'Haters', ¡es hora de resistir!

Palmatengo que agradecer a mi compañera Laura López que me definiera de una manera con la que me siento plenamente identificada: hater del obvio. Esta definición no hace de mí ningún ser especial, porque el mundo está lleno de hateros. Simplemente me hace sentir parte de una hermandad. Los odios unen a las personas con mucha fuerza, tal vez incluso más que el amor –para sacar provecho del odio, recomiendan la lectura de Los enemicos. O cómo sobrevivir al odio y aprovechar la enemistad (Anagrama), de Kiko Amat.

Escribo este artículo en una de las épocas más obvias del año, la de Navidad, bien odiada por la comunidad de los hateros del mundo. Aquí debemos aferrarnos a una palabra primordial: 'resistencia'. Debemos resistir a que nos feliciten personas a las que importamos una pimienta, y también la tentación de enviar de vuelta buenos deseos, porque ellas también nos importan una pimienta a nosotros. Debemos resistir a la hora de dar nuestra opinión, porque, en el fondo, sabemos que nuestros seres queridos están cansados ​​de sentirnos remover. Que sí, que el consumismo es una mierda, que la gente muere de hambre y aquí la gente se hincha a comer ya beber, que Jesucristo moriría de un ictus si viera en qué se ha convertido el mundo... Esto sólo nos interesa a nosotros, de modo que podemos ahorrarnos esta necesidad imperiosa que sentimos para comunicarlo. Además, si a nosotros nos importan también una pimienta las cosas que piensan los demás, ¿por qué debemos pensar que las nuestras sí que lo son, importantes? Seamos coherentes y callamos. Tal vez algún día alguien consigue los teléfonos de un buen puñado de hateros y nos unimos en un grupo de WhatsApp acogedor, donde no nos sentimos juzgados. Una especie de paraíso del odio.

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En nuestro camino de resistencia, debemos llegar en Nochevieja. Y sí, debemos hacer los gorriones comiendo uva, aunque sabemos que hacer este doi mirando a unos ridículos presentadores de televisión a nosotros no nos sirve ni para reír, aunque nuestro rictus nos ayude a disimular.

Y debemos luchar por encontrar momentos de paz en medio de este frenesí. Momentos para respirar, reflexionar, estar tranquilos. En medio del ajetreo, el silencio es sanador, y la soledad nos aporta la dulzura de la compañía –sí, parece paradójico, pero somos hater, no una especialista en lógica. Como buenos odiadores, debemos alcanzar felicidad en su justa medida, porque no estamos capacitados para soportar demasiado y, si lo estuviéramos, no lo quisiéramos.