Alumnos del Instituto Escola Mediterrani de Tarragona, en una imagen de archivo.
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La política educativa debe tener como propósito central el éxito de todo el alumnado. Insistía recientemente la socióloga Aina Tarabini, que recordaba que el éxito educativo se visualiza en el rendimiento académico pero también en las trayectorias educativas y en la adhesión emocional con el proceso de aprendizaje. Pues bien, en estos momentos, la política educativa suspende en este propósito.

En Cataluña, los resultados y las oportunidades educativas siguen estando fuertemente condicionados por el origen social de niños y jóvenes. Lo hemos constatado de nuevo en la presentación que hace unos días hizo el departamento de Educación de los logros de los alumnos catalanes de 6º de primaria y de 4º de ESO en las pruebas de competencias. Son unos malos resultados. En términos generales, ponen de manifiesto que los niveles de competencias no han mejorado en los últimos siete u ocho años, y que, en algunos ámbitos de conocimiento, han retrocedido en los últimos dos cursos. Éste es el caso de las matemáticas en 6º de primaria y 4º de ESO (pérdidas de 7 y 9 puntos, respectivamente), y del inglés a 4º de ESO (pérdida de 6,3 puntos).

Una parte de este retroceso es atribuible a efectos de la crisis pandémica en los cursos 2019-2020 y 2020-2021. Recordamos: cierre de escuelas, digitalización desigual entre alumnos y centros, grupos burbuja, falta de apoyo al profesorado novel, etc. Pero la pandemia tiene sólo parte de la culpa. O, al menos, sus efectos refuerzan las consecuencias de un mal endémico del sistema: la persistencia de unas desigualdades educativas que la política no logra corregir y que corren el riesgo de cronificarse. Por ejemplo, este año los alumnos de 4º de ESO de los centros más segregados han obtenido de media 20,8 puntos menos en inglés que los alumnos en centros de baja complejidad; 16,5 puntos menos en matemáticas y 10 puntos menos en catalán. En primaria, 15,6 puntos menos en inglés; 10,8 puntos menos en matemáticas y 12,8 en catalán. Estas desigualdades se han mantenido bastante estables en los últimos tres años.

Para hacer frente a estos resultados, el departamento ha anunciado un batería de medidas "de compensación", que prevé principalmente actuaciones de capacitación de centros y docentes en las áreas competenciales donde se han hecho más evidentes las pérdidas de aprendizajes.

Habrá que esperar a ver cómo este conjunto de medidas se hacen efectivas y si tienen algún impacto real y sostenible en el enderezamiento de los resultados educativos del alumnado en primaria y secundaria. Pero lo que en cualquier caso podemos afirmar es que difícilmente se conseguirá afianzar mejoras significativas y sostenidas en los logros educativos de los alumnos catalanes si no se apuesta por una política sólida, consistente y articulada en favor de la equidad. Una política educativa valiente que contenga los siguientes pilares de acción inmediata.

Un plan contra el abandono educativo prematuro que incluya medidas de orientación, refuerzo educativo y becas de continuidad, que prioricen al alumnado desfavorecido, y dotado del presupuesto suficiente.

Un plan de implementación de las principales medidas incluidas en el pacto contra la segregación escolar y el decreto de admisión de alumnos en el terreno de la programación de la oferta de plazas y los acuerdos de corresponsabilidad que favorezcan el compromiso de la escuela concertada con la acogida de alumnado con necesidades educativas.

Un sistema de financiación de los centros educativos que les permita disponer de los recursos que necesitan, cuando los necesitan y de la forma que los necesitan (personal docente, no docente, de gestión, asignaciones económicas a proyectos...). Esto implica poner en práctica un modelo de financiación por fórmula que estabilice la asignación equitativa de recursos a los centros públicos y concertados.

Un acuerdo de país para democratizar de una vez por todas la participación en los programas de actividades extraescolares que ofrecen escuelas, entidades y municipios, con programas de becas y acciones de sensibilización para incentivar la participación en estas actividades de aquellos colectivos que menos participan.

Un plan de formaciones de los profesionales docentes y no docentes que priorice los contenidos basados en las necesidades de los equipos educativos de los centros y que, por tanto, tengan sentido partiendo de contextos particulares y situaciones específicas.

En un momento de fragilidad social como el actual, hay que pasar de la política del parche a una política en mayúsculas valiente contra las desigualdades educativas y en favor del éxito educativo de todos.

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