La Mallorca de antes del turismo se conserva en Campos

El campanero Miquel Ballester ha dedicado su vida a replegar una impresionante colección etnográfica que ahora expone

Lleva cerca de 30 años buscando, comprando y recopilando piezas, utensilios y objetos que son los últimos testimonios de la manera de vivir –y de trabajar– de la Mallorca que dejó atrás el turismo. Cómo eran los orinales; cuáles eran las medidas antes del sistema métrico decimal; cómo labraban y con qué lo hacían nuestros repadrinos; cómo se limpiaban la nariz; cuáles eran los cuadernos y la bola del mundo de su escuela; donde guardaban el agua, y el aceite; y el pan y los fideos, ¿cómo los hacían?

Hace casi tres décadas que el arquitecto técnico Miquel Ballester Julià (Campos, 1969) empezó a coleccionar todo tipo de objetos vinculados con las profesiones, las tradiciones y las formas de vida de la Mallorca de los últimos siglos, pero la semilla de esta cosecha viene de mucho más. "Yo de niño quedé sordo", relata Ballester, "y al principio me encerré mucho dentro yo mismo. Pero después me acostumbré a pasar tiempo con la gente mayor, que me mostraban cómo hacían las cosas y me contaban historias. Y aquello me marcó, hizo que empezara a sentir cariño por todo lo que era antiguo y tradicional, y siempre.

Tanto le marcó que ha levantado un edificio de mil metros cuadrados, diseñado por el arquitecto Jordi Oliveras. Es el Etnográfico de Campos, abierto el pasado mes de abril, donde se expone todo lo que durante estos años se ha encargado de replegar, desde vajillas a vestidos, pasando por carros, herramientas de todo tipo de oficios y textos manuscritos. El coleccionismo, reconoce, le viene de familia, ya que fue su padre quien empezó la colección que él ha continuado, muy especialmente a partir de 1998, cuando decidió dedicarse también profesionalmente. "Yo entonces formaba parte de un centro cultural y habíamos organizado diferentes exposiciones etnográficas en Campos", relata, "hasta que un día me di cuenta de que con las exposiciones temporales perdíamos una oportunidad. Estaba muy bien mostrar determinadas cosas con aquellas muestras, pero pensé que nos hacía falta un lugar donde pudiéramos preservar de manera permanente todos aquellos vida de nuestros antepasados", explica el también historiador del arte. En el Etnográfico Campos se pueden encontrar las recreaciones, entre otros, de los talleres tradicionales de carpinteros y herreros, así como de una tienda y un bar.

La colección de pesos y medidas

El recorrido por este centro, levantado sobre una antigua bodega de la familia de Miquel Ballester, no puede ser definido de otra manera que como un viaje en el tiempo. contestar. "Es que no puedo ni tirar una pedrada, porque son incontables, y al final ninguna cifra representa realmente lo que aquí se cuenta, que es la historia de los habitantes de la isla", argumenta.

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Sin embargo, no duda en elegir el elemento que más estima de los miles que ha reunido: la colección de pesos y medidas tradicionales de Mallorca, casi completa y expuesta en su conjunto. "Es la cuna de todo esto, seguramente lo que más nos identifica, porque no es fácil de encontrar al completo, y aquí es el único lugar donde se puede ver. Y no sólo tiene un uso didáctico y divulgativo, sino que define la identidad mallorquina. Con el sistema métrico decimal desapareció, pero hasta entonces habíamos utilizado nuestra propia manera."

Sin embargo, la colección de pesos y medidas es sólo una pequeña parte de todo lo que se muestra a lo largo de las dos horas de visita guiada que ofrece Ballester a todos aquellos que quieran acercarse al centro, siempre con reserva previa. "Es imposible contar la historia de todos y cada uno de los objetos que se exponen, pero pensamos que es necesario que haya un acompañamiento y que se ofrezcan datos que ayuden a poner en contexto las diferentes salas y sus contenidos", asegura Ballester, quien subraya que la implicación de su pareja en todo el proceso ha sido imprescindible para llegar a puerto. Agradece el apoyo de toda la gente que ha contribuido a dar forma a la colección, puesto que la procedencia de los elementos que la conforman es muy diversa.

"Ya no valoramos la historia"

"Hay donaciones y hay compras", resume el director del centro, "y hay muchas cosas que los propietarios no sabían muy bien qué eran cuando nos las cedieron", añade. En este último grupo se incluye un impresionante carro tradicional mallorquín, procedente de una finca que había adquirido un alemán. "Vi que le tenía allí tirado y le pedí qué pensaba hacer de ello", cuenta Ballester, "y como no sabía ni qué era nos lo dio sin problemas. Y lo mismo ha pasado con otras muchas cosas, porque no todo el mundo sabe el valor real de las cosas que tiene por su casa. Ahora ya hay particulares que me llaman para que lo vaya a ver y discernirlo".

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De hecho, el responsable del Etnográfico Campos asegura que en los últimos años se ha producido un resurgimiento en relación con la compraventa de elementos tradicionales, si bien ha sido, sobre todo, para usos decorativos. "La gente no lo busca por su valor etnográfico, sino porque ciertas cosas se han puesto de moda", asegura, "como por ejemplo los mostradores de tienda antiguos. Antes a nadie se le habría ocurrido comprar uno, pero ahora muchos extranjeros quieren ponerlos en su casa y se han revalorizado, como ha ocurrido también con los arados que las llenan. poner la leña en la casa". Sin embargo, Ballester reconoce sentirse preocupado por el futuro no sólo de la colección sino, sobre todo, por todo lo que representa. "Ya no valoramos la historia de las cosas, la globalización ha llegado por todo y hemos perdido el vínculo con nuestro pasado", expone. Con el Etnográfico Campos, sin embargo, ha conseguido fijar un eslabón que nos mantiene conectados.

Ocho saltos en el tiempo

Si el Etnográfico de Campos es una cápsula del tiempo, la miniatura que se conserva de la celda de sor Damiana Prohens, monja concepcionista de Sineu, es la cápsula dentro de la cápsula. "Es de principios del siglo XIX", explica Miquel Ballester, "y está hecha a partir de los elementos que la propia monja encerrada enviaba a la familia para que vieran cómo era la celda donde ella vivía". Y no falta ningún detalle: se pueden ver la cama, el canterano y las estampas en la pared.

Entre las decenas de grifones de bota mallorquina que se exponen en el Etnográfico de Campos, inaugurado el pasado mes de abril, hay uno que llama especialmente la atención, ya que tiene una llave incorporada. "En las fondas había quienes iban vivos y, si la madona partía un momento, aprovechaban para robar el vino. Y ese grifo con llave servía para evitarlo", asegura Ballester, que se ha encargado de limpiar y restaurar todos los grifos, de diferentes tamaños y formas.

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En la primera sala del centro se exponen elementos relacionados con el campo mallorquín, entre ellos un molino de sangre. Cerca se puede ver también una máquina que se empleaba para hacer fideos de diferentes tamaños, datada de la década de 1930 y que proviene de una antigua tienda de Felanitx, donde la utilizaban de manera profesional. "Algunos tenían en su casa, pero sobre todo eso lo empleaban los que se dedicaban", aclara Ballester.

Durante el recorrido por los diferentes espacios que ocupan el edificio, el visitante tiene la oportunidad de reencontrarse con los establecimientos que un tiempo llenaban los pueblos y barrios mallorquines. Ballester ha querido recrear tanto talleres y tiendas como el interior de una casa, de una escuela o un bar. También se puede ver una antigua barbería, donde cuelga un listado de precios original y donde se puede ver tanto un botiquín como un esterilizador rellenos también de elementos reales.

Dice Miquel Ballester que las primeras jarritas de Felanitx están documentadas en el siglo XVII, si bien se continuaron haciendo hasta principios del siglo XX. "Eran el regalo que hacían los suegros a la futura nuera antes de casarse", explica el director del centro. "Por eso de cada vez eran más envueltas. Los celos entre familias hacían que de cada pico se quisieran lucir más". Además de las jarras, la colección también incluye los moldes para realizarlas.

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La gastronomía es uno de los ejes más representados en esta colección etnográfica, que incluye desde ollas y tazas para el consumo de chocolate caliente hasta vasos, jarrones y platos. También forman parte de la colección un puñado de greixoneres antiguas con sus tapaderas, ollas para cocinar cuscús y una serie de palanganas para asar carne, muy especialmente lechona y me. "Se ponían cañas para que la carne no tocara el caldo", cuenta Ballester.

Uno de los oficios que mejor ha podido documentar Miquel Ballester es el de carpintero. De hecho, en el centro se recrean dos talleres: el del carpintero grosero, encargado de los aparejos de campo, y el del carpintero de obra fina, que se dedicaba sobre todo al mobiliario. puede observar en el centro, para seis portadores, procedente de la carpintería de Can Majora de Campos.

En una de las vitrinas del centro se pueden observar una veintena de pares de zapatos de mujer que sorprenden por su modernidad. "Son de mediados del siglo pasado y las hizo Magdalena Sampol, la primera mujer empresaria de Baleares", relata Ballester, que logró recuperar estas extraordinarias muestras del patrimonio zapatero mallorquín casi por casualidad. "Un comerciante quería venderme unas, pero las compré todas", cuenta.