El infalible elisir
El corazón estuvo a la altura de las circunstancias, impecable en este montaje, que casi treinta años después de su estreno en el Teatre Victòria, sigue funcionando como un reloj
PalmaDe nuevo, El elisir volvió a dar la impresión de que predica el giocoso Doctor Dulcamara, que para la ocasión la interpreta el gran Ambrogio Maestri, en un rol que ha cantado tantas veces a lo largo de su carrera que le ha convertido en paradigmático canon e, independientemente de que su voz haya bajado prestaciones, él todavía es el lenguerut vendedor del brebaje que lo cura todo por excel. Por otro lado, Javier Camarena/Nemorino, quien hace trece temporadas debutó en el Liceu con este papel, seguía indispuesto y el testigo lo cogió Michael Spyres, quien, no hay que olvidarlo, lo había interpretado el día anterior. No hubo aplausos al final de casi ninguna de las más famosas y reconocidas arias, hasta que cantó la archifamosa Una furtiva lágrima, con el que despertó al público como si le hubieran pisado el enchufe. Un poco injustos, después compensaron y la fiesta acabó como siempre, con el público enfervorizado, acompañando a Dulcamara cuando hacía el bis de rigor, el de siempre, Udite, Udite Oh! Rusticio.
Dicho esto, hay que reconocer que a la orquesta, dirigida por Diego Matheuz, le faltó algo de frescura belcantista que hizo que sonara un poco más plana de lo que resulta aconsejable y necesario. Quizás a Spyres le faltó rematar, por ejemplo y tan sólo, con un don sobreagudo en el inicial ¡Cuánto è bella, cuánto è cara!,pero el conjunto de sus intervenciones fue de una elegancia soberbia, la voz aterciopelada y clara, uniforme. Pero por uniforme el de Belcore, el ridículo sargento, con mucha gracia y menos proyección vocal por parte de Hugh Montague Rendall. La Amina de Serena Sáenz tampoco decepcionó en absoluto, aunque no sobraron ornamentos, con buena resolución en los agudos y mejor prestancia escénica, que hizo creíble a un personaje con muchas aristas y rincones.
El corazón estuvo a la altura de las circunstancias, impecable en este montaje, que casi treinta años después de su estreno en el Teatre Victòria, sigue funcionando como un reloj. Cabe decir que la lectura de los personajes fue muy natural, completamente alejada de la caricatura, que hace que no sólo no se pierdan sus valores argumentales, sino que además gana credibilidad la conocida resolución de la historia, con el final feliz que requiere una comedia de estas características.
El Elisir de amore, de Gaetano Donizetti, siempre es un valor seguro, una gozosa fiesta, pero cabe reseñar que llega en el momento más adecuado, como un guiño, justo antes de la programación del origen de todo ello, el Tristan und Isolda que cantaráLise Davidsen en enero.