Sobre los roedores
PalmaDurante la semana nos dedicamos a trabajar, comer y dormir para tener las fuerzas para continuar un día tras otro. Ganamos el dinero que el sistema necesita engullir para sobrevivir: pagamos religiosamente a las empresas energéticas, de telecomunicaciones, las cuotas del coche y la hipoteca en el banco, la gasolina, vamos al supermercado... Además, adquirimos productos cosméticos para mejorar nuestro aspecto físico, ropa de marcas populares, zapatos y, si tenemos la suerte de una gran franquicia de éstas que pueblan los espacios exteriores de algún gran centro comercial. E intentamos ir de vacaciones al menos una vez al año, para que las grandes compañías aéreas, hoteleras y de alquiler turístico no tengan que sufrir por si no hacen récord de ganancias.
El sistema nos paga, pero nos reclama que el dinero vuelva a él: ésta es la verdadera economía circular, la rueda que hacemos girar a la manera de cualquier roedor neurótico de pasar sus días dentro de una jaula, sin posibilidad alguna de respirar aire fresco ni de mirar el horizonte más allá de los barrotes.
Tenemos que gastar hasta el último centavo, llegar a fin de mes de mala manera. Esto, los que tenemos suerte de llegar, que cada vez somos menos, porque el sistema va dejando a seres defenestrados a su paso. Si se nos ocurre hacer ver que no nos gustaría detener un poco, o no correr tanto, o vivir de otra forma, el sistema enseguida nos acusa de violentos y terroristas, no sea que haya más gente que se sume a nuestras peticiones y haya más ruedas que dejen de girar. Los portavoces delstatu quo tienen una apariencia respetable, son mujeres y hombres de orden que nos contemplarán con una mirada censuradora y nos reclamarán que, al menos, tengamos un comportamiento adecuado.
Si consumimos a las todas, unos pocos podrán viajar en jet privado, ir de vacaciones con su yate y gastar en cuestión de horas lo que nosotros tardamos meses en ganar. Si no consumimos a todas, nos regañarán, nos tratarán con paternalismo, nos explicarán que los cambios sólo sirven para ir a peor.
Por eso, consumir lo que sólo necesitamos de verdad es hoy en día un acto revolucionario. Ir a comprar unos zapatos después de que se te hayan roto los que tenías, en lugar de tener el armario lleno, es una provocación propia de sinvergüenzas, de gente peligrosa que busca el caos social.