El problema de Vox con la fiesta del Flexas
La fiesta del Flexas nació como verbena de Canamunt sin otro propósito que hacer barrio y pasar un buen rato. Desde esa primera edición, las familias acudían con sus hijos subidos sobre los hombros y todos aplaudían un remedo de chupinazo o el baile de las drag queen. Fue creciendo de forma orgánica por la aceptación del público. Los organizadores, con Pepa Charro (La Terremoco de Alcorcón) al frente, sufragaron de su bolsillo ese crecimiento. Los amigos venían a actuar por una paella, un alojamiento y la amistad con Charro, que pone al servicio de Palma su agenda.
La declaración de fiesta de interés municipal supongo que será solo una fórmula jurídica para que el Ayuntamiento de Palma colabore en la seguridad y la limpieza. Lo mínimo es poner unos cuantos urinarios públicos y quitar la basura cuando alguien te prepara la fiesta del verano. Diría que a Cort le sale más que rentable.
Vox pide explicaciones al Ayuntamiento sobre la distinción que ha concedido y recuerda que “en España” (siempre España, claro) hay fiestas todo el año: “algunas tienen origen religioso, otras se remontan a tradiciones memoriales y otras son simplemente parte de nuestra cultura”. Legitima, por supuesto, las bendecidas por Cristo, las más antiguas y las que formen parte del acervo, siempre según su punto de vista. Pero el quid de la cuestión es que consideran “un error del ayuntamiento apoyar una fiesta con ideología LGTBIAQ+” que requiere “analizar” su “influencia en los menores de edad". También afea que los asistentes beben y se drogan. Lo harán de la misma forma, digo yo, que los padres de familia y hombres de bien a los que he visto meterse rayas como mi dedo índice en bodas, bautizos y comuniones. Farlopa sacramental.
Yo no asisto a ninguna procesión y respeto a los creyentes que acompañan sus imágenes. O me puede parecer un absurdo desperdiciar miles de flores para celebrar el Corpus Christi. Pero asumo que a otros les embargue la emoción.
A Vox le molesta que la fiesta del Flexas convoque a rojos y maricones, que diría Jorge Javier Vázquez. Que esa bacanal convierta a centenares de niños en homosexuales, como si la orientación sexual dependiera de los mensajes recibidos.
Es tan sencillo como que vayan a la fiesta que les apetezca. Ellos y sus hijos vacunados contra la diversidad y la diversión. A los miles de asistentes a la fiesta del Flexas que los dejen bailar al ritmo de santa Raffaella Carrá.