Los ingresos psiquiátricos forzosos, cada vez más graves
En los últimos años han aumentado en Baleares los internamientos involuntarios de pacientes con brotes psicóticos a causa del consumo de drogas sintéticas
PalmaEn 2024, en Baleares se registraron 1.020 ingresos psiquiátricos involuntarios, más de la mitad de los cuales (575) se realizaron en Son Espases. Por detrás se situaron Son Llàtzer, con 190; el Hospital de Manacor, con 118; el de Inca, con 106; Mateu Orfila, con 19, y Can Misses, que hizo 12 ingresos de este tipo. Según los expertos sanitarios consultados, esta cifra se mantuvo estable a lo largo de los años. Lo que sí ha empeorado es la gravedad de los problemas. La mayoría de los ingresos se realizan por cuadros de psicosis. "Ahora hay muchos brotes psicóticos porque hay mucha gente que consume drogas sintéticas. La gravedad de lo que vemos ha aumentado mucho. Las unidades de hospitalización, las de salud mental… están todas llenas", señala la supervisora de enfermería de Psiquiatría en el hospital de Son Llàtzer, Carme Canet.
Hay un hecho que los profesionales quieren matizar. Que el paciente ingrese involuntariamente no significa que lo haga de forma violenta. "Aproximadamente la mitad de las hospitalizaciones psiquiátricas son involuntarias. Si bien es cierto que hay una parte de los pacientes que se oponen con firmeza, hay otros que entienden que es lo que necesitan", explica Joaquín López, psiquiatra en el hospital de Son Espases. El profesional asegura que, según su experiencia, muchos de los que se internan de forma obligada "tienen un diagnóstico de psicosis, con una alteración mental grave asociada a la pérdida del juicio, a delirios ya ser peligrosos, tanto para sí como para el resto", explica.
Los ingresos involuntarios no se resuelven de forma inmediata. Una vez que el profesional decide que es el mejor, debe remitir el informe médico a un tribunal integrado por un juez y un médico forense, que deben decidir si la medida, que supone una restricción de la libertad, es proporcional y beneficiosa. Más allá de que es un procedimiento habitual, el psicólogo responsable de la asociación La Nostra Veu, Vicente Galaso, considera que atenta contra los derechos y la dignidad de las personas. "Antes se le llamaba ingreso forzoso, pero han ido rebajando el adjetivo para hacerlo más políticamente correcto. Lo que sí se mantienen son los mismos criterios judiciales y médicos, pero el hecho es que, si tú tienes cáncer, puedes decidir no tratarte, ¿por qué te deben obligar a hacerlo si tienes?"
Palabra, medicación y fuerza
Una vez el paciente ingresa, según sea el estado en que lo hace, es necesario intervenir de varias formas. López asegura que los hospitales de Baleares han trabajado para humanizar la atención psiquiátrica, especialmente en lo que se refiere a la reducción de las contenciones físicas de los pacientes y al diálogo como base del tratamiento. "Aún se hacen retenciones físicas, pero pocas, porque ahora hay mucha conciencia. Es siempre el último recurso, porque primero intentamos la contención verbal, razonar y calmar. El personal de enfermería se ha formado mucho para ayudar sólo con la palabra", explica. En caso de que el diálogo no baste, entra en juego la contención farmacológica y, si ésta no es posible, es cuando interviene la fuerza física. "Es un momento muy desagradable que también duele a los sanitarios que intervienen", dice. El ARA Baleares ha pedido al IB-Salut cuántas contenciones físicas se realizaron en Baleares durante el 2024, pero no se ha recibido la información. Según se ha indicado, se trabaja para mejorar los registros de salud mental y tener unos criterios homogéneos, de los que ahora no se dispone.
La contención física tiene firmes detractores, como Galaso, quien asegura que "es parecida a la tortura". "Sé bien cierto que se hacen más de las necesarias", dice. En Nuestra Voz, que apoya a personas con trastornos mentales graves como pueden ser la esquizofrenia y el trastorno límite de la personalidad, entre otros, trabajan con las "contenciones por ternura", que implican escuchar activamente a la persona que sufre un episodio. "Le escuchamos todos, tanto yo como el resto de compañeros. Nunca nos ha hecho falta recurrir a la fuerza para calmar a alguien", asegura. A partir de la conversación con los usuarios y de su conocimiento del sistema de salud mental, Galaso saca una conclusión: "Muchas veces, en los hospitales la contención verbal se la pasan por el forro, porque yo les he hablado de la ternura y se ríen de mí", denuncia.
Adriana Lozano lleva un año y medio voluntaria en La Nostra Veu y ha aprendido a tratar a los usuarios "con amor". Lo que ella intenta es que la otra persona, la que sufre la crisis, note que le escucha con atención y que hará todo lo que pueda para ayudarla a calmarse. Cabe decir que uno de los problemas que sufren los hospitales es el boom problemas de salud mental de los últimos años. Hacer una contención verbal correctamente requiere tiempo y en ocasiones no se dispone de ellos debido a la presión asistencial. Se suma que en España sólo hay 10 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, según datos de la Fundación Española de Psiquiatria y Salud Mental.
Si hay una idea en la que coinciden tanto Galaso como Lozano es que a veces se hacen contenciones físicas que no se necesitarían. La voluntaria explica el caso de un usuario con esquizofrenia que acudió a urgencias, le dijeron que debía quedar ingresado y le dejaron en una sala. "Cansado de esperar y que nadie fuera, partió. Le fueron a buscar a dos hombres como dos armarios, se lo llevaron a la fuerza y le firmaron en la silla", explica. "Él les pedía por qué le firmaban si no estaba violento ni se oponía a nada. Le respondieron que era porque se había escapado", añade. La voluntaria explica que los usuarios de la asociación advierten que, precisamente, las cosas que más les alteran y les hacen empeorar cuando están en crisis son que les cojan y les presionen el cuerpo. "Es un pez que se muerde la cola. Tú contienes para intentar relajar, pero lo que haces es alterar", lamenta.
Una atención más humana
Los profesionales insisten en defender que se trabaja "de valiente" para humanizar la atención psiquiátrica. "En todo momento intentamos anticiparnos a la contención, porque la queremos evitar cueste lo que cueste. Lo que deseamos es que el paciente esté bien", asegura Canet. Una de las claves para mejorar la atención implica disponer de espacios más amables, correctamente iluminados y con colores relajantes, un concepto del que ya se habla con la administración. "La imagen de prisión, de tener a los pacientes completamente aislados, ya está obsoleta. Vamos hacia el sentido contrario, para conseguir que todo el mundo tenga los mismos derechos y se respete al máximo su dignidad", dice.
La enfermera también asegura que, aunque hay pacientes que cuando ingresan no están en condiciones de atender, "en todo momento" se les informa de lo que se hace y de las medicaciones que se les administran. "Cuando hay pacientes que ingresan recurrentemente, la relación es ya más cercana y hablamos con ellos para saber qué podemos hacer para evitar que lleguen a un punto extremo", explica. Aún así, a veces la retención física es inevitable. "Si viene alguien que se golpea golpes contra la pared, que muerde y que está fuera de sí, ¿qué debemos hacer? Nosotros no queremos retenerlo, pero no tenemos otras opciones efectivas", lamenta. En caso de que haya que firmar a alguien, se hace lo posible para intentar que esté el menor tiempo posible.
Hay una práctica psiquiátrica que mucha gente ha visto en películas, pero que poca gente sabe que todavía se hace: los electrochoques. Según explica López, la técnica se emplea en casos de pacientes con depresiones severas. "Es una técnica mal vista y muy estigmatizada pero funciona", asegura. En todo momento se hace con el consentimiento de la persona y el proceso no se asemeja a lo que se muestra en filmes de ciencia ficción. Se seda al paciente y se le aplican las corrientes eléctricas durante cerca de un minuto. El efecto sobre el cerebro puede durar varios meses, hasta el momento en que el usuario debe volver a repetir el proceso. Más allá de su efectividad, Galaso menciona sus múltiples efectos secundarios. "Es como hacer una inicialización del cerebro, pero se juega sin conocer realmente sus consecuencias indirectas, porque la complejidad neuronal hace difícil saber qué puede pasar. Hay casos de personas que se han hecho electrochoques y después se han dado cuenta de que habían perdido recuerdos", lamenta.
Los expertos consultados coinciden en el incremento de patologías mentales graves que requieren intervención médica y en que la humanización de la atención al paciente es indispensable. "Tienen problemas mentales y un gran sufrimiento psíquico, sí, pero también son personas y así hay que tratarlas", sentencia Galaso.