Tocar fondo por completo
Si uno se acerca a la prensa de este país, en especial a la principal cabecera, verá cómo en las últimas semanas se han intensificado un tipo determinado de noticias: las que anuncian que la de este año será una mala temporada turística. Diría que es sutil, pero no lo es en absoluto. Consiste en un goteo constante de 'malas' noticias que, en conjunto, provocan la sensación de encontrarnos en peligro real de perder nuestra principal fuente de ingresos y empobrecernos aún más. El tema es recurrente, pero no deja de sorprender cómo el miedo a perder el (¿poco? ¿No mucho?) que tenemos, impugna cualquier intento de tener una conversación seria sobre el peso que queremos que tenga el turismo, qué turismo queremos, etc. En definitiva, lo de siempre.
El debate sobre el turismo, podríamos decir, se sustenta en tres patas: una izquierda discursivamente crítica con la saturación, una derecha poco empática ya la defensiva y un contexto mediático que vascula entre amplificar el ideario de los empresarios del turismo y la sensación de saturación ciudadana. En conjunto, esto nos lleva al inmovilismo social, político y, diría incluso, intelectual.
Seguro que eso que digo es una excesiva simplificación, porque las masivas movilizaciones ciudadanas contra la saturación turística fue respondida con algún gesto de empatía y consideración por parte de Prohens. Pero cuando las protestas han venido de Arran, más minoritarias y extravagantes, es cuando el Gobierno ha dejado la cautela a un lado, criticando duramente sus métodos y, ya que estamos, sus ideas "turismofóbicas".
Esta actitud habitual del PP ha dado cobijo a iniciativas para contrarrestar la mala prensa internacional que estas protestas nos estarían haciendo como destino turístico. Paralelamente, los restauradores, empresas de transportes y otros sectores difunden su preocupación en los medios de comunicación por aparentemente tener menos volumen de negocio comparado con años anteriores. En conjunto, esto deslegitima mediáticamente cualquier protesta o debate sobre qué hacer. ¿Cómo debemos manifestarnos o debatir a favor de nuestra pobreza? El miedo inmoviliza. Y es que parece que debemos elegir entre el decrecimiento, con la anunciada pobreza que supuestamente ya empezaríamos a vislumbrar, o más turismo, con un crecimiento sin límites que también nos empobrecería.
En mi opinión, para salir de este callejón sin salida hay que hacer dos cosas, quizás imposibles. La primera es intentar construir un consenso, políticamente transversal y estable en el tiempo, sobre una agenda de transición económica que incluya un plan legislativo y de inversiones para estimular sectores que se consideren estratégicos. Ésta sería una buena manera de enfocar el debate sobre el decrecimiento turístico, ofreciendo una alternativa de crecimiento económico de mayor valor añadido que disminuyera el peso que tiene el turismo en nuestro PIB. Similar a la Mesa que impulsó el Govern, pero con mayor capacidad integradora.
Es cierto que vivimos en un momento en que los consensos políticos parecen algo del pasado. En ningún caso vemos posible reeditar algo similar como consensos mínimos en torno a modelo social, de autogobierno o lingüístico de nuestro estatuto de autonomía. Con dinámicas de trincheras, donde los incentivos empujan a sostener la idea opuesta a la del rival político, arrastrando a los votantes con ellos. La diferencia es que llegados a cierto punto de decadencia económica y tensión social, no habrá más remedio que enfrentar este tema con una mirada de momento fundacional o constituyente. Un momento en el que la concesión ideológica tenga un bajo coste electoral.
Lo otro que debería hacerse es arrastrar la conversación pública fuera de la dicotomía absurda entre decrecer turísticamente sin alternativa económica y seguir creciendo sin límite. Debemos tener claras varias cosas al respecto. La primera es que no podemos prescindir del turismo. Las alternativas discutidas deben incluir el turismo por varios motivos, pero lo principal es que mucha gente en vivo y no podemos prescindir de esos puestos de trabajo. A partir de ahí podemos discutir qué debemos hacer para disminuir su peso relativo. Eventualmente, esto podría llevar a una disminución del peso en números absolutos y sería estupendo. Pero hoy por hoy debemos apostar por transiciones económicas con bajo o nulo coste social. También imprescindible para poner a todo el mundo a bordo.
Otra cosa imprescindible para depurar la conversación pública es desdramatizar o no dar tanto espacio mediático a las quejas de los empresarios del turismo, que siempre se han quejado y se quejarán de sus malos resultados. Esto ya lo sabemos. Pero ellos no tienen en cuenta el conjunto del equilibrio social. La Totalidad hegeliana, si me lo permite. Y es que, paradójicamente, persiguiendo su beneficio individual nos llevarían a todos, a ellos los primeros, a la ruina absoluta.
Quizá alguien considere que soy un idealista, pero yo considero que puede haber rédito electoral por los partidos que de buen corazón quieran participar en un proyecto similar. Pero quizás todavía no hemos tocado fondo del todo.