomoda en el banco de la plaza de España de Llucmajor y, sin que medie ninguna pregunta, pasa revista a más de ocho décadas. "No tengo equilibrio. Me he roto el fémur dos veces. Llevo un marcapasos y he tenido cáncer de mama", revela mientras posa la mano en el pecho derecho. "¡Soy biónica!", asegura en un italiano que no ha perdido pese a llevar más de cuatro décadas en Mallorca.

Se ajusta las gafas de pasta con motivos de leopardo sobre unos pómulos prominentes, enmarcados por sus cabellos rojos. De jovencita moldeó para mayoristas en Milán y vivió una infancia sin dificultades gracias al trabajo como contable de su padre. "Siempre fui rebelde", confiesa. Rebelde y madre soltera en la Italia católica de finales de los 60. "Soy creyente, pero no voy a la iglesia", resume. El concepto del pecado nunca condicionó su vida, sobre todo desde que, con 13 años, fue a confesarse y descubrió que el cura se masturbaba mientras le preguntaba si dormía desnuda o tenía novio. "No he vuelto. Yo dormía con pijama y no había estado con ningún hombre. ¡Pero si sólo tenía 13 años! He tenido la suerte de que muy pocas cosas me han impactado en mi vida y, por supuesto, nada relacionado con el sexo ha sido una de ellas".

Ha tenido tres relaciones largas. Sólo se casó –y convivió– con el último de esos hombres, del que enviudó. "Desde el año 1989 no he mantenido relaciones sexuales, pero ahora, con 83 años, tengo el mejor sexo y los mejores orgasmos de mi vida. Mi ginecólogo me felicita. Me ha dicho que es 'bravissimo' sentirse viva. Tengo mi vibrador y lo uso en el clítoris. Nunca he llegado al clímax con el pene. Antes, me masturbaba dos o tres veces por semana; ahora, con menos frecuencia, pero no pienso que sea nada que avergonzarse. Tengo orgasmos muy intensos, siento una vibración muy fuerte que se me pone la cabeza al 100%. Es algo bonito. No me ha pasado con esa intensidad ni a los 30, a los 40 o a los 50. Hablo de estos temas con mi hija. Nunca he ocultado nada en mi vida", prosigue.

"Lógico y natural"

El testimonio de Rosalba es para el psicólogo y sexólogo Adrián Sánchez "lógico y natural, aunque difícil de encontrar", porque "colectivamente es más sencillo pensar que las personas mayores carecen de sexualidad o deseo sexual, cuando es algo inherente al ser humano desde que nace hasta que muere". La ausencia de referentes y "unas narrativas sobre el envejecimiento entendido como un proceso triste" han contribuido a mirar a otro lado, esconder o censurar el sexo en la última etapa de la vida. "No se habla de eso, al igual que no se hace del sexo que tienen las personas con discapacidad, problemas de salud mental o entre mujeres. En las mujeres mayores, todas estas invisibilizaciones se entrelazan. Interiorizamos que a esa edad 'esto ya no es para mí', que estará mal visto y generará polémica", explica el experto que durante una investigación sobre el sexo de les mujeres en los geriátricos constató que el 80% apenas sabía qué era la masturbación. "Romantizamos que una pareja lleve 50 años junta y pasee de la mano, pero si los vemos metiéndose mano pensamos que han perdido la cabeza", añade Sánchez.

"Sin naturalidad no habría tenido esa vida, la vida que me gustaba", dice Rosalba antes de corregir cualquier categorización de ella como anciana. "Yo no soy vieja. El neurólogo me ha dicho que tengo un cerebro fabuloso. Mi hermana tiene 88 años y cree que tocarse es pecado. Hay mucha gente a la que, por su carácter, le da vergüenza lo que puedan pensar otras personas. No me ha pasado nunca. Veo el mundo como es y no hay nada malo en experimentar."

La forma en que la sociedad percibe el sexo de la gente mayor es distinta si se trata de un hombre o una mujer, según la psicóloga y sexóloga Susana Ivorra. "En el imaginario colectivo está el 'viejo verde', el 'miraniñas' y los 'papuchis', señores en edad de jubilación que muestran su deseo de forma activa. Sin embargo, la imagen de una mujer pasada la menopausia es la de muerte del deseo. Como si toda su sexualidad estuviera ligada a la reproducción y, una vez que la fertilidad sale por la puerta, el deseo también lo hiciera. Nada más lejos de la realidad".

El deseo tiene, según Ivorra, múltiples maneras de abrirse camino, y usa un símil para explicarlo. "Si apenas comes, al principio, tendrás hambre, pero poco a poco la alarma que nos recuerda que quisiéramos comer se va silenciando hasta apagarse y ya no sentimos ni hambre. Con el deseo ocurre igual: si no lo nutres, se apaga", explica. La experta ha atendido en su consulta a mujeres que creían ser asexuales hasta que han descubierto la masturbación, han encontrado un amante esmerado o han tenido una relación con otra mujer. Rosalba añora los besos y el contacto físico de un hombre. Le gusta sentir el tacto de sus pechos cuando se excita. "Tuve cáncer, pero los conservo. Mis pechos eran bellos, cabían en una copa de champán", confiesa, divertida, quien no vio problema en que sus amantes no pudieran mantener una erección. "Hay muchas maneras de sentir placer", señala sobre prácticas o formas de intimidad que se vuelven más importantes en esta etapa de la vida. Para Ivorra, "todas las que se alejan del coitocentrismo". "Llamar prolegómenos o preliminares a los besos, las caricias y la masturbación implica que el sexo de verdad comienza con la penetración. Por tanto, sin ella, no hay relaciones. Éste es el prejuicio. En estas etapas, en las que los hombres pueden tener problemas de erección o eyaculación, no psicológicos, sino ligados a temas médicos; y en las que en las mujeres puede haber un adelgazamiento, sequedad o inflamación de las paredes vaginales, que puede producir dolor durante el coito, se hace especialmente importante entender la intimidad como algo más allá de meter y sacar", añade la experta.

Estudios escasos

Los estudios sobre el sexo en la ancianidad son muy escasos, antiguos, o abarcan una etapa muy amplia que comienza en los 65 años. Según la última Encuesta Nacional de Salud Sexual (2009), el 24% de las personas de esa o más edad había mantenido relaciones sexuales al menos una vez a la semana. Del mismo modo, el 62,3% de los hombres y el 37,4% de las mujeres de esa franja declaró ser sexualmente activo.

Rosalba insiste en que nunca le preocupó si ser madre soltera o lo que hacía con sus parejas despertaba el juicio ajeno, pero las mujeres de su generación "no sólo no recibieron educación sexual, sino que crecieron con ideas muy distorsionadas por falsas creencias y la religión", según Ivorra. Los talleres y consultas sobre sexualidad están llenos de mujeres a partir de 70 años que relatan cómo no han tenido su primer orgasmo hasta que se han masturbado tras enviduar. "Se han pasado toda la vida creyendo que no les gustaba el sexo, que era algo que debía hacerse por mantenimiento, porque tocaba, para complacer, y luego entendían que habían sido estas prácticas sexuales coitocentristas, sin estimulación ni excitación previa, las que habían matado su deseo. Es un despertar para el que nunca es tarde", señala Ivorra.

En edades más avanzadas, cuando son necesarios los cuidados, se produce una infantilización de los mayores, a los que se censura o se trata como niños. Sin embargo, según la sexóloga, no siempre fue así. "Cuando la estructura familiar y social era otra, más compartida, más comunitaria, menos aislada e individualista, la persona mayor era una parte más, necesaria, que participaba. Creo que a medida que nos hemos alejado de los mayores, los vemos como ajenos, diferentes, vemos los defectos, muchos de ellos creados por esta lejanía, por la soledad. Soy una gran defensora de las amistades intergeneracionales, porque creo que conocer de cerca a personas de diferentes edades nos ayuda a entender mejor su realidad y a liberarse de prejuicios fruto del desconocimiento”.

Al terminar la charla, Rosalba se pone de pie sin ayuda y mantiene su porte elegante. Hay tiempo para una confidencia más. Y para un consejo: "Si veo un vídeo porno en el que se besan, siento más. Yo no puedo saber cómo es el placer de los demás, pero sí puedo animar a que se masturben, que lo hagan, a que se toquen. No pierden nada. Estamos vivos".

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