El evento. Orfila fue Scarpia
Un día para recordar y anotar con letras de molde: Tosca inaugura la 40 Temporada de Ópera del teatro Principal y Simón Orfila debutó como Scarpia
PalmaUn evento. Simón Orfila fue Scarpia, siguiendo los pasos de Joan Pons. No es una disputa. No hay competición, aunque las comparaciones operísticas sean una constante, tan habituales como carentes de rigor. Lo que ha sucedido en esta ocasión es tan sólo un buen homenaje a su paisano, sin duda uno de los mejores Scarpia de la historia. Por tanto, un día para recordar y anotar con letras de molde: Tosca inaugura la 40ª Temporada de Ópera del teatro Principal y Simón Orfila debutó como Scarpia. El resto, pura anécdota, eso sí, con otros muchos elementos dignos de mención. La Floria Tosca de Yolanda Auyanet lució registro, alto y claro, fiato y color, con lo que su interpretación del famoso Visa de arte, una acotación al margen por exigencia de Maria Jeritza, tan sólo puede calificarse de notable. Un aria, convertida en momento primordial de las más grandes, que surge justo antes del momento culminante de la historia, con la muerte del pérfido, además de todos los adjetivos despectivos que quieran añadirse, Baró Scarpia. Él es el gran personaje de la historia que Victorien Sardou escribió para Sarah Bernhardt y del que Orfila ha hecho una lectura más elegante de lo habitual, pero no por ello menos eficiente. Rame Lahaj, por su parte, dramáticamente fue un Caravadossi adecuado, de voz robusta pero de proyección exigua, extraña siquiera.
Si el Visa de arte es el momento musical culminante para la soprano, lo que corresponde al barítono es el impetuoso Te Deum, que desató los aplausos más vibrantes de la velada, no sin la ayuda de un corazón que aunque algo escaso, bordó su labor con una intervención de gran precisión. Y si el corazón funcionó en todo momento, los integrantes de la Orquesta Sinfónica Islas Baleares, dirigidos por Matteo Beltrami, fueron el complemento idóneo de todo ello, y aunque el número de profesores era menor del aconsejable no mermó la intensidad de la narración.
Por su parte, Tomeu Bibiloni nos regaló un Sagrestano memorable, rubricado con un registro dramático muy adecuado, sin necesidad de enpaldar al personaje como hemos visto en tantas ocasiones y que lo convierten en una pobre y ridícula caricatura. El resto de aportaciones locales corrieron a cargo de José Manuel Sánchez como Spoletta y Sebastià Serra, muy sobrado de virtudes por este pequeño rol de carcelero.
En cuanto a la puesta en escena, muy clásica, al servicio de la historia, como requiere el momento histórico que representa, con elegancia, eficacia y encanto, con un teatro Principal lleno hasta la bandera.