Fui a Mallorca y pensé en ti
Las postales de paisajes siempre han tenido mucha aceptación, y es mejor que la aprovechen, porque si sacan adelante las previsiones de la Ley de obtención de suelo, pronto las bellas estampas de puestas de sol espectaculares se transformarán en imágenes de bloques de pisos y complejos comerciales
PalmaSi a determinados partidos de fútbol, máxima expresión del encefalograma plano, se les puede llamar "clásicos", con el mismo o con mayor motivo se puede utilizar esta denominación para los recuerdos de los quioscos y de las tiendas de souvenirs que llevan décadas circulando. Indemnes al paso del tiempo, impávidos ante los cambios de las modas, inasequibles al olvido, afectadas si acaso, y sólo, por el desgaste que les ocasiona el sol, las postales, las toallas y las camisetas que llevan estampado el nombre de Mallorca reinan por los siglos de los siglos en su ámbito.
Son tiempos de Instagram y TikTok, tiempo de vídeos virales y de imágenes generadas por inteligencia artificial, que además son capaces de generar, por sí mismas, nuevas imágenes y de reproducirse hasta el infinito. Estamos en tiempos que desafían lo que Walter Benjamin predijo en La obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica (que, por cierto, puede leer en catalán en la traducción de Jaume Creus). Son tiempos endemoniados, en los que algunos estudiosos del mundo de la imagen temen que pronto nos encontramos en la situación de que no podamos o no sepamos o no tengamos al alcance para distinguir, entre los miles de imágenes que nos reclaman la atención cada día durante todo el día, cuáles son verdaderas y cuáles falsas.
Pero en medio de todo esto, todavía queda gente (debe quedar bastante, a juzgar por la oferta que hay en el mercado) que no se puede resistir a enviar una postal, o unas cuantas, durante su viaje de vacaciones. Las postales de Mallorca son diversas y de diferentes géneros, a saber: 1) paisajísticas, 2) de la Seu, 3) de animalitos simpáticos, 4) de las cuevas del Drach o 5) gastronómicas. En la fotografía en la que se inspira este artículo, de Ismael Velázquez, predominan las de animalitos, que siempre hacen gracia aunque el animalito en cuestión sea un burro dibujado como si fuera un inmigrante de los viejos tiempos, un gato con un jersey de punto y un perrito parado si una llega si no llega si le llega un mensaje, y que no le llega. Los perros y los gatos, por otra parte, y también los asnos, son animales domésticos que se encuentran en todo el mundo y que, por tanto, no tienen ninguna relación digamos identitaria digamos idiosincrática con Mallorca, pero hacen vender postales y, por tanto, se les pone allá y punto y se ha terminado.
Tiempo atrás existió otro género, el de las escenas costumbristas en pueblos de Mallorca (hombres sentados en el portal de un café, placeres que vendían verdura y hortalizas en el mercado de la plaza, partidas de truco o de escambrinco en el mismo café, pero en el interior, gente en bicicleta) pero se envió. También parece que ha ido a menos el de las postales semi o para o pseudoeróticas, con imágenes de mujeres (siempre son mujeres) con poca ropa en la playa. Las postales de paisajes siempre han tenido mucha aceptación, y es mejor que la aprovechen, porque si sacan adelante las previsiones de la Ley de obtención de suelo, pronto las bellas estampas de puestas de sol con acantilados espectaculares se transformarán en imágenes de bloques de pisos y complejos comerciales.
Los clásicos son los clásicos
En realidad es todo el sector de la tienda de souvenirs que parece que vaya un poco alicaído, algo de rota redada. Es lógico, porque la competencia es dura: los turistas de crucero y de todo incluido son poco proclives a gastar en nada (a pesar de que las patronales del sector turístico les reivindican siempre como un público estratégico), los de lujo se compran recuerdos más caros en las tiendas de lujo y todos han descubierto el encanto de llevarse piedras de las calas o grapado. civilizados. Tampoco se puede decir que el empresario de souvenirs se haya caracterizado nunca por su imaginación, inventiva y dinamismo: en Mallorca, hace sesenta años que venden exactamente la misma mercancía (los toreros, las bailarinas andaluzas, los gorros mexicanos, los llaveros en forma de ensaimada, las referencias a los almendros en flor, aunque ya casi no lo digan) tal vez podría tener oír hacerlo. Aún así, el negocio, quizás no tan productivo como antes, se mantiene, porque, como hemos dicho al principio, los clásicos son los clásicos. La Mallorca turística tampoco ya es lo que fue, y tal vez las postales sean pronto los últimos lugares a los que podremos ir para reencontrarnos con una isla que algunos quieren transformar, pero no por el bien de todos. Sólo por el suyo.