Hace unas semanas, desde el GOB Mallorca, aprovechamos la posibilidad que se nos da a la sociedad civil de poder 'okupar' el Parlament para hacer política. Sí, para hacer política, que es lo que hacemos todos los días desde nuestras militancias, desde nuestras cotidianidades, y también, obviamente, desde las organizaciones de base, populares, desde lo que llaman los movimientos sociales o la sociedad civil organizada. No política partidista, sino política en el sentido amplio y social de la palabra y desplegada con todo su potencial.

Para solicitar poder hacer uso de las salas del Parlament nos pidieron justificar que el acto tuviera relación con los debates e iniciativas parlamentarias actuales de mayor trascendencia pública. Un requisito que cumplíamos ampliamente, porque íbamos a hablar de economía (turismo) y trabajo, dos cuestiones centrales del debate social y político actual.

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Por otra parte, es también innegable que las consecuencias e impactos negativos, sociales y territoriales derivados de la especialización económica turística y la realidad de la crisis ecológica y climática son también dos de los temas más recurrentes y que, por separado y juntos, nos abocan a un reto mayúsculo: el cambio de modelo. Un reto que, desgraciadamente, actualmente se utiliza de excusa para el despliegue y aceleración de unas políticas neoliberales devastadoras que aprovechan la crisis (por ejemplo, la de la vivienda) como nuevas oportunidades de negocio, que aumentan las desigualdades, blindan privilegios y dan un paso más hacia la devastación territorial (reclasificaciones, rebajas de protección y parámetros, posibilidad de nuevos usos haciendo cambios en las matrices de ordenación territorial, mayor turistificación y mayor especulación inmobiliaria, etc.).

Ante esta respuesta única, necesitamos plantear una alternativa, un faro. Que implique un cambio de paradigma que abra la cabeza al menos a imaginar un plan B, una posibilidad. Y ante un modelo y unas políticas que siempre utilizan el chantaje de los puestos de trabajo, era necesario poder confrontar esta cuestión en el marco de la transición ecosocial que, desde hace tiempo, es, junto con la denuncia y la movilización, una de las patas que articula la defensa del territorio y la lucha ecologista en el ecologismo y, concretamente, en el GOB Mallorca.

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Es por eso que hace dos años iniciamos un camino en el que nos acompañamos de unos referentes y expertos en la cuestión. Luis González Reyes y otros colaboradores que orbitan en torno a la Cooperativa Garúa y Ecologistas en Acción habían presentado tiempo atrás trabajos similares para Cataluña y para el País Vasco. En esta ocasión, aterrizaron la propuesta en nuestra particular realidad desde la perspectiva y análisis del metabolismo ecosocial que desde hace tiempo nutre una parte importante de la geografía crítica en la UIB, gracias al trabajo de Ivan Murray Mas. Así que empezamos un trabajo que culminamos día 7 de noviembre con la presentación en el Parlament del informe Impacto sobre el trabajo de la transformación ecosocial de la economía de las Islas Baleares. Una propuesta decrecentista.

Una propuesta rigurosa, basada en estadísticas oficiales, amplia y transgresora para poder responder a la pregunta que tantas veces nos hacen y nos hacemos: ¿de qué viviríamos si no viviéramos del turismo? Y lo que intentamos plantear como propuesta/respuesta, no es sólo de qué, sino cómo. Porque la propuesta que hacemos, la provocación, es una transformación –con un primer escenario dibujado a 10 años vista– en términos de trabajo asalariado vinculado al modelo productivo que, obviamente, se diversificaría con el consiguiente decrecimiento del peso del turismo y la construcción. También con el empuje fuerte y estratégico de los sectores vinculados a producir lo que verdaderamente necesitamos producir para sostener la vida: alimentos y biodiversidad, así como otras necesidades que podrían abordarse desde una industria adaptada a las dimensiones y necesidades del territorio o con marcos de regeneración. Además, abogamos por una reducción de las horas de trabajo asalariado para poder disponer así de tiempo para asumir tareas de cuidados, es decir, proveernos del tiempo para los vínculos y relaciones que alimentan y sostienen nuestra fragilidad como seres humanos. Por tanto, hablamos de trabajo, pero no sólo de trabajo asalariado. Esta apuesta implica repensar el ocio, el tiempo, las necesidades (materiales y no materiales) y el trabajo, la redistribución y el tiempo. Y todo ello, en un contexto de decrecimiento, no como opción política sino como realidad innegable, porque la ilusión de la abundancia termina en el momento en que energía y materiales dejan de estar disponibles y ser explotables en abundancia como lo han sido hasta ahora. Es decir, asumiendo, por un lado, los límites biofísicos reales y, por otro, la realidad de un contexto de crisis ecológica sin precedentes, que ya es irreversible en muchos aspectos y que nos aboca a muchos retos que, precisamente en nuestro contexto insular, se convierten en un deber ineludible a abordar con urgencia.

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Así, la propuesta es una posibilidad, la de otra economía y otra sociedad posible y deseable. Día 7 hicimos la primera presentación y está disponible, además del informe, en la web del GOB. Pero lo que queremos, a partir de aquí, es poner la propuesta en discusión: con sindicatos, con el mundo académico, con el mundo político, con las entidades sociales, con el ecologismo y con los movimientos articulados en resistencia. Queremos que sea un documento de trabajo que nos abra la cabeza, que rompa los esquemas habituales de pensamiento, que obligue a reflexionar sobre qué es verdaderamente posible y qué no, y, sobre todo, que nos permita disputar una posibilidad diferente a la que nos vienen como imposible de sortear y que nos aboca al abismo.

Así pues, un primer paso para continuar hablando de la Metamorfosis necesaria –nombre del último libro de la activista, antropóloga, docente y referente Yayo Herrero– a propósito de los cambios necesarios para enderezar las relaciones humanas con todo lo que sostiene la vida y, como ella misma dice, "recomponer un mundo en el que todos podamos vivir con dignidad". Y como dice la campaña con la que hemos lanzado el informe, para vivir y no (sobre)vivir en ese territorio que nos ha decidido habitar.