Historia

Muere a 98 años Nicolau Pons, el jesuita díscolo que denunció los abusos de la Iglesia

El ex párroco de Can Picafort repasó con el ARA Baleares una vida marcada por el movimiento de teología de la liberación en Bolivia, por la recuperación de la memoria histórica y por la denuncia contra un cura que se convirtió en el primer expulsado de la Iglesia española por un caso de pederastia

PalmaNicolau Pons Llinàs, jesuita artanense, ha fallecido a 98 años. En abril de 2024 recibió el ARA Baleares en el convento de Monti-sion, con la serenidad con la que afrontaba el final: "La muerte no me da miedo. Ya puedo dar gracias de haber llegado a 97 años". Esa conversación, que ahora retomamos como homenaje, recorre una vida marcada por la Guerra Civil, el exilio en América Latina, su simpatía por la teología de la liberación, el conflicto con la Compañía de Jesús y la denuncia valiente de los abusos en la Iglesia.

"La muerte no me da miedo. Ya puedo dar gracias de haber llegado a 97 años". Nicolau Pons Llinàs nos recibe en el convento de Monti-sion, en el centro de Palma. Se mueve con un andador y no para de hacer bromas: "Yo aquí somos el capitán, el mayor de un grupo de cuatro curas nonagenarios. Hay cuatro más en ochenta y cuatro en los setenta". El jesuita da por hecho que todos tendrán que mudarse a otro lugar ante la reciente cesión del recinto al empresario asturiano Víctor Madera, presidente ejecutivo del Grupo Quirón: "Quiere hacer una residencia sanitaria. Hay colegas míos que lo han criticado. Pero algo se tenía que hacer para poder rehabilitar. colegio también tendrán que ser trasladados a las nuevas instalaciones de la Compañía en Son Moix".

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Pons nació en Artà en 1927. Tenía nueve años cuando estalló la Guerra Civil. El 31 de agosto de 1936 presenció como unos pilotos italianos, aliados de los militares españoles sublevados, bombardearon el pueblo sin saber que estaba bajo su bando. Entonces, las tropas republicanas del capitán Bayo, que habían desembarcado en Portocristo dos semanas atrás, ya controlaban San Lorenzo y Son Servera. "Hubo una decena de muertos y pulso por todas partes. Días después, los 'nacionales' reclutaron a mi padre, que había sido alcalde por el Partido Liberal. Lo enviaron a luchar contra los hombres de Bayo. Mi madre se despidió de él hecha una avalancha de lágrimas. Al llegar a Son Servera, habían partido. Una vez en casa, exclamó: '¡La Purísima de San Salvador nos ha salvado!'".

En 1940, el artanense entró en el seminario Vell de Palma. En una familia de cinco hijos, era una buena salida a los terribles años del hambre de la posguerra. "Estuve diez años. Fue una pérdida de tiempo absoluta. Era como una cárcel, con profesores muy estrictos y comida muy mala. Entonces inicié una relación epistolar con un primo mío que vivía en Montevideo (en Uruguay). Era hijo de un hermano de mi padre que en 1910 se había hecho a las mujeres. me animó a ingresar en la orden. Como yo no tenía ninguna chica, pensé que estaría bien estar al amparo de una congregación. Hice la formación en Zaragoza y Barcelona".

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Simpatía por el Che

En 1956, habiéndose ordenado ya cura, la Compañía de Jesús destinó a Pons a Bolivia. Dos años después, se desplazó a Argentina para terminar sus estudios. Volvería al país de la meseta en 1963. Hacía un año que, a raíz de la celebración del Concilio Vaticano II del papa Juan XXIII, cogía fuerza el movimiento de Teología de la Liberación, una corriente cristiana nacida para combatir la situación de opresión y subdesarrollo de los países de América Latina. "Yo –dice el jesuita– sentía simpatía por ese movimiento. Como siempre me había gustado escribir, me puse a editar una revista sobre temas sociales".

Aquel proyecto editorial empezó a incomodar a la Compañía, sobre todo a partir del 5 de noviembre de 1966, el día de la llegada a Bolivia del guerrillero argentino Ernesto Guevara, más conocido como el Che. En 1959, en Cuba, había participado con Fidel Castro en la revuelta contra la dictadura de Fulgencio Batista. Después de haber intentado llevar su lucha al Congo, el dirigente comunista viajó hasta el país andino para iniciar una gigantesca revolución latinoamericana. "No lo llegué a conocer –apunta el artesanco. Entonces, sin embargo, escribí un editorial defendiendo su causa. Enseguida, mi superior me advirtió de que debía evitar tratar temas políticos en la revista. Eran temas que no me atrevía a tocar en misa, en las homilías, pero sí por escrito".

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El 8 de octubre de 1967 el Che, de 39 años, fue capturado por el ejército boliviano, que contó con el apoyo de la CIA. Lo ejecutaron al día siguiente en la localidad de La Higuera. El clima en Bolivia se enrareció en agosto de 1971 con el golpe militar de Hugo Banzer. Pons partió del país en avión, junto a otros religiosos. Habiendo pasado una corta temporada en Argentina, decidió regresar a España. "Los jesuitas mallorquines –asegura– me hicieron el vacío porque decían que era un comunista. Entonces me instalé en Madrid para hacer un curso de Teología. Al año, un amigo me invitó a ir a vivir a Alemania. Sólo estuve un año. Me resultó un país demasiado diferente y nuevamente partí hacia Mallorca".

Jeroni Alomar

Repudiado por los suyos, en 1974, a 47 años, Pons se apresuró a pedir ayuda al obispo Teodor Úbeda, que había asumido el cargo un año antes: "Me dijo que en América ya había jesuitas que tenían parroquias, pero que en España todavía no era muy habitual. No dudó en ofrecerme la de Can". A principios de los ochenta, el artanense empezó a conocer la dimensión de la Guerra Civil, que había vivido de pequeño: “En una casa de sa Pobla vi un cuadro inmenso con la imagen de un cura. su cuñada, Antònia Cladera Crespí, a la que escuché con mucha emoción.

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Alomar era de familia acomodada. Al estallar la guerra, fue encarcelado por haber denunciado la detención de su hermano Francisco, miembro de Esquerra Republicana de Muro. Salió al cabo de unos días, pero volvió a ser detenido a finales de 1936. Francesc Barrado, jefe de la Policía de Palma, le preparó una trampa. El pillo intentando ayudar a escapar hacia Menorca dos soldados desertores, Joan Baldú y Martí Ros. La condena para los tres fue pena de muerte. El lubiner fue fusilado la madrugada del 7 de junio de 1937, en la tapia exterior del cementerio de Palma. El obispo Josep Miralles no movió un dedo para salvarle.

En 1995, tras una larga labor de documentación, Pons rescató del olvido la tragedia del conocido 'capellà roig' con la publicación de Jeroni Alomar Poquet. El cura mallorquín fusilado por los fascistas en 1937 (Leonard Muntaner Editor): "El libro tuvo mucha repercusión. Pasaba pena que me detuvieran los militares. Ese año también presioné al obispo Úbeda para que le oficiara un funeral. Inicialmente, le daba un poco de miedo, pero finalmente accedió. La familia estuvo." Pasado un tiempo, el jesuita recibiría dos visitas inesperadas a Can Picafort: “Al terminar la misa, se me acercó un hombre y me dijo que él era uno de los diez soldados integrantes de la guerrilla que fusiló a Alomar. confesión. Se arrepentían mucho de haber participado en ese crimen".

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Señalando pederastas

Pons estuvo 22 años al frente de la parroquia de Can Picafort. La dejó en 1996. Quedó asombrado cuando el obispo Úbeda le dijo el nombre de su sustituto, Pere Barceló, de 43 años, natural de la Alquería Blanca. "Yo –reseña– tengo familia en Cala Rajada, su antiguo destino, y ya me habían llegado noticias de conductas inadecuadas que había tenido con menores de allí. El obispo también estaba informado". Al cabo de un tiempo, el jesuita pudo confirmar en persona la peor de las sospechas: "Yo todavía conservaba las llaves de la iglesia de Can Picafort. Un día me acompañó el catequista Mateu Ferrer, que ahora hace de periodista en Diario de Mallorca. Mientras yo buscaba unos libros, él se acercó hasta la rectoría. Al abrir la puerta, encontró a Barceló abusando de una muñeca de 10 años medio desnuda".

Ferrer fue quien en 1998 denunció los hechos ante el Obispado y la Fiscalía. "Él –resalta el artesanense– fue un héroe. Aún hay curas que no me hablan por haberle apoyado". Aquella denuncia, sin embargo, se archivó porque, en su declaración judicial, la menor, amenazada por su agresor, lo negó todo. En el 2010, doce años después, ya adulta, se atrevería a confesar a ver3. Los monstruos de mi casa, dedicado a los abusos sexuales.

En el 2013, antes de que se pronunciara la justicia ordinaria, Barceló se convirtió en el primer cura expulsado de la Iglesia española por un caso de pederastia. En 2016 sería condenado a seis años de cárcel, una vez había reconocido que violó a la víctima una decena de veces. En la actualidad afronta un nuevo proceso judicial por abusos a otra menor. El recuerdo de todos estos episodios ha dejado exhausto a Pons. A 97 años, le da pereza salir de Monti-sion para disfrutar de una Mallorca que ya no reconoce. "El turismo –lamenta– ha empujado a nuestra isla y nuestra cultura".

El anticlericalismo republicano

Nicolau Pons es también autor del libro Jesuitas mallorquines víctimas de la Guerra Civil (Leonard Muntaner, 1994). Según sus cálculos, entre 1936 y 1939, el bando republicano represalió a 6.832 esclesiásticos: 13 obispos, 4.216 curas diocesanos, 2.365 religiosos y 238 religiosas. Son víctimas consideradas mártires por el Vaticano. En octubre de 2007, en Roma, fueron beatificadas 498. De éstas, había siete que eran de Mallorca. En total, en el bando republicano, hubo 20 mártires mallorquines, entre ellos seis jesuitas. Todos ellos fueron asesinados entre Barcelona y la Comunidad Valenciana. Otros 38 cayeron ejecutados en Menorca y 17 en Ibiza.

La represión de gente de la Iglesia fue una característica común en la zona republicana. Independientemente de su labor social, se la consideraba la gran aliada de las clases dominantes. En la Península, algunos religiosos serían torturados en los calabozos destinados a los enemigos de la República, las conocidas checas. Quienes más odio les profesó fueron los anarquistas de la CNT-FAI. Poco les importó que su persecución indiscriminada perjudicara enormemente la causa republicana.

El anticlericalismo también fue muy furibundo en Menorca, la única isla de Baleares que se mantuvo fiel a la República prácticamente hasta el final de la guerra. Una de sus víctimas fue el presbítero Joan Huguet, de 23 años, tío del expolítico popular con el mismo nombre. El 23 de julio de 1936 fue detenido en Ferreries. Al negarse a escupir sobre un crucifijo, el comandante militar Pedro Marqués, alcohólico empedernido, le pegó un tiro en la cabeza. Entre los días 18 y 19 de noviembre también fueron fusilados 37 curas menorquines que formaban parte de un grupo de 75 presos del vapor Atlante . Fue la respuesta a un ataque de la aviación italiana, que ya el 13 de septiembre, en Ibiza, había provocado igualmente que los republicanos mataran a 17 religiosos en los conocidos 'hechos del Castillo'.

Los militares insurrectos tampoco tuvieron contemplaciones con los religiosos que no abrazaron su causa. En Mallorca, que enseguida controlaron, lo único que asesinaron fue el conocido 'capellà roig', el lubiner Jerónimo Alomar Poquet, que había movido cielo y tierra para sacar de la cárcel a su hermano Francesc, miembro de Esquerra Republicana de Muro. Su fusilamiento tuvo lugar el 7 de junio de 1937. El obispo Josep Miralles no hizo nada por salvarlo, como sí hizo con Bartomeu Oliver (1903-1993), vicario de Sencelles. Quien también tuvo una segunda oportunidad fue Antoni Rosselló (1888-1966), el cura Ferrereta de Bunyola. Lo pillaron junto con Alomar mientras ayudaban a escapar de la isla dos soldados desertores. Pero a él le condenaron a 20 años de cárcel, de los cuales sólo cumplió cinco. Quedó en libertad en abril de 1943.

En Mallorca, sin embargo, muchos curas acabaron acatando a los dictados fascistas. Así se desprende del libro Mallorca, año 1936. De una isla no se puede huir (1981). El autor es Jean A. Schalekamp, ​​traductor holandés afincado en la isla en los años sesenta. “Generalmente –dice– los curas eran gente miedosa. En el seminario habían aprendido una obediencia ciega a las autoridades, a todos los que jerárquicamente se encontraban por encima de ellos [...]. Para ellos, lo único importante era que la gente fuera a misa y que comulgaran. Bendecían a los ricos que oprimían al pueblo".