Menorca entra en hibernación

Cierran más de la mitad de los negocios al terminar la temporada y la isla se vacía de población, mientras que el pequeño comercio avisa de que así no puede resistir

David Marquès

LadrilloMás de la mitad de los comercios, bares y restaurantes del centro de Ciutadella están ya cerrados. Hace tres semanas que ha terminado oficialmente la temporada y Menorca ha entrado en hibernación. En el aeropuerto ya solo hay vuelos directos con Barcelona, ​​Madrid, Palma, Valencia y Londres, y la isla ha perdido a 20.000 habitantes en sólo ocho días. Ha pasado de las más de 110.000 personas que se contabilizaban a finales de octubre en los 90.000 escasos que el Observatorio Socioambiental de Menorca (Obsam) ha registrado desde principios de noviembre. En la isla residen actualmente 13.000 personas menos de las 103.281 que figuraban en el último censo oficial de población. "La despejada de población es más abrupta en esta época que antes de empezar la temporada", apunta el director del Obsam, David Carreras.

A mediados de mes el puerto de Maó ha recibido la última escala de crucero del año y el turismo del Imserso está a punto de terminar. Hay menos clientes en la calle y mucha menos oferta y actividad económica. Según el Ibestat, Menorca pierde del tercero al cuarto trimestre del año una quinta parte de sus empresas, fruto de la fuerte estacionalidad que sufre. El año pasado, por ejemplo, bajó de los 3.754 negocios que estaban activos en septiembre a 3.022 de diciembre, un 19% menos.

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La situación se reproduce, pero con menor intensidad, en el resto de islas. De hecho, en el conjunto de Baleares en el último trimestre se perdieron 6.550 de las 46.091 empresas que habían mantenido actividad a lo largo del verano, lo que supone el 14% del total. El fenómeno se da especialmente en los municipios con más peso turístico, que en el caso de Menorca son los de Ciutadella (que pasó de 1.250 a 975 empresas) y Mercadal (de 275 a 178).

El aumento de los costes y de la presión impositiva ahogan especialmente los negocios de la oferta complementaria al turismo, que ya no pueden sobrevivir en invierno sólo con los residentes como únicos clientes. El resultado es bien visible en las calles, pero nunca como este año se había notado de forma tan intensa. "Nos sentimos angustiados y muy preocupados", admite la presidenta del pequeño comercio, Joana Torres. "El comerciante que un año trata de cerrar un mes, al siguiente cierra tres y la consecuencia es que ahora tenemos ciudades fantasma y sin apenas actividad". Lo que solía ocurrir en pueblos pequeños como es Migjorn Gran, "donde apenas hay cinco tiendas abiertas todo el año, afecta ya también a las ciudades más grandes, Ciutadella y Maó, que van por el mismo camino. El futuro da miedo".

Ciudades fantasma

La presidenta de la asociación de comerciantes de PYME dice que los centros de las poblaciones de Menorca "se han convertido en un parque temático que sólo abre de mayo a octubre, pero que después cierra, ya partir de noviembre cae en picado y nos deja bajo mínimos. La isla, literalmente, inverna".

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Joana Torres culpa especialmente a los "gastos estructurales, que cada día son más elevados". Cita el alquiler, la vivienda, los impuestos o la cuota de autónomos, y reclama a la Administración que "tenga en cuenta que estamos". El pasado año el Consell Insular abrió una línea de ayudas específica para los establecimientos que abren todo el año, pero la patronal lo considera "insuficiente". "O nos ayudan a aliviar la mochila de las pequeñas empresas y nos hacen pagar menos luz, agua o tasa de residuos, o la situación será insostenible", advierten.

"Ha venido el frío y ya hay poca gente por la calle", apunta Torres. "¿Y eso qué provoca? Que, si sabes que buena parte de los negocios del centro están cerrados, ya no saldrás a dar la vuelta, te quedarás en casa y acabarás comprando por internet, que es lo último que deberíamos provocar. Todos queremos trabajar para vivir, pero, sobre todo, lo que queremos es poder sobrevivir de una manera digna. Así que, o ponemos creatividad en colaboración".

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La consejera de Economía, Maria Antònia Taltavull, defiende la importancia "esencial del comercio minorista en la isla, como motor económico y como elemento que aporta vida a las calles, fomenta el contacto social y refuerza la cohesión entre comunidades". Cree que el comercio de proximidad "necesita herramientas para mantener su competitividad", pero el sector privado demanda mucho más apoyo por parte de la Administración.

Compra compulsiva por internet

"El Consell debe ayudarnos, ya que, para poder sobrevivir, necesitamos su apoyo", dice Joana Torres. Pero la patronal apela también a la concienciación de los menorquines: "Debemos ser coherentes con lo que implica ser Reserva de la Biosfera y Patrimonio Mundial. Si queremos una Menorca sostenible y ecológica, las compras también deben serlo", remarca. De hecho, Ascome promueve una campaña entre los jóvenes "para que suba con conciencia hacia la sostenibilidad. Esta generación es el comprador potencial de la Menorca que viene y no puede estar entregada también a las compras compulsivas e insostenibles en las grandes plataformas internacionales".

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Son días de Black Friday y negocios como la juguetería de Joana Torres se adelantaron, "con descuentos del 10% de todo el material que tenemos en stock. Es una manera de premiar al menos al cliente asiduo o más fiel, pero los márgenes de beneficio son tan estrechos que tampoco ganas".

Los bonos de descuento puestos en marcha durante las tres primeras semanas de noviembre en colaboración con el Consell Insular y la Cámara de Comercio han permitido también dar un aliento provisional a muchos establecimientos, que han podido aumentar puntualmente las ventas bonificando 10 de cada 30 euros de compra a sus clientes. Pero buena parte de los 125.000 euros aportados por la Administración para hacerlo posible ya se han agotado y las tiendas se han quedado sin más recurso para llegar hasta la campaña de Navidad. "La mayoría de los comercios agotamos los bonos en sólo dos días", apunta Joana Torres, quien, "pese a ser consciente de que los recursos de la Administración también son limitados", echa de menos "que la campaña no pueda ser más fuerte y alargarse más en el tiempo".

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La última acción de la patronal del pequeño comercio ha consistido en poner en marcha una campaña televisiva para provocar hasta 170.000 impactos en los canales del grupo Atresmedia (el de La Sexta y Antena 3), pero el propio Ascome dice que es una iniciativa "puntual" que sólo tendrá efecto hasta el 30 de noviembre.

La asociación Ciutadella Antiga también ha puesto en marcha una campaña para atraer clientes al comercio local, pero su gerente, Illa Marquès, es consciente de que "tener abierto en invierno es complicado y angustioso. Los gastos son tan altos que los costes son difíciles de mantener, pero, por suerte, siempre hay comerciantes, pero hay comerciantes. comercios que todavía abren lo dejaran de hacer, todo el centro y la misma ciudad se vería afectada". Por eso, la asociación que agrupa a 80 negocios del casco antiguo vela por impulsar la economía circular y promover actividades que ayuden a dar vida al centro. Aún queda un mes en Navidad y la expectativa es que "se hará largo. Pero pondremos todo de nuestra parte. Resistiremos".

"Un restaurante medio necesita hacer 60 menús diarios, pero algunos no hacen ni 10"

El presidente de la asociación de restauradores de la CAEB, José Bosch, constata también que "cada vez cierran más restaurantes y durante más tiempo". Hoy cuenta sólo seis negocios de restauración que tengan abierto en todo el eje central de Ciutadella y se muestra "preocupado, porque es una tendencia que cada año va en aumento". Para enderezarla, pide un plan de choque a la Administración que implique a todos los sectores afectados.

Bosch cree que "los factores son múltiples, pero se resumen en un incremento de costes y un número menor de clientes que reduce su rentabilidad y hace que no valga la pena abrir. Los empresarios que tienen abierto son unos valientes, pero cada vez hay menos. Se dan cuenta de que, por no poder cubrir costes, mejor estar cerrados".

El empresario lo resume en cifras. "Para que un restaurante funcione mínimamente debe tener cuatro trabajadores en plantilla, dos en cocina y dos de sala, pero para poder pagarlos y cubrir el resto de costes de lo que supone abrir tienes que girar al menos 1.500 euros diarios. Pero con un menú a 25 euros el cubierto necesitas 60 comensales y algunos no tienen ni 10 en todo".

La falta de conectividad y el encarecimiento de la oferta dificultan su solución, dice, pero también la falta de ayudas de la Administración. "No pedimos que nos subvencionen, quizá basta con que no nos castiguen tanto con impuestos y nos den más facilidades. Quizás así algunos se lo repiensan y el año que viene abren. Pero está claro que el panorama pinta mal. Sobre todo noviembre y febrero son muy malos de pasar en Menorca".