Mi hijo es español
Tener un hijo adolescente pone a prueba tu capacidad de respetar la libertad de pensamiento y expresión, más cuando una de las propiedades intrínsecas de esta etapa de la vida es hacer la contraria a los padres. De modo que, como mi concepto de España es el de un país extranjero caótico y desorganizado, lleno de semillas fascistas que crecen de forma preocupante, mi cachorro ha decidido estar orgulloso de ser español. Además, ha elaborado una curiosa teoría filosófica sobre su españolidad: "Se puede decir '¡Viva España!' y odiar las corridas de toros", manifestó el otro día –estaba muy contento porque ha conocido a una joven muy guapa que piensa exactamente como él.
Yo formaba parte de la conversación más como espectadora que como participante y escuchaba con interés sus reflexiones. También deseaba con todas mis fuerzas que esto sea una etapa y que cuando crezca haga lo que hace falta: pensar como su madre, que le ha intentado manipular toda la vida. ¿Qué lujo es éste de pensar diferente al que te ha dado la vida después de 48 horas de dolor, no ha perdido nunca los 20 kilos que ganó contigo en el vientre y casi no llega?
Él insistió mucho en que "somos españoles" –a veces me recomienda que mire qué pone en mi DNI. Y yo le decía que a mí España me da absolutamente igual, a la altura de Luxemburgo o de Transnístria –creo que Transnístria me interesa más que España, de hecho. De modo que salió el niño que todavía lleva dentro –esa es la cosa maravillosa de los adolescentes: que todavía tienen un niño pequeño a flor de piel– y se enojó. Le daba igual que yo no me cabrearas con él para pensar diferente. Quería hacerme sentir española y no había manera. Y se enfadó aún más cuando me eché a reír, porque estaba tan gracioso que le quería dar un abrazo gigante.
El argumento más razonable que expuso mi hijo español para despertar mi españolidad fue que tenemos seguridad social y escuelas, mientras que en países como Estados Unidos puedes morirte de una diarrea sin que nadie te atienda. Aquí vi un punto de esperanza: si mi cachorro debe amar a España por la importancia que tiene el elemento público, darnos unos mínimos entre todos, garantizar oportunidades para el máximo número de personas, todavía veo un trasfondo, que es lo único que pide a cualquiera, piense diferente o igual que yo.