Artistas

Artistas en su taller: "El estudio es como una trinchera, vienes a batallar"

Cuatro artistas mallorquines explican cómo son los talleres donde trabajan habitualmente

PalmaA medio camino entre espacios sagrados regidos por una serie de normas no escritas y laboratorios donde todo puede ocurrir. Así son los talleres donde trabajan habitualmente cuatro artistas mallorquines: Albert Pinya, Teresa Matas, Rafel Joan y Catalina Julve. Como las obras, sus talleres tienen pocas cosas en común: los de Pinya y Julve son locales grandes y abiertos que tienen divididos en distintas zonas, mientras que Matas y Joan trabajan en rincones específicos de sus viviendas. Sin embargo, todos coinciden en una cosa: el taller, de una u otra manera, no sólo determina la obra, sino que define también al artista. El ARA Baleares ha entrado en los estudios donde actualmente crean, reflexionan, pintan y, de alguna manera, viven estos cuatro pintores.

Catalina Julve y el regreso a casa

Cualquiera diría que hace sólo un mes que Catalina Julve (Manacor, 1972) ha aterrizado en el estudio donde recibe el ARA Baleares: la obra y su proceso son tan expansivos, como dice ella en un par de ocasiones, que este concepto se traslada también al espacio donde ahora se ha instalado.

Hay que decir, sin embargo, que no es un lugar nuevo para ella y su obra: esta planta baja en el barrio de Baix del Cós, en Manacor, fue el primer taller que ocupó, una vez dado el paso de salir del rincón de su casa donde se dedicaba a pintar, hace casi diez años. "Pero no podía permitirme el alquiler yo sola, así que lo convertí en un coworking. A la larga, sin embargo, me di cuenta de que me había quedado yo sin el espacio que necesitaba, así que me trasladé a otra parte que estaba muy bien, pero también tenía muchos inconvenientes. planos de donde lo pondría todo y fue llegar y no parar de pintar", cuenta el artista.

Cargando
No hay anuncios

Más allá de unas piezas que forman parte de una exposición que hizo hace un tiempo en el Museu de Manacor, unos arcos hechos con acebuche que cuelgan de un rincón del estudio, son pocas las obras propias que Julve tiene colgadas. "Y en casa sólo hay dos cuadros míos, pero es que en el taller no me gusta ver las cosas que ya he hecho. Siendo que me condicionan, que me influyen, y no quiero", asegura.

En todo caso, una de las piezas más destacadas del taller proviene del estudio de otro artista: un tórculo de Joan Riera Ferrari con el que Julve hace, de vez en cuando, algún grabado. "No es la mejor máquina del mundo, pero me va benísimo, puedo hacer estampas de 50x70, que también me permiten desconectar de la pintura. Es como con los encargos o con la escultura, que también van bien para airear", confiesa.

Rafael Juan, en foravila

Hablar de dónde trabaja Rafel Joan (Palma, 1957) es hablar del mundo y de la vida en general. Su huerto, los árboles de foravila y las profundidades de la costa mallorquina forman parte del entorno que debería ser descrito como el taller de este artista. Rafael Juan hizo realidad su sueño infantil de "no dejar de caminar al llegar a orilla del mar y seguir paseando por debajo del agua" en una serie de inmersiones que derivaron en cuadros que son como bucear. Más allá de experiencias puntuales como esta, hace más de veinte años que da forma a sus cuadros entre dos espacios diferentes, ambos en Vilafranca de Bonany.

Cargando
No hay anuncios

El primero es un almacén ubicado dentro del pueblo y donde, de vez en cuando, traslada alguna obra para ver si allí puede acabar de perfilarla. "A veces les llevo para terminarlas, pero algunas van y vienen un par de veces", reconoce. El otro espacio, el principal, es un porche en el exterior de su casa donde lo encontramos, pincel en mano, a punto de añadir un poco de verde a un rincón de uno de sus cuadros. "Estoy en un punto más contemplativo, dedico muchos ratos a mirar. Miro a mi alrededor, miro el cuadro, el moco, el duque bajo un árbol… Y de repente veo un punto que lo cambia aunque si añado sólo algo ya todo será diferente. Y así vas haciendo, día a día".

Lleva 27 años trabajando en el pueblo, pero en el porche hay un cuadro que le acompaña desde antes, un paisaje de montañas peladas que ejerce de fondo de la estancia. "Es del año 1986 e inicialmente lo llevé aquí para ver cómo debía acabarlo. Pero ha ido pasando el tiempo y ha quedado aquí, incrustado, como si fuera una ventana a otro lado. Y me gusta que sea así. Es parte de la magia que tienen las obras, que no dependen sólo de tu voluntad. Es como la naturaleza. llegan a componer las cosas. Ido con la pintura ocurre lo mismo", reflexiona.

Teresa Matas, en mil y una caras

Dice la artista Teresa Matas (Tortosa, 1947) que su estudio actual es "un poco pequeño", aunque cualquier espacio quedaría ante la inmensidad de algunas de las obras de esta artista, como una tela que cuelga ahora mismo en su taller y casi la llena, de un extremo a otro.

Cargando
No hay anuncios

Según explica la creadora mallorquina, a la que Es Baluard dedicó una completa retrospectiva en 2017, prácticamente cada día trabaja en una estancia ubicada en el mismo patio de su casa. Es un espacio que antes se dedicaba a acoger cenas y encuentros familiares y que el artista decidió reconvertir en su estudio después de la muerte de su hijo, en el año 2005. "Ni me sentía cómoda trabajando donde lo había hecho siempre, en el convento de las Monjas del Pla de na Tesa, donde siempre me empleó muy bien, ni quería mucho. ser un movimiento lógico, venir a trabajar aquí", explica. Añade, sin embargo, que sobre todo echa de menos los techos altos que sí tenía antes. "Pero mi obra ha ido más por largo que por alto, y al final me he ido adaptando", confiesa sentada en un banquete salpicado, como casi todo el mobiliario, de manchas de pintura.

El carácter multidisciplinar de Matas resulta evidente no sólo en el taller, sino también en el camino que lleva. Éste pasa por otros rincones que son también puestos de trabajo, como una zona de despacho y otra que utiliza como almacén: las muestras de la obra del artista, sean unas esculturas de hierro, unos pedazos de tela o unas piezas de cerámica, se esparcen por todas partes, con los característicos blancos y negros que atraviesan su trayectoria. "Ahora sobre todo miro las flores, miro y dibujo", afirma Teresa Matas, rodeada de una docena de piezas que lo demuestran, rellenas de flores blancas que destacan sobre un fondo negro.

Albert Pinya, en la trinchera

"El caminante ahuyenta, caminando, a sus demonios. Estos son siempre sedentarios". Esta frase del escritor ibicenco Vicente Valero, escrita con la característica caligrafía de Albert Pinya (Palma, 1985), da la bienvenida a su taller, ubicado en el barrio de la plaza de Toros de Palma. "Me va bien para exorcizarme cuando llegue, para dejar fuera de aquí a los demonios que tengo en la cabeza y limpiarme las ideas antes de ponerme a trabajar", confiesa Pinya, quien hace poco más de un año y medio que se instaló en esta planta baja donde ha podido ubicar diferentes espacios de trabajo.

Cargando
No hay anuncios

En un rincón puede mantener reuniones o conversaciones informales; otro le gusta utilizarlo para acabar de pulir detalles, y también tiene un sillón con un reposapiés donde, si le hace falta, puede hacer una becadeta. "Pero yo siempre he sido de los que piensan en el estudio como una trinchera, vienes a batallar: no hay tiempo para relajarse. Ahora, es cierto que como casi todo el día aquí y, además, me voy haciendo mayor…", cuenta entre risas.

Entre los elementos que destacan en los diferentes puntos del estudio se encuentra desde un puñado de revistas del corazón –"me van muy bien para utilizarlas de albañilería", asegura el artista– hasta una montaña de trozos de esparadrapo que parece a punto de adquirir vida propia, pasando por muestras de sus líneas de líneas. Entre ellos, unas maquetas de unas estructuras de hierro inspiradas en la serie Variazioni sobre el tema del viso humano, de Bruno Munari, y unos curiosos collages hechos a partir de chicles. "He estado trabajando un tiempo y era bastante gracioso todo el proceso, porque tenía que sentarme y mordisquearlo para probar qué textura me iba mejor", relata Pinya, quien reconoce que, pese a las posibilidades de su taller, a la hora de pintar siempre lo hace en la misma pared. "Y no te sé decir muy bien por qué, pero siempre me ha pasado así, acabo haciendo las cosas allí mismo", añade.