El turismo pierde hegemonía y sube el negocio "rentista"

Comercio y construcción se benefician del alud de ciudadanos que invierten en activos inmobiliarios. La conectividad hace de Baleares el paraíso de chalets y propiedades para vacaciones o para vivir en ellas

PalmaUno de cada cuatro euros que mueve la economía de las Islas Baleares está directamente relacionado con el turismo. Y cerca de un tercio de los trabajadores de la Comunitat trabajan allí. Son datos de la Fundación Impulsa que ha categorizado de forma detallada los principales sectores productivos de las Islas y que retratan un hecho: a pesar de ser todavía con diferencia la actividad con mayor importancia cuantitativa, el turismo pierde proporcionalmente peso al conjunto de la economía balear. Los motivos responden a una suma de factores complejos e incluso cambian "en función de los parámetros que se utilicen para analizarlo", explica el catedrático de Economía y director de Impulsa, Antoni Riera, pero en todo caso revelan que "las cosas están cambiando" y que ya no se puede hablar sólo de turismo para definir la economía insular.

El consumo interno se dispara

Aunque, según sea el criterio elegido, el porcentaje de contribución del turismo a la economía del Archipiélago puede llegar a ser mayor. "Innegablemente existe una parte del comercio y de la construcción que está inducido directamente por el turismo, pero no debemos perder de vista, por ejemplo, el incremento del consumo interno, por el aumento de población", recuerda Antoni Riera. Entre 2010 y la actualidad, los residentes en las Islas se han incrementado con más de 150.000 personas, lo que supone el mayor aumento de todo el estado español.

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Esta población, coinciden los expertos, ha contribuido también a disparar las cifras del sector comercial, que sólo entre 2018 y 2022 vio cómo se autorizaban 20.400 nuevos metros cuadrados de grandes superficies. Los supermercados grandes son unos de los grandes beneficiados, aunque no los únicos, de dos factores clave: más población residente y más personas que ya no se alojan en hoteles, sino que prefieren otras fórmulas que precisamente ya escapan de la definición pura de turismo. Son ciudadanos principalmente europeos que compran, alquilan o van a propiedades de amigos a pasar temporadas, y que técnicamente no son turistas.

Economía inmobiliaria

Este fenómeno, que el doctor en Geografía de la UIBIvan Murray califica de "economía inmobiliaria y rentista", ha provocado una fiebre de actividad en sectores como la construcción y sus segmentos complementarios. Carpinteros, herreros, empresas instaladoras, jardinería recorren las Islas frenéticamente para dar servicio a esta vorágine que, sin estar contabilizado como un sector concreto, es ahora mismo una locomotora económica.

Basta con observar una mañana el atasco habitual de la autopista Palma-Andratx: los coches de alta gama de propietarios extranjeros conviven con las furgonetas de trabajadores que se dirigen a las obras, principalmente de chalets de lujo. Se trata de una subindustria que ocupa grandes despachos de arquitectos, diseñadores, project managers, empresas de climatización y todo tipo de profesionales al servicio del atractivo que supone tener o alquilar una propiedad en el paraíso. Un negocio que mueve cientos de millones de euros cada año.

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"Aprovecha el camino trazado por el turismo llamémosle convencional, porque atrae a los visitantes gracias a la marca ya la inversión de muchos recursos públicos. Es un negocio que se beneficia de la hiperconectividad que tenemos en las Islas, de las facilidades para ir y venir constantemente. Por supuesto, los impactos ambientales de todo ello son los que teníamos", afirma Murray.

Una de las características de esta economía es la dispersión: las propiedades se esparcen por todo el territorio, a menudo sacrificando espacios de alto valor rural. "Basta dar una vuelta por foravila para comprobar cómo se ha consentido la ocupación de la tierra por parte de grandes edificaciones, orientadas al lujo, que viven de espaldas a la realidad insular y que contribuyen mucho menos de lo que se pueda pensar", advierte el ecologista y portavoz del GEN-GOB Neus Prats.

En lugares como Santanyí, el invierno es el mejor momento para contemplar con calma este fenómeno. Esta misma semana, un paseo por la localidad dejaba claro que el inglés o el alemán son el idioma de los carteles de tiendas y cafeterías del centro. Los propietarios de chalets de foravila, o sus amigos e invitados, se han hecho un sitio a todos los efectos y, por supuesto, en la economía. "Jardineros, mantenimiento de piscinas, canteros y limpiadoras son los que trabajan por aquí. La mayoría son autónomos", explica Toni, camarero de un negocio del pueblo del Migjorn mallorquín.

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Una gran plataforma

Para el doctor en Geografía Joan Enric Capellà, autor del libro ¿Turismo o no Turismo? Retos para la Mallorca del siglo XXI, "estamos asistiendo a una evolución del modelo, porque ahora los residentes añoraron ese momento en que el turismo se concentraba medio año en una docena de puntos. Se está produciendo una transformación que se ha acelerado después de la pandemia. Miles y miles de europeos buscan refugio en las Islas", concluye. Y este refugio se convierte, según Ivan Murray, en "una gran plataforma de negocio, donde Baleares ponen el territorio, y los capitales, sean pequeños o mayores, se dedican a acumular propiedades ya gestionarlas mediante todo tipo de fórmulas", explica.

Este fenómeno, dice Murray, "no solo ocurre con los alquileres de las propiedades más de lujo, sino con todo lo demás. Se está avanzando hacia una sociedad de propietarios, donde los que tienen más renta acumulan viviendas y extraen gran parte de los ingresos de las clases trabajadoras", afirma.

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Los miles de personas que llegan a las Islas como propietarios, inquilinos, amigos o similares generan un importante movimiento económico "que comienza con transacciones de alquiler que a menudo tienen lugar fuera de las Islas, de forma completamente deslocalizada", advierte Murray. Después, continúan ya en su destino, Baleares, en forma de compras en el supermercado y consumo finalista en toda la oferta complementaria. "Del turismo de toda la vida hemos pasado a este mundo que funciona en las urbanizaciones, que compran a los súpers, a ser posible alemanes, y que contratan obras y reformas en las todas", retrata Marga Gómez, propietaria de una tienda en una zona turística del Levante de Mallorca. "En los chalets vive cada vez más gente en invierno, pero nosotros cerramos igual, no son nuestro público, nuestra tienda no es lo que buscan", asegura.

Ocupación versus rendismo

El hecho de que el turismo más tradicional haya perdido protagonismo hacia esta nueva economía del chalet que se compra para disfrutarlo y para alquilarlo no significa que el sector hegemónico haya perdido fuerza, sino que en los últimos años ha incrementado muy poco su capacidad de alojamiento. "Pero los grupos hoteleros han obtenido muchos beneficios después de la pandemia, eso no debemos perderlo de vista", explica Ivan Murray.

Lo que está claro es que los hoteleros son los primeros que llevan unos años advirtiendo de que la saturación es un hecho y que no beneficia a nadie. "Tenemos un rumbo claro, que es actuar sobre la oferta para transformar la demanda. Llevamos más de 3.500 millones de euros invertidos en reconversión de la planta hotelera, apostando por pasar del planteamiento cuantitativo al cualitativo, que es la forma de crear valor", reivindican fuentes de la Federación Hotelera de Mallorca (FEHM).

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En esta misma línea, el sector destaca que se han hecho esfuerzos para alargar la temporada y generar más estabilidad laboral. "Un 20% de los hoteles abren ya todo el año en las Islas y la mayoría opera entre marzo y noviembre", afirman. La contratación estable que generan los hoteles y en general la actividad turística tradicional es uno de los argumentos que emplea el sector para confrontarse con el modelo 'rentista' de construir casas que se alquilan por internet sin que, en muchos casos, haya ningún control ni otra oferta reglada.

Esta misma fuente de la FEHM considera que "hay que tomar decisiones políticas claras", a la hora de reducir la presión sobre el territorio que ejercen las actividades que acaban apostando por llevar más turistas. La última, la ley agraria del consejero Joan Simonet, que ha encontrado en la FEHM una oposición frontal porque "todo el mundo critica el turismo y la saturación, y después queremos arreglar el sector primario poniendo turistas dentro", afirma esta fuente hotelera.

Dinamismo y diversificación

De este análisis realizado por la Fundación Impulsa sobre los sectores económicos, se desprende también un hecho muy significativo y es el lento pero constante crecimiento de sectores que pueden permitir caminar "hacia la ansiada diversificación", admite con satisfacción Antoni Riera. La economía social y de proximidad, por ejemplo, ya es más de un 8% del Valor Agregado Bruto de la economía balear, y otras como las industrias culturales van dando pasos hacia la profesionalización” y en definitiva nos demuestran que, como ya ha pasado en otros lugares, podemos aspirar a que la cultura, el conocimiento o la tecnología supongan reduzcan la dependencia que tenemos de una serie de actividades", asegura el máximo responsable de la Fundació Impulsa. "Hay ideas, emprendeduría y, además, se están logrando resultados concretos que nos muestran un camino", afirma.

Riera defiende que las Islas necesitan una transformación profunda para reducir su dependencia del turismo y avanzar hacia un modelo económico más diverso, resiliente y sostenible. Para él, el problema no es el turismo en sí mismo, sino que hasta ahora ha habido una carencia de alternativas sólidas que permitan generar valor añadido y mejorar la productividad. Una de sus líneas argumentales es la necesidad de "activar la transición ecológica como motor de cambio".