Summertime Sadness
Sé que es una obviedad, pero somos lento y hombre, dos atributos que, por lo que me comentan las amigas, a menudo van de la mano. Y en mi caso, es así: las sutilezas de este mundo se me escapan, al menos hasta que dejan de serlo. Así que no ha sido hasta mi último vuelo de regreso a Mallorca que he sido consciente de un hecho que es probable que muchos de ustedes hayan asimilado ya: el aeropuerto de Palma es una trampa mortal, un laberinto claramente pensado para que el turista se vaya aclimatando a la violencia y la desesperanza que se han convertido en el producto típico de Mallorca.
La idea no es que los usuarios salgan de allí con la mayor comodidad y eficiencia, como cabría esperar, sino que hagan un interminable y demencial tour de insípidas franquicias, la mayoría de las cuales ofrecen productos indistinguibles –todos los panecillos de bolillos los ha hecho claramente la misma persona o grupo de personas, ¿no?–, que desemboca en una terminal donde, a la vez, te golpea el calor recalentado (¿es esto posible?) y un guirigay irritante formado por un muro de conductores con nombre perdidas y confusas, algunas a punto de estirarse a llorar en posición fetal en el suelo de puro agotamiento vital, sin haber logrado ver, más que a través de los cristales, un rayo de sol mínimamente mediterráneo.
Diría que ninguna de las medidas contempladas en la ampliación encubierta de Son Sant Joan va encaminada a mejorar la experiencia de los pasajeros: si ya era un infierno salir de la isla, ahora han conseguido que volver también lo sea. Y digo ampliación porque eso es lo que es y todos lo sabemos, pero Aena no admitirá nunca, ni siquiera cuando (¡oh, milagro!), después de terminar las obras, crezca el número de operaciones y pasajeros... ¡Sorpresa! Justo lo que habíamos pedido: ¡más turistas! ¡Nyam!
El consuelo, claro, es que tendremos el mayor McDonald's de Europa, noticia que despertó a algunos titulares triunfales entre la prensa de calidad. No se me ocurre mejor imagen para ilustrar la posición que Mallorca y Palma aspiran a tener en el mundo.
Don por hecho que su inauguración formará parte del programa de actos de la candidatura de Ciudad a Capital Europea de la Cultura para el año 2031, en sintonía general con el espíritu de emprendeduría de pantalones chinos color beige, pulseras y camisa blanca que transmite el proyecto en general. No es que no crea que en Palma haya buena cultura, sólo es que cuando Jaime Martínez, Javier Bonet o Gómezdelachaqueta hablan de cultura, tengo la sensación de que hablan de una fiesta privada a la que los indígenas no estamos invitados.
También pienso que si algo no debe necesitar Palma ni Mallorca son más reclamos.
Por suerte, allí tenemos Son Sant Joan, el equivalente a una gigante puerta giratoria sin salida donde nuestros visitantes pueden experimentar en su propia piel la sensación de naufragio y desconsuelo que ahora mismo sienten la mayor parte de los habitantes de la isla. ¡Y sin siquiera tener que salir del recinto! Definitivamente, la mejor campaña contra la saturación turística empatada con el cringe que provocan los carteles de "Tourist, go home happy!" y "Tourist don't go home, stay longer with us. Thanks", donde sólo falta la imagen de Kathy Bates en Misery.
Además, ¿somos el único al que eso de hacer proyectos para 2031 le parece algo optimista? Quizás sería mejor invertir directamente ese dinero ya, por lo que pueda pasar. Propongo hacerlo en un letrero que ponga "Son Sant Joan Escape Room". Al menos así quedará claro a qué jugamos. Y lo que sobre, Big Mac's.