Menores no acompañados y turismo de bregas
Causa perplejidad, para utilizar una palabra neutra, oír a la consejera de Bienestar Social y Familias, Sandra Fernández, anunciar que Baleares agotarán "todas las vías", se entiende que legales, para evitar cumplir la ley y acoger a los menores migrantes no acompañados que le corresponden, por "falta de capacidad". Es decepcionante que una comunidad tan potente y próspera, que según sus propios gobernantes es líder mundial entre los destinos turísticos, no tenga capacidad para acoger, a lo sumo, a una cincuentena de niños y adolescentes desprovistos de medios de subsistencia.
Baleares, en cambio, sí tiene capacidad, al parecer, para acoger a veinte millones de turistas, o de prever un crecimiento de la población, y de la superficie construida, de un 30 o un 40% (esto último, en virtud de la Ley de obtención de suelo, recientemente aprobada). Esta capacidad sí que la tenemos, aunque no sepamos ni con qué agua, ni con qué servicios, ni con qué infraestructuras podremos afrontar una sobrepoblación de esa magnitud. Antes de que alguien objete que este argumento es demagógico, porque no se puede comparar el turismo y la inmigración ilegal, responderemos que la demagogia es otra. La demagogia es presentar como un problema de "capacidad" lo que no son más que enfrentamientos políticos y prejuicios ideológicos: se trata de rechazar a los menores no acompañados para oponerse al perverso sanchismo (que como sabemos es una prioridad de la ciudadanía de Baleares) y para complacer a los socios racistas y fascistas de Vox. Aunque al PP, cabe recordarlo, no le cuesta nada sintonizar con los planteamientos ultraderechistas de Vox, un partido que nació, precisamente, de dentro del propio PP.
Ya que hablamos de ello, entre los millones de turistas de bajo precio (es la traducción de low cost; no es imprescindible decir las cositas en inglés) que sí tenemos la capacidad de acoger figuran un grupo de jóvenes irlandeses, de unos dieciocho años, que apalearon a un hombre de setenta y un años, y su nieto de veinte, en Santa Ponça. La agresión fue cometida a finales de julio, pero se ha sabido unos días después, y se produjo en presencia de numerosos testigos, que pudieron ver cómo los turistas buscaban bronca con la gente de alrededor, hasta que eligieron a las dos víctimas mencionadas y las apalearon porque sí, porque estaban allí, sin motivo ni provocación previos. La peor parte la llevó el hombre de setenta y un años, que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente, porque había sufrido fracturas en el rostro. Los agresores fueron identificados y detenidos, y después dejados en libertad condicional bajo pago de una fianza de dos mil euros. Si va de vacaciones a Mallorca y dentro del paquete de todo incluido desea añadir el extra de apalear dos aborígenes, el precio, ciertamente módico, son dos mil euritos. No es pagado por lo que dan.
Esperamos ansiosos a los grandes titulares del periodismo basura local, exigiendo prisión para los agresores. Esperamos impacientes el comunicado de los hoteleros, condenando el perjuicio que hechos de esta naturaleza causan a la buena imagen del turismo de Baleares, un sector maduro caracterizado por la búsqueda de excelencia. Esperamos con candeletas que el líder supremo del partido que gobierna en Baleares (es decir, Vox), Santiago Abascal, haga un llamamiento a los españoles de bien para expulsar a estos delincuentes que vienen de fuera a pegar a nuestros ancianos. Tal vez esto no ocurra porque es con el turismo de peleas y energúmenos, el turismo que no quieren los países de nuestro entorno, que nuestros próceres nos procuran el pan a todos.