Migración

El coste emocional de rescatar a migrantes en el mar: “Absorbimos hasta que reventamos”

Los equipos de Salvamento Marítimo conviven con el drama migratorio día a día. Socorrer las pateras es un reto que les deja huella

PalmaEl tripulante de Salvamento Marítimo Manuel Capa pasea por el puerto de Eivissa en un descanso de su turno. El marinero contempla un espectáculo de Ferraris y otros coches de lujo que desfilan entre los aplausos de la multitud. Como el resto, saca el móvil para grabar uno, conducido por un conductor con un casco futurista. Minutos después le llaman para hacer un rescate: una patera con una quincena de hombres, asustados y sin chalecos salvavidas suficientes. Los rescatadores les piden serenidad y que no se agolpan, porque si no la barca podría volcar. "La máxima riqueza está segura, y la pobreza se juega la vida al mismo tiempo y en el mismo sitio", reflexiona Capa, que es delegado del sindicato CGT. Integrar emocionalmente estas dos realidades le cuesta.

Las escenas dramáticas con las que los marineros de Salvamento Marítimo conviven día tras día dejan un impacto psicológico diferente en cada uno de ellos. "Absorbimos hasta que reventamos", resume. Son los primeros receptores de la mayor parte de los inmigrantes que llegan a España por la vía marítima: 5.827 en Baleares este 2025. Algunos –como es el caso de Capa, que en septiembre estuvo destinado al guardamar Concepción Arenal, entre Palma e Ibiza– se van moviendo. Otros trabajan siempre en el mismo sitio. El delegado sindical celebra que en los últimos años se haya habilitado un sistema de atención psicológica para los marineros, equipos de entre tres –en las salvamars– y ocho personas –en el guardamar, una embarcación mayor– por turno. Tienen que hacer rescates en minutos, sin poder establecer un protocolo milimétrico: "Depende de cada situación, nos basamos en nuestra pericia y experiencia".

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"Cuando recogemos una patera, muchas veces encontramos muertos", cuenta Capa, que tiene 14 años de experiencia en rescates. La mayoría, dice, en sus intervenciones en Canarias, porque la ruta es más larga y arriesgada. Sin embargo, en el último año ya se han encontrado 44 cadáveres en aguas de Baleares, según fuentes de la delegación del gobierno español. "Los quitas, los metes en un sudario y te los llevas al suelo", sintetiza. A partir de ahí, la Guardia Civil y la Policía Nacional se ocupan de ello. Pero cada vez es un golpe emocional. "Aquí en Ibiza sacamos a un hombre que el forense dijo que era africano, aunque ya llevaba un mes en el agua y no se reconocía, y bueno, se le cayó la cabeza mientras lo sacamos del agua. Lo perdimos", lamenta.

"Es muy desagradable encontrarte muertos en las pateras", continúa: "A veces rescatas a todo el mundo y de repente te das cuenta de que hay siete cadáveres bajo el agua o dentro de la patera, que está negada, y sacas uno, y otro, y piensas, madre mía". Recuerda otra intervención en la que murió un hombre a bordo de la embarcación de salvamento. "Están en los huesos, agotados, en cuyo caso llevaban dos semanas a la deriva, y se nos murió, no hubo manera de sacarlo adelante", rememora: "Estamos tan lejos que el helicóptero no pudo llegar".

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Según fuentes de Salvamento Marítimo, en una travesía sin complicaciones de Argelia hasta Baleares los migrantes pueden estar entre 30 y 36 horas en el mar. En invierno, algunos pueden llegar con un principio de hipotermia, y en verano, con golpes de calor. La primera atención que les facilita la tripulación consiste en darles agua y mantas. "Venden muchos con diabetes, que nos piden un zumo, algo con glucosa, pero intentamos no dárselos por si acaso, porque la distancia hasta Baleares es corta", explica: "Si tienen alguna herida más profunda, podemos mirarla". Los efectivos desplegados en las Islas son 927, 186 más que en 2018, debido al incremento de llegadas. Se distribuyen en seis salvamares, un guardamar, un remolcador, un helicóptero, cuatro lanchas de salvamento y un centro de coordinación. Son la primera línea de una cadena que pasa por los cuerpos policiales, la administración de justicia, las ONG, los hospitales, y en muchos casos otros países, porque los migrantes siguen su viaje.

Para gestionar el impacto emocional de estas recibidas, los marineros recurren a un gabinete psicológico con atención las 24 horas. "Te llamas, te escuchan, te dan una técnica para gestionarlo, y te van haciendo un seguimiento en función de tu estado", resume. También les ofrecen talleres mensuales sobre salud mental. Otra forma de soportar la situación es "normalizarla" entre los compañeros. "Intentamos quitarle hierro, ponerle humor", expone Capa.

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"Me rompí"

El marinero compara el estrés que sufren con el de un médico que atiende a urgencias. "A cada uno le afecta de una forma diferente", apunta, pero advierte que todo el mundo tiene un límite. El suyo llegó hace entre tres y cuatro años a Canarias, que sigue siendo la principal puerta de entrada de migrantes en pateras: más de 12.000 en la primera mitad del año. "La patera pinchó y cayeron veinte personas en el agua", rememora: "Lo primero que llegó a nado se agarró a nuestra embarcación, y los 19 que venían detrás le pasaron por encima". Capa vio cómo, al aferrarse, le ahogaban sin querer. "Pasa en segundos: se me quedó esa imagen y me rompí", cuenta. "Tuve una sensación de ansiedad, de ahogo, quería abrirme el pecho con las dos manos para poder respirar", asegura. Estuvo unos meses de baja hasta recuperarse.